“La montaña que me llevó al límite más absoluto fue sin duda el Manaslu. El aire estaba cargado y esto provocó fuertes tormentas. Una de estas tormentas nos tomó por sorpresa. Fue un infierno increíble. No había escapatoria. Fueron los minutos más difíciles de toda mi vida. Cuando regresé del Manaslu, caí en una profunda depresión. La expedición había fracasado trágicamente: dos de mis mejores amigos murieron en la montaña. No sabía cómo seguir, en ese momento la montaña se había convertido en mi enemiga. En el K2 dejé atrás el plan de hacer los 14 ochomiles porque lo único que veía era el Manaslu. Volver ahí sería demasiado doloroso”.
Su conexión con las montañas comenzó cuando, a los ocho años, siguió a unos turistas hasta la cima del Moostock, experimentando una emoción tan profunda que marcó su vida. Desde entonces, su pasión por la montaña se convirtió en su razón de ser. Su historia refleja un compromiso profundo con el medio y una determinación excepcional para enfrentar los desafíos más grandes que el entorno natural pueda presentar.
En la biografía de Hans Kammerlander se pueden contar más de 2.500 ascensiones, unas 50 nuevas rutas y 60 solos integrales en grandes paredes alpinas. Holló doce de los catorce ochomiles, siete de ellos junto con Reinhold Messner. Descendió esquiando desde la cumbre del Everest y por los escarpados flancos del Nanga Parbat. Con Messner, rodeó su tierra natal, el Tirol del Sur, haciendo la integral de los Alpes del Tirol -1.200 km y 100.000 D+- en seis semanas. Además, entre otras, cruzó las dos caras norte del Ortler y el Großer Zinne en 24 horas, escaló las cuatro aristas del Cervino en esa misma referencia temporal, y se convirtió en el primer alpinista del mundo en escalar las Segundas 7 Cimas.
Mediante imágenes de archivo, entrevistas, y magníficas reconstrucciones dramáticas, MANASLU repasa los mayores logros y las pérdidas más dolorosas de la trayectoria de Kammerlander, uno de los mejores alpinistas de la historia, que vive el presente preguntándose cómo sobrevivió mientras sus mejores amigos perdían la vida en la montaña.
“Nunca me interesó el número 14. Me interesó el camino. No tengo interés en ser el hombre de mayor edad que asciende un ochomil. Mi objetivo es, cuando tenga 90 años, sentarme en la cima de la montaña de mi patio trasero, el Moostock, donde comencé a los 8 años. Entonces seré feliz porque será un maravilloso cierre de círculo. Mis montañas se harán más pequeñas y en algún momento sólo saldré a caminar por el prado”.
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