“Los que vivimos cerca de una montaña, la observamos desde una edad temprana desde la distancia. La evolución de sus formaciones nubosas, los rosados atardeceres proyectados sobre la nieve, las preciosas nubes lenticulares… Es muy fácil sentir fascinación ante tanta belleza, especialmente marcada por los continuos cambios de luz que se producen a lo largo del día y de las estaciones. Desde pequeño veía a la montaña inalcanzable. No me imaginaba caminar sobre sus laderas heladas, y mantenerme en pie con los fuertes vientos que levantan la nieve suelta a alturas considerables. No sé qué surgió antes, si mi pasión por la fotografía o por la montaña. Lo que sí sé es que no pude evitar acudir a esa llamada”.