Marc Batard

La huella de una vida en vertical

Dirección: Gilles Perret

Canal: Marc Batard

Año: 2020 | Duración: 25:21

Video+alpinismo

En el extenso universo del alpinismo, algunos nombres resuenan como un eco capaz de reverberar a lo largo de distintas generaciones. Marc Batard, nacido en 1951 en Francia, es uno de ellos. No solo por la magnitud de sus ascensiones, sino por el modo en que supo transformar la montaña en un territorio de superación personal. Su historia es la de un hombre que encontró en las cumbres la manera de reencontrarse a sí mismo, uniendo una larga lucha interior con ascensos vertiginosos y una capacidad inusual para desafiar los límites de la resistencia humana.

Batard comenzó a escalar en los Pirineos franceses en plena juventud, curtido en un entorno donde la técnica y la audacia eran imprescindibles. Pronto destacó por su estilo rápido, directo, casi impetuoso. Mientras otros alpinistas buscaban la seguridad en la prudencia, él perseguía un tiempo distinto, el de las ascensiones fulgurantes, anticipando lo que décadas después se llamaría speed climbing.

Su salto al Himalaya llegó en los años setenta y ochenta, en un momento en que la exploración de los ochomiles aún conservaba un aura épica. Batard participó en expediciones al Annapurna, Makalu o Cho Oyu alternando éxitos y derrotas, pero siempre reafirmando su condición de alpinista capaz de moverse con ligereza en escenarios extremos.

En 1975 alcanzó su primera cima de más de ocho mil metros, el Gasherbrum II, abriendo una nueva ruta por la arista sur. Una década después clavaba su piolet en lo más alto del Dhaulagiri, tras una dura ascensión invernal en diciembre de 1987, para posteriormente, en la primavera de 1988, alcanzar en solitario y en tan solo 18 horas la cima del Cho Oyu, y en 19 horas la del Makalu por el espolón suroeste. Cada ascensión reforzaba su nombre en el círculo del himalayismo, pero también su estilo personal: rapidez, poco material, siempre sin oxígeno y una enorme determinación. El punto culminante de su carrera llegaría meses después de estas ascensiones rápidas con una más, en esta ocasión, al techo del mundo. En septiembre de ese año, el Everest veía como un pequeño escalador francés se convertía en el primer hombre en alcanzar su cumbre en solitario y sin oxígeno en menos de 24 horas. Era una hazaña casi inconcebible en su tiempo. La altura extrema, el frío cortante y la falta de aire lo convertían en un desafío no solo físico, sino también mental. La prensa lo bautizó como el “sprinter del Everest”, un título que reconocía la mezcla de audacia y resistencia que marcó su trayectoria. Después de su récord en el Everest, Batard, de 1,67 metros de altura, pesaba únicamente 46 kilos.

Tras aquella gesta, decidió retirarse progresivamente del alpinismo de élite. Durante años se mantuvo alejado de la gran altitud, dedicándose a la pintura y a compartir su experiencia con jóvenes generaciones. Pero la montaña nunca dejó de llamarlo. En 2022, con más de 70 años, regresó al Himalaya para intentar de nuevo el Everest, demostrando que la pasión por las cumbres no se rinde al calendario.

Marc Batard no es solo un nombre en la historia del alpinismo. Es la prueba viviente de que la montaña, en su silencio y su grandeza, ofrece siempre una segunda oportunidad a quienes saben escucharla. Su legado se sostiene en la velocidad de un récord, en la profundidad de una vida entregada a las cumbres y en la épica de un hombre que nunca dejó de buscar su verdadero horizonte.

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Canal: Marc Batard

Año: 2020 | Duración: 25:21

Video+alpinismo

En el extenso universo del alpinismo, algunos nombres resuenan como un eco capaz de reverberar a lo largo de distintas generaciones. Marc Batard, nacido en 1951 en Francia, es uno de ellos. No solo por la magnitud de sus ascensiones, sino por el modo en que supo transformar la montaña en un territorio de superación personal. Su historia es la de un hombre que encontró en las cumbres la manera de reencontrarse a sí mismo, uniendo una larga lucha interior con ascensos vertiginosos y una capacidad inusual para desafiar los límites de la resistencia humana.

Batard comenzó a escalar en los Pirineos franceses en plena juventud, curtido en un entorno donde la técnica y la audacia eran imprescindibles. Pronto destacó por su estilo rápido, directo, casi impetuoso. Mientras otros alpinistas buscaban la seguridad en la prudencia, él perseguía un tiempo distinto, el de las ascensiones fulgurantes, anticipando lo que décadas después se llamaría speed climbing.

Su salto al Himalaya llegó en los años setenta y ochenta, en un momento en que la exploración de los ochomiles aún conservaba un aura épica. Batard participó en expediciones al Annapurna, Makalu o Cho Oyu alternando éxitos y derrotas, pero siempre reafirmando su condición de alpinista capaz de moverse con ligereza en escenarios extremos.

En 1975 alcanzó su primera cima de más de ocho mil metros, el Gasherbrum II, abriendo una nueva ruta por la arista sur. Una década después clavaba su piolet en lo más alto del Dhaulagiri, tras una dura ascensión invernal en diciembre de 1987, para posteriormente, en la primavera de 1988, alcanzar en solitario y en tan solo 18 horas la cima del Cho Oyu, y en 19 horas la del Makalu por el espolón suroeste. Cada ascensión reforzaba su nombre en el círculo del himalayismo, pero también su estilo personal: rapidez, poco material, siempre sin oxígeno y una enorme determinación. El punto culminante de su carrera llegaría meses después de estas ascensiones rápidas con una más, en esta ocasión, al techo del mundo. En septiembre de ese año, el Everest veía como un pequeño escalador francés se convertía en el primer hombre en alcanzar su cumbre en solitario y sin oxígeno en menos de 24 horas. Era una hazaña casi inconcebible en su tiempo. La altura extrema, el frío cortante y la falta de aire lo convertían en un desafío no solo físico, sino también mental. La prensa lo bautizó como el “sprinter del Everest”, un título que reconocía la mezcla de audacia y resistencia que marcó su trayectoria. Después de su récord en el Everest, Batard, de 1,67 metros de altura, pesaba únicamente 46 kilos.

Tras aquella gesta, decidió retirarse progresivamente del alpinismo de élite. Durante años se mantuvo alejado de la gran altitud, dedicándose a la pintura y a compartir su experiencia con jóvenes generaciones. Pero la montaña nunca dejó de llamarlo. En 2022, con más de 70 años, regresó al Himalaya para intentar de nuevo el Everest, demostrando que la pasión por las cumbres no se rinde al calendario.

Marc Batard no es solo un nombre en la historia del alpinismo. Es la prueba viviente de que la montaña, en su silencio y su grandeza, ofrece siempre una segunda oportunidad a quienes saben escucharla. Su legado se sostiene en la velocidad de un récord, en la profundidad de una vida entregada a las cumbres y en la épica de un hombre que nunca dejó de buscar su verdadero horizonte.

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