El jueves 12 de marzo de 1987, a medianoche, Christophe Profit comienza el gran desafío: la ascensión invernal en solo integral de las caras nortes de la mítica trilogía alpina, las Grandes Jorasses, el Eiger y el Cervino, en menos de 48 horas.
En unas 5 horas de escalada, y ante una enorme expectación mediática, el francés devora la cara norte de las Grandes Jorasses por el Espolón Croz. “¿Cansado?, para nada”, comenta a los periodistas allí presentes antes de lanzarse en parapente desde la cima para aproximarse más rápidamente al pie del Eiger, la segunda pared que pretende encadenar en un ejercicio pionero de alpinismo ligero, rápido y de inmenso compromiso.
Cae la noche cuando ya ha emprendido la temible cara norte que da cobijo a la localidad de Grindelwald. Un fallo en el frontal ralentiza su ascensión; se ve obligado a esperar a las primeras luces del día siguiente para hacer cumbre en esta segunda pared. Mientras que las Grandes Jorasses habían sido, en apariencia, un paseo dominical, Profit salió del Eiger mucho más agotado.
Aprovecha el vuelo en helicóptero al pie del Cervino para descansar y comer, y a las 14:30 horas del viernes 13 de marzo comienza la ascensión del gran coloso piramidal. Además de las dificultades técnicas, tiene que luchar contra la fatiga acumulada y la falta de sueño pero su carácter socarrón sigue intacto: “¡No me gustaría hacer una cuarta!“ exclama al llegar a la cima.
Un film histórico que, más allá de la cobertura mediática, nos descubre la historia entre bastidores de este increíble proyecto, los avatares de sus preparativos y la personalidad de su autor, un artista de paredes verticales que concentra en la punta de sus dedos la energía y los reflejos de la vida misma.