El K2, con sus 8.611 metros, es la segunda montaña más alta del planeta y, para muchos alpinistas, la más exigente. Situado en la cordillera del Karakórum, en la frontera entre Pakistán y China, su nombre evoca hazañas extremas, tragedias y un aura mítica. Sin embargo, detrás de cada expedición internacional que intenta conquistar su cima, se encuentra el colectivo de los porteadores locales, cuya historia rara vez se cuenta. Son ellos quienes cargan el material, montan los campamentos, se enfrentan a los mismos peligros que los escaladores y, pese a todo, suelen quedar relegados al anonimato. Precisamente, a darles voz y rostro se dedica el documental K2 and the Invisible Footmen (2015), traducido como K2 y los Porteadores Invisibles, dirigido por Iara Lee.
La película combina imágenes de gran fuerza visual con testimonios íntimos de los trabajadores de Gilgit-Baltistán, la región paquistaní que sirve de puerta de entrada al Karakórum. Su valor no reside únicamente en mostrar una gesta alpinística. Gira la cámara hacia los verdaderos sostenes de cada expedición subrayando un contraste doloroso. Mientras los escaladores extranjeros llegan con equipos sofisticados, seguros internacionales y cobertura mediática, los porteadores avanzan por las mismas laderas cargando decenas de kilos en la espalda, a menudo con ropa y calzado inadecuados. Y si la montaña se cobra una vida, el vacío que deja en sus familias rara vez trasciende más allá de la comunidad local.







