Hans Kammerlander. Flanco Everest

Esquí-alpinismo en la cima del mundo

Dirección: ---

Canal: AP Archive

Año: 2015 | Duración: 02:36

Video+Freeride

Un alpinista enorme, uno de los mejores, polivalente, audaz, sensato, Hans Kammerlander holló trece de los catorce ochomiles del planeta, descendió con esquís los escarpados flancos del Everest y del K2, fue el primero en hacerse con las Segundas 7 Cimas y el primero en encadenar la ascensión de dos ochomiles, Gasherbrums I y II, junto a Reinhold Messner, sin descender al campo base. En su biografía se cuentan más de 2.500 ascensiones respetando el más puro de los estilos.

Durante años, su vida estuvo marcada por retos continuos entre el hombre y la montaña. Supo como nadie aunar dos de las disciplinas más exigentes en un entorno tan salvaje y arriesgado como la alta montaña: el alpinismo y el esquí. Siempre dijo que uno de sus éxitos personales más significativos fue el descenso con esquís desde la cima del Everest en 1996 tras una ascensión sorprendente que batió todos los registros precedentes. “Llegué a la cumbre antes de lo previsto, pude descansar, permanecer en el momento y disfrutar de la indescriptible expectación del descenso”.

El American Alpine Club recogió la proeza más allá de la fatalidad que ensombreció la primavera del 96 en el techo del mundo y que copó toda la información de la época: “Como todo el mundo parece saber, la catástrofe se abatió sobre los escaladores del Everest el 10 de mayo, e inmediatamente la montaña, y los hombres y mujeres que la asaltaban, fueron noticia en todo el globo. Este drama, al final, dejó cinco muertos en el lado nepalí del Everest y tres más en el lado tibetano. Con otras tres víctimas mortales durante el mes de mayo, el número total de víctimas mortales fue de 11, el mayor número de personas que jamás haya muerto en la gran montaña en una sola temporada.

No todos los acontecimientos notables en el Everest fueron trágicos, pero los resultados brillantes recibieron escasa atención pública. Merecían más. Un ejemplo: dos semanas después de la tormenta mortal, Hans Kammerlander, de 39 años, escaló con éxito la ruta normal desde el lado tibetano con asombrosa rapidez tras haberse aclimatado en una de las cumbres de 8.000 metros del cercano Shishapangma. Aunque había un equipo de cámaras con él en la parte baja de la montaña, escaló en solitario de forma ininterumpida durante la noche del 23 de mayo, y consiguió recortar más de cuatro horas al anterior récord de velocidad para una ascensión por su ruta, que había establecido en mayo de 1995 otro italiano del Tirol del Sur, Reinhard Patscheider. En sólo 16 horas y 45 minutos, Kammerlander ascendió desde el Campo Base, a 6.400 metros, hasta la cima del mundo, a 8.848 metros de altura. A continuación, descendió esquiando casi toda la longitud de la misma ruta (no pudo utilizar los esquís en los tramos rocosos que, según afirmó, sólo sumaban 250 metros verticales) en seis horas y 45 minutos, con lo que realizó el viaje de ida y vuelta en un tiempo total realmente extraordinario de 23 horas y media. Patscheider había tardado 21 horas en ir de la base a la cima. A pesar de no haber utilizado oxígeno embotellado y, por tanto, de haberse sentido ligeramente embriagado a gran altura, Kammerlander regresó sano y salvo a su base, aunque mucho más delgado”.

 

* Subtítulos disponibles en castellano -activar traducción automática-.

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Año: 2015 | Duración: 02:36

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Un alpinista enorme, uno de los mejores, polivalente, audaz, sensato, Hans Kammerlander holló trece de los catorce ochomiles del planeta, descendió con esquís los escarpados flancos del Everest y del K2, fue el primero en hacerse con las Segundas 7 Cimas y el primero en encadenar la ascensión de dos ochomiles, Gasherbrums I y II, junto a Reinhold Messner, sin descender al campo base. En su biografía se cuentan más de 2.500 ascensiones respetando el más puro de los estilos.

Durante años, su vida estuvo marcada por retos continuos entre el hombre y la montaña. Supo como nadie aunar dos de las disciplinas más exigentes en un entorno tan salvaje y arriesgado como la alta montaña: el alpinismo y el esquí. Siempre dijo que uno de sus éxitos personales más significativos fue el descenso con esquís desde la cima del Everest en 1996 tras una ascensión sorprendente que batió todos los registros precedentes. “Llegué a la cumbre antes de lo previsto, pude descansar, permanecer en el momento y disfrutar de la indescriptible expectación del descenso”.

El American Alpine Club recogió la proeza más allá de la fatalidad que ensombreció la primavera del 96 en el techo del mundo y que copó toda la información de la época: “Como todo el mundo parece saber, la catástrofe se abatió sobre los escaladores del Everest el 10 de mayo, e inmediatamente la montaña, y los hombres y mujeres que la asaltaban, fueron noticia en todo el globo. Este drama, al final, dejó cinco muertos en el lado nepalí del Everest y tres más en el lado tibetano. Con otras tres víctimas mortales durante el mes de mayo, el número total de víctimas mortales fue de 11, el mayor número de personas que jamás haya muerto en la gran montaña en una sola temporada.

No todos los acontecimientos notables en el Everest fueron trágicos, pero los resultados brillantes recibieron escasa atención pública. Merecían más. Un ejemplo: dos semanas después de la tormenta mortal, Hans Kammerlander, de 39 años, escaló con éxito la ruta normal desde el lado tibetano con asombrosa rapidez tras haberse aclimatado en una de las cumbres de 8.000 metros del cercano Shishapangma. Aunque había un equipo de cámaras con él en la parte baja de la montaña, escaló en solitario de forma ininterumpida durante la noche del 23 de mayo, y consiguió recortar más de cuatro horas al anterior récord de velocidad para una ascensión por su ruta, que había establecido en mayo de 1995 otro italiano del Tirol del Sur, Reinhard Patscheider. En sólo 16 horas y 45 minutos, Kammerlander ascendió desde el Campo Base, a 6.400 metros, hasta la cima del mundo, a 8.848 metros de altura. A continuación, descendió esquiando casi toda la longitud de la misma ruta (no pudo utilizar los esquís en los tramos rocosos que, según afirmó, sólo sumaban 250 metros verticales) en seis horas y 45 minutos, con lo que realizó el viaje de ida y vuelta en un tiempo total realmente extraordinario de 23 horas y media. Patscheider había tardado 21 horas en ir de la base a la cima. A pesar de no haber utilizado oxígeno embotellado y, por tanto, de haberse sentido ligeramente embriagado a gran altura, Kammerlander regresó sano y salvo a su base, aunque mucho más delgado”.

 

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