Iker Madoz tiene 27 años. Siguiendo las huellas de su padre, empezó de niño a andar por el monte. Con la adolescencia llegaron la escalada y el alpinismo. Primero descubrió Europa y más adelante el resto del mundo. Conocer nuevas culturas y aisladas montañas es la excusa para adentrarse en el terreno de la aventura, de lo desconocido, de las grandes escaladas. Cursando la formación de Guía de Alta Montaña, tenemos esta interesante charla con un joven navarro repleto de alegría e ilusión por lo que hace. Para Iker, la montaña es compromiso y amistad.
“Intentar subirte a una pared con poca información es bonito. Tienes que ir con ganas, al menos yo, porque cuando la incertidumbre pesa demasiado te echa para atrás. Vas aprendiendo a lidiar con ella. No es lineal. Hay temporadas del año en las que estás más centrado, la vida te va mejor y arriesgas más; y otras en las que tienes la cabeza en otro sitio y vas más tranquilo. No es sólo un deporte, es parte de la vida. La escalada tiene una gran vertiente psicológica”.