“La exploración es la principal razón por la que vamos de expedición. Durante todo el año buscamos en mapas y en artículos fotografías de caras y montañas vírgenes. Todavía hoy, en 2024, quedan muchos terrenos por explorar. Por supuesto, la mayoría son vías duras y muy técnicas, pero la belleza permanece. Si viajamos por el mundo, es para descubrir algo que no tenemos más cerca, aquí en los Alpes, por ejemplo. El terreno virgen en zonas más cercanas casi ha desaparecido y lo buscamos en estos lugares remotos”.
“Creo que es lo más cerca que hemos estado de tomar una mala decisión. Me refiero a mortal. En ese collado, a unos 6.500 metros, sabíamos que sólo había una buena opción y que todas las demás no funcionarían, pero no conocíamos de antemano cuál era. Por suerte, los dos tenemos experiencia en este tipo de decisiones y estábamos 100% concentrados en lo que teníamos que hacer. Fue un momento intenso y difícil. Podíamos ver el miedo en los ojos del compañero, algo realmente extraño porque no estábamos en peligro directo por avalancha o caída de seracs. Sólo necesitábamos movernos lo más rápido posible”.
El pasado mes de mayo, la cordada formada por Symon Welfringer y Charles Dubouloz conseguían abrir una vía en estilo alpino en la cara oeste del Hungchi (7.029 metros), en la frontera entre el Tíbet y Nepal. Complicaciones en el descenso les obligaron a pasar la noche en la pared y a cambiar el plan original de regreso al campo base, en una decisión llena de incertidumbre que podría haber tenido consecuencias fatales. Esta actividad supone una vuelta a los orígenes, a ese alpinismo de exploración que exige un compromiso mucho mayor que el de las expediciones comerciales a ochomiles que injustamente se llevan la fama. Charlamos con Welfringer sobre todo lo vivido en esos días que él califica de los más complicados y peligrosos de su carrera alpinística.