“Allí me di cuenta de la diferencia que hay entre escalar montañas y hacer un desierto polar. Los alpinistas caminamos o escalamos centrando la visión en la corta distancia por necesidad. Puede ser más peligroso si pierdes la concentración porque caes al abismo, pero tu mente no hace un esfuerzo. Lo haces físicamente, tienes mucho riesgo, pero cada día es distinto. La cima es un farol que te está llevando. Si en una montaña tienes que permanecer presente mentalmente en todo momento, en una expedición polar te tienes que ir. Y eso fue lo difícil, porque en la Antártida me di cuenta que la mente dominaba toda la escena. Era como una prisión, la cinta rodante que tú comentas, en la que había que cumplir los 25 kilómetros diarios. Siempre tuve viento frío y fuerte en contra. Además, tiraba de un trineo que pesaba el doble que yo. La autodisciplina pasó factura. Estableces una rutina para que sea eficaz avanzar, comer, montar y desmontar campamento. La estrategia que elaboras tienes que repetirla 60 veces. En ese paisaje rutinario no hay nada, no hay paisaje, allí no viven los pájaros ni las flores. Por algo será. Cuando ya controlas toda esa rutina te tienes que ir mentalmente. Por tu cabeza pasan los viajes vividos, prestados, imaginados… Y cuando se te acaba todo eso tienes un problema. A mí me pasó. Llegó un momento en el que me pregunté en qué podía pensar y no se me ocurría nada. Hubo un día en que me paré, uno de los siete en los que no hubo viento. No era capaz de caminar. Era como si la brújula de la cabeza no parara de girar en todas las direcciones. No había razón para estar parada. Me di cuenta de que el ser humano no es capaz de caminar hacia la nada. Nos movemos y caminamos porque vamos hacia algo y porque tenemos motivaciones”.
Cho Oyu, Annapurna, Everest, Ranrapalca, Lenin, Pobeda, Polo Sur, Vinson…. Chus lago es todo un referente en nuestro país en el mundo del alpinismo y las expediciones remotas. En 2016 ponen en marcha el proyecto “Compromiso con la Tierra” con la aspiración de completar 1500 kilómetros de travesía sobre hielo en distintas zonas y concienciar sobre el cambio climático, el papel de la mujer en el deporte y la importancia del liderazgo femenino.La primera etapa la completaron ese año, cruzando los lagos de Laponia, el Inari y el Torneträsk; al año siguiente atravesaron el casquete polar de Barnes, en la isla de Baffin; y en 2019, tras cubrir 640km y 24 días de travesía, completaron el recorrido del lago Baikal, la mayor reserva de agua dulce de la Tierra.
“Antes no nos conocíamos. Hablé con algunas personas por España, amigos con los que he hecho expediciones, y fueron saliendo nombres. Quería compartirlo con mujeres que estuvieran en forma y tuvieran mucha ilusión por hacer un proyecto así. Desde casa puede parecer muy bonito, pero luego llegas allí y todo se complica. Hay que pensarlo bien. Hicimos juntas las travesías de Baffin y del Baikal. Cuadramos bien, buena convivencia. Cada una ha ocupado un lugar en la expedición y ha funcionado muy bien. Salió bien, y fue por el compromiso de todas”.
