Necesitaba ir más allá, aún más lejos, y esta búsqueda de lo desconocido le llevó a la Patagonia. Y el Cerro Torre, imponente y esquivo, recordatorio implacable de la belleza y la brutalidad de la naturaleza en su forma más pura en el corazón patagónico, le cautivó para siempre.
Sus agujas de granito parecían apuntar al cielo con una mezcla de desafío y misterio, mientras que sus cambiantes condiciones climáticas añadían una dimensión impredecible a la ecuación. El invierno patagónico, con su abrazo gélido y sus ráfagas despiadadas, convertían la montaña en un campo de batalla aún más provocador. Sólo aquellos que habían probado la savia del alpinismo comprendían la magnitud de este desafío, y Ermanno Salvaterra era precisamente ese tipo de figura icónica que encarnaba la audacia, la tenacidad y la maestría técnica en su forma más pura.
En el invierno de 1985, Salvaterra, junto a Paolo Caruso, Maurizio Giarolli y Andrea Sarchi, se embarcó en una empresa que trascendía los límites de lo posible: completar la primera ascensión al Cerro Torre en la época más dura del año. La ruta elegida, la vía del Compresor, un laberinto vertical ya de por sí extenuante en condiciones óptimas, se convirtió en un crisol de desafíos bajo el manto invernal.