El primer recuerdo de Potter de niño fue un sueño en el que se caía y luego volaba. Unos seres extraños aparecían junto a él, indicándole la posición correcta del cuerpo para el vuelo humano. Otro recuerdo de su infancia era el de la caída desde lo alto de su casa a un patio donde una mujer beduina le rodeaba y cantaba para ahuyentar a los espíritus malignos. El escalador dijo que su miedo a las alturas desapareció ese día.
Tras innumerables récords de velocidad en las grandes paredes de Yosemite e increíbles solos, Dean Potter sorprendió a todos uniendo la escalada y el salto BASE, una disciplina a la que llamó Free BASE en la que se enfrentaba al riesgo de salir volando de las paredes verticales que escalaba con poco más que un pequeño paracaídas a la espalda.
“En ese momento era totalmente nuevo, realmente abrió el potencial en las grandes paredes, y en el mundo alpino, para poder moverse increíblemente rápido, dejar atrás las tormentas, y aún así tener la seguridad de un pequeño equipo”.
El salto BASE era la pieza del rompecabezas que hacía encajar al resto de sus “artes”. A inicios de los 2000, Potter fue más allá y creó el concepto de BASE Line, convirtiendo el simple slackline en algo extraordinario, tan peligroso que era prácticamente él el único que lo practicaba.
En 2013, después de varias muertes con trajes de alas, Dean trató de racionalizar una actividad que se había convertido en una parte importantísima de su vida centrándose en la búsqueda de alternativas que permitiesen “eliminar los errores humanos y el mal funcionamiento del equipo” para que el deporte fuera más seguro. No fue suficiente, en mayo de 2015, nos dejó tras un accidente de salto BASE en el parque donde nació y creció la leyenda de un escalador superlativo. In memoriam.
