Aunque sea difícil de creer, existe un lugar en el mundo, a pocas horas de cualquier ciudad europea, donde reinan la paz y el silencio. Es una isla pequeña, sin asfalto ni contaminación al no circular vehículos a motor, con una naturaleza virgen y playas paradisíacas de aguas turquesas y una arena que abandona los lugares destinados al baño para llegar hasta las mismas puertas de casas blancas donde destacan el verde y el azul de sus ventanas. La Graciosa invita al descanso, a disfrutar del mar y del siempre presente sol, a descubrir todos sus rincones a pie o en bicicleta, o a dejarse llevar por una excelente gastronomía. Y todo, con el océano siempre presente bañando sus reducidos 29 kilómetros cuadrados de superficie que dan cobijo a unos 750 habitantes que se sienten orgullosos de vivir en la última isla en adherirse al continente europeo -fue declarada oficialmente como la octava isla del archipiélago canario en 2018- y que está a tan solo media hora en barco de Lanzarote.
Colores de la tierra y el fuego, rojos, amarillos y ocres, que contrastan con la más variada gama de verdes y azules de aguas cristalinas. Volcanes repartidos por toda su superficie y surgidos de llanuras doradas. Islotes que emergen del mar para, orgullosos, ser admirados. Un cielo inmaculado que es el hábitat perfecto para aves llegadas de todo el mundo. Fondos marinos que atraen bellas especies a jugar con ellos en un espectáculo incomparable. Playas vírgenes y solitarias de agua turquesa y arena blanca; y otras de arena dorada o volcánica. Senderos perfectos para recorrer todo su territorio a pie o en bicicleta. Un clima ideal durante prácticamente los 365 días del año. Todo esto y mucho más es La Graciosa, Parque Natural, Reserva de la Biosfera y Reserva Marina.