Viajemos a principios de la década de los 60 del siglo pasado. La montaña ha pasado de ser un medio utilizado por el ser humano para la búsqueda de recursos que garanticen su subsistencia a convertirse en un entorno en el que disfrutar, sentirse libres, buscar aventuras y realizarse personalmente. Es conocida esta época como la de la contracultura, en lo relativo a la montaña. Sin embargo, las condiciones culturales y, sobre todo, económicas hacían que la montaña considerada como refugio para la práctica deportiva, y no como un medio para ganarse la vida, estuviera al alcance de pocas personas, casi siempre de clase media-alta.
Hacía falta una revolución que sentara unas nuevas bases sobre la práctica del deporte al aire libre. En este escenario, un alpinista, Paul Sailer, concibió la creación de una marca que democratizara la actividad en la montaña, que desarrollase prendas que permitieran que la sociedad en su conjunto, y no sólo las clases con más medios económicos, acudieran a los entornos más bellos y salvajes del planeta en búsqueda de aquello que solo las cimas y cumbres nos dan. Estamos en 1964. Acaba de nacer CIMALP, una empresa que ofrece ya desde sus orígenes una excelente relación tecnicidad-precio que permite que el número de personas que acudan a la montaña crezca significativamente. Hoy, 60 años después, este modelo de precios justos sigue vigente, ofreciendo prendas con las tecnologías más avanzadas a un precio menor que el resto.