En la primavera del 2001, Pepe Garcés, junto a Carlos Pauner, Javier Barra y Javier Pérez, se propone hollar la cima de la montaña maldita. Esa con la que tenía una cuenta pendiente y en la que, años atrás, tres de sus compañeros de expedición -Lorenzo Ortiz, Javier Escartín y Javier Olivar- dejaron sus vidas, escribiendo una de las páginas más tristes del alpinismo aragonés.
El 22 de julio, a pesar de las dificultades derivadas de la meteorología adversa de los últimos días, Garcés y Pauner hacen cumbre. “La cima es un momento breve, escaso, donde tu preocupación está en los metros que aún te quedan por hacer para llegar a la seguridad del campo base”. Ese descenso será testigo de una nueva tragedia.