Abrir una nueva ruta en una cara virgen de una cumbre completamente desconocida. Partir basándose únicamente en los prismáticos y la experiencia alpinística. Esta es la esencia de la escalada de alto nivel en el Himalaya. Al realizar la primera ascensión alpina del Hungchi, Charles Dubouloz y Symon Welfringer encarnaron la máxima expresión del alpinismo exploratorio, una oda a la conquista de lo absoluto. Una expedición apoyada por el fabricante francés de material Millet.
Los alpinistas galos salieron a las 5 de la mañana del 17 de mayo desde su campamento base avanzado a 5.300 m de altitud. Debido a la complicada aclimatación de Welfringer como consecuencia de una infección bronquial a su llegada, la partida fue incierta hasta el último momento. La ascensión se reveló sumamente técnica, con largos complejos hasta un collado situado a 6.580 m, donde pudieron construir un vivac improvisado.
A pesar del avanzado estado de fatiga de Symon, la inquebrantable determinación de la cordada basada en Chamonix les permitió alcanzar la cumbre a las 13.30 horas del 18 de mayo. Los dos montañeros acababan de completar la primera ascensión en estilo alpino del Hungchi. Sin embargo, quedaba aún lo más difícil. A pesar de las optimistas previsiones meteorológicas iniciales, las condiciones no tardaron en cambiar en la montaña. Con la llegada de la nieve y la niebla, comenzaba una carrera contrarreloj. El equipo tuvo dificultades para descender 300 m en pocas horas y decidió vivaquear en la pared a pesar del fortísimo viento.
Cuando se despertaron a la mañana siguiente, la nieve seguía cayendo. Welfringer y Dubouloz se enfrentaban a una elección determinante y se vieron obligados a adaptar su estrategia de descenso. Un tercer vivac ya no era una opción. Decidieron abandonar la tienda para ganar tiempo y optaron por descender por la cara opuesta, la este, una gran incógnita sin garantías de llegar al pie de la misma y sin camino de vuelta. Afortunadamente, fue una apuesta que dio sus frutos después de varias horas y numerosos rápeles, llevándolos de vuelta al otro lado del Hungchi, sanos y salvos.
