2013 fue un año intenso para Ueli Steck. Primero intentó hacer Lhotse y Everest en primavera. Todo marchaba bien, pero un altercado innecesario en el campo 2 le obligó a abandonar ese objetivo.
De vuelta a casa, su mente giraba en torno a la posibilidad de abordar una gesta al alcance sólo de los elegidos: la cara sur del Annapurna en un tiempo récord, abriendo en solitario y sin oxígeno una nueva ruta iniciada por Jean-Christophe Lafaille y Pierre Béghin en 1992.
Tras dos intentos fallidos anteriores, en 2007 cayó 300 metros abajo cuando ascendía la pared tras ser golpeado por un desprendimiento de rocas, y en 2008 abortó su expedición para acudir al rescate de Iñaki Ochoa de Olza, el 9 de octubre de ese 2013, el suizo llevó a cabo una de las escaladas más audaces de la historia en una de las paredes más temidas, difíciles y peligrosas del Himalaya.
“Tuve suerte. Me encontré con unas condiciones perfectas, un tiempo magnífico, era el momento adecuado”.