Si buscamos en el diccionario de la RAE el término “romanticismo”, tras encontrar varias referencias al movimiento cultural originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII, aparece descrito, en su cuarta acepción, como “sentimentalidad excesiva”. Deteniéndonos en el adjetivo de esta definición, no es difícil entrever cierta connotación negativa. Los excesos nunca son buenos. Seguramente, si pensamos en términos de una relación de pareja, ese romanticismo entendido como un sentimentalismo excesivo puede resultar perjudicial para nuestra salud mental. Es así cuando idealizamos tanto a una persona o a una relación que, al no lograrse lo esperado, acaba produciendo una gran insatisfacción por el incumplimiento de unas expectativas demasiado altas. Una relación sana difícilmente puede encontrar su pilar más estable en el puro sentimiento. Aceptemos entonces que esa definición arrojada por la RAE puede albergar cierto negativismo. Pero, como ocurre con tantos otros términos, al aplicarlos a la montaña se convierten en algo positivo. El romanticismo en ese entorno en donde buscamos hacer realidad nuestros sueños se aproxima mucho al concepto de belleza, de exploración, de orígenes, de aventura de los pioneros.
Hoy, si pensamos en el alpinismo, la gloria parece alcanzarse únicamente en esas 14 montañas que superan los 8.000 metros, cuando, en muchos casos, en la mayoría nos atreveríamos a decir, esas actividades están muy alejadas de la exploración y de la belleza, pareciendo ser más una cuestión económica que de habilidad y técnica para moverse en el entorno. Afortunadamente, existe otro tipo de actividad en la montaña que sí que busca enraizar con un pasado en donde la incertidumbre de la exploración en la búsqueda de la belleza era lo que movía a sus actores. La apertura en estilo alpino de una cara virgen en el Hungchi (7.029 metros), en la frontera entre Tíbet y Nepal, por parte de Symon Welfringer y Charles Dubouloz, bebe de esta esencia. En este número encontrarás una charla mantenida con el primero. Y este romanticismo no es exclusivo del alpinismo. Existe también en la escalada o en el correr por la montaña. Quizás sea más difícil verlo en actividades que suelen enmarcarse en el ámbito de la competición o de la consecución de un grado. Pero si pensamos en por qué empezamos a practicar estas disciplinas deportivas y no nos olvidamos de estos motivos, de la esencia, seguramente alcancemos ese romanticismo positivo.
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SUMARIO:
ALPINISMO DE VALORES EN EL HUNGCHI | SYMON WELFRINGER Y CHARLES DUBOULOZ. El compromiso
PRIMUS. Fuel Up Your Adventure
ESTACIONES DE MONTAÑA VALL DE NÚRIA Y BOÍ TAÜLL | Del blanco invernal al verde estival
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COMPARTIR (Y VIVIR) LA MONTAÑA. Un doble amor
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Equipo Kissthemountain