Tras dos intentos fallidos en 2016 y 2017, debido a las adversas condiciones climatológicas, el alpinista suizo Dani Arnold llegaba en la mañana del 27 de julio de 2018 a la base del espolón Walker preparado para un tercer intento de batir el récord de velocidad en la mítica ruta abierta por Ricardo Cassin en la cara norte de las Grandes Jorasses, una fortaleza de roca y nieve de proporciones impresionantes testigo de extraordinarias gestas alpinas.
Antes de intentar este nuevo récord en solo integral, escaló la ruta en tres ocasiones anteriores, con diferentes compañeros, intentando encontrar la línea perfecta en esta vía de 1200 m expuesta desde la base a la cima, que exige unas cualidades físicas y psicológicas al alcance de muy pocos.
Contrariamente a lo que alguna gente pueda pensar, una ascensión así dista de ser un ejercicio frívolo e inconsciente, sin preparación alguna, donde el azar determina el éxito o desenlace fatal. Para Arnold, una ascensión como esta requiere que todo sea perfecto e incluso pequeños detalles como subir dos metros más a la izquierda o a la derecha marcan la diferencia en una pared de tales condiciones.
Todo empezó con la cara norte del Eiger en 2011 -2h 28 min-, seguida en 2015 por la norte del Cervino -1h 46 min-. Las 2 horas y 4 minutos invertidos en las Grandes Jorasses, sin cuerda, sin arnés y sin un solo mosquetón, le permitieron cerrar el círculo de escalar en tiempo récord los tres últimos problemas de los Alpes: la trilogía fantástica que cambió la velocidad del alpinismo.
¿Por qué todo esto? “No tengo respuesta, como tampoco sé por qué quise tener estos récords. Nunca encuentro respuestas satisfactorias a estas cuestiones. Es un juego entre las montañas y yo, un juego de libertad, de ligereza y me fascina la velocidad aunque implique un sufrimiento físico y psicológico. Elegí las caras norte porque es allí donde los grandes alpinistas dejaron su huella. Pero también estoy orgulloso de mis expediciones o de mis ascensiones con cuerda, aunque nadie habla de ello…”
