“Gary era grande, de huesos duros, de pelo claro y tenía unos ojos asombrosamente azules. Su rasgo físico más llamativo era su sonrisa. Combinaba la inocencia de un niño de ocho años amistoso y vivaz y el cinismo de un viejo sátiro que tiene visto todo. Era imprudente con sus pasiones, tenía un apetito insaciable, por lo que él (y yo) llamamos vida, y una capacidad alarmante para el sufrimiento”. Pete Sinclair.
Así era Gary Hemming según Pete Sinclair. Un alpinista superlativo que dejó una huella imborrable en todos aquellos apasionados de las montañas e historias que envuelven las ascensiones del macizo del Montblanc. Un rebelde californiano con formación de marine que estableció su campo base en Chamonix en los años 60, aportando un soplo de aire fresco al encorsetado ambiente del valle. Haciendo cordada junto al mítico escalador de Yosemite Royal Robbins, con quien compartía la filosofía de “no importa qué vía se escala, sino cómo se escala”, realizaron la sorprendente primera ascensión de la Directa Americana en la Aguille du Dru en 1962.
Su implicación en el polémico rescate de una cordada alemana en 1966 en la misma línea que él y Robbins abrieron marcó toda una época. Un rescate que le valió el apelativo de “Le beatnik des cimes”, el rebelde de las cimas, y que lo ascendió a la categoría de héroe, siendo recibido tras el rescate entre vítores y aplausos y un buen número de periodistas.
Los medios le preguntaban a su regreso: “¿Estás contento de haber llegado hasta los alemanes? ¿Qué ha sido lo más difícil?” Hemming contestó: “Sí, estoy muy contento, lo más difícil fue ayer por la tarde. Temía que hubiera llegado el último momento, sobre todo cuando te empiezas a relajar y alguien se puede caer o quitarse la vida.” Los medios insistían: “¿Pensasteis en rendiros?” A lo Hemming contestó rotundo: “Jamás, jamás” con ese apetito insaciable por la vida que tan bien describía Sinclair.