La vida parece venirse abajo, sabe que su mujer sufre por dentro ante la impotencia de no poder ayudarle, sus padres claman al cielo preguntando por qué le ha tenido que tocar a su hijo que es una persona excepcional cuando el mundo está lleno de gente mala, sus hijos difícilmente entenderán que una enfermedad grave ha entrado a formar parte de la vida de su padre. ¿Cómo cambiará mi vida? ¿Cuánto tiempo me queda? ¿Llegará el momento en el que simplemente para moverme o comer tendré que recurrir a ayuda externa? ¿Qué velocidad tendrá el desarrollo de esta enfermedad en mi organismo? Muchas dudas que imagino que le llenaron y todavía hoy le llenan de rabia. Sin embargo, aquello que tantas satisfacciones le había dado, la montaña y el deporte, vuelven de nuevo para socorrerle, más en una enfermedad que supone una pérdida de dopamina que la actividad física puede suplir de alguna manera. Entonces, Alberto decide que quiere hacerla. Sí, esa carrera que en esa zona del mundo es casi una religión, la 100 Millas Sierra de Bandoleros. Quiere ver amanecer mientras resta kilómetros de esos 166 que separan la salida de la meta, ambas ubicadas en Prado del Rey, en la provincia de Cádiz. Siente fuego dentro. Las piernas aún le responden, y entonces decide que es el momento. Ahora o nunca. Vivir es la meta.