«Subo tres veces a la cima antes de intentar la “marca”. El día previo estoy con la familia de Nancy, su madre y su hermana Elena. Cuando comienzo a correr sólo quiero romperme físicamente, pues así podré aliviar la agonía que intensamente experimenta mi alma. Los demonios están de vuelta”.
En 2006, tras experimentar años atrás uno de esos trances que marcó negativamente su idilio con las montañas más altas del planeta, se dirige a la que era la montaña talismán y el orgullo de una de las personas más cercanas con la que pudo compartir experiencias y sueños comunes: el Aconcagua. Un buen amigo le había propuesto intentar un récord y grabar una película. Ni lo uno ni lo otro eran conceptos que le atrajesen. De hecho, a diferencia de muchos otros alpinistas, Egocheaga se ha caracterizado siempre por cuidar celosamente de su intimidad y por reservarse las narraciones de sus hazañas. Sus motivaciones siempre eran otras. Pero en esta ocasión accede al considerar que podría ser un bonito homenaje a Nancy, su compañera desaparecida en 2003 en el Gasherbrum I.