“Cada caída que sufres te recuerda que no va a ser fácil y que esto acaba de empezar. No me gusta llegar a los extremos, pero es allí donde más aprendo de mí mismo”.
En la era actual, la forma en que nos relacionamos con la montaña está en constante evolución. Lejos de las aproximaciones puristas que han definido el alpinismo y la escalada durante décadas, un nuevo espíritu de exploración y superación se abre camino. Se trata de una visión que integra disciplinas y fusiona el esfuerzo físico con la técnica, encontrando en los grandes picos no solo un objetivo vertical, sino un lienzo para la creatividad y la aventura. Es en este contexto que la hazaña de Daniel Cristancho en el Kilimanjaro adquiere una relevancia particular, pues ejemplifica cómo la bicicleta de montaña se convierte en una herramienta innovadora para vivir la montaña, expandiendo los límites de lo que tradicionalmente se considera una ascensión. Su expedición es una muestra de que el alpinismo moderno no se limita a alcanzar la cima, sino a la forma en que nos apropiamos de la experiencia.
El sueño de Daniel Cristancho, ciclista profesional y guía de BTT, cobró vida a través del proyecto One Shot de Blue Banana. Bautizada Uhuru, la expedición rindió homenaje al pico más alto de África y a la libertad que inspira. Nacido en Colombia y criado en el Valle de Arán, Cristancho fue impulsado por la memoria de su madre, quien luchó por su familia, y la motivación de sus amigos. La llamada de su amigo Carlos Farrera en Navidad confirmó lo que parecía una locura: ascender a casi 6.000 metros con su bicicleta a cuestas para luego descender pedaleando.
Acompañado por el también guía de BTT Dani Bosque, y los cineastas Carlos Farrera y Jaime Varela, el equipo se enfrentó a un desafío monumental. Transportaron más de 20 kilos de equipo audiovisual, incluyendo drones y cámaras, mientras Daniel cargaba su bicicleta de 17 kilos a lo largo de los cuatro días de ascenso. La ruta fue exigente, con cambios drásticos de temperatura y el inevitable mal de altura que afectó a todo el grupo en la última etapa. A 20 centímetros por paso, la cumbre del Kilimanjaro se convirtió en un desafío de humildad, pero la emoción de alcanzarla se impuso, culminando en lágrimas de emoción.
El descenso fue la recompensa, tan duro como espectacular. A lo largo de 26 kilómetros casi enteramente ciclables, Daniel y su equipo filmaron un documental único, que captura la transición de paisajes volcánicos a selvas húmedas inmortalizando una aventura de superación y técnica, dejando un mensaje claro: “el Kilimanjaro te enseña a vivir el presente”.
