Habría sido como un sueño convertido en realidad dar los últimos pasos en 1950 junto a Maurice Herzog y Louis Lachenal hacia la cima del Annapurna, el primer ochomil cuya cumbre recibió la visita de un ser humano. Desconozco si Reinhold Messner sonreía con orgullo en la cima del Everest, en 1978, tras haber demostrado al mundo del alpinismo que era posible hollar su cima sin el uso de oxígeno suplementario. Envidio al piloto del helicóptero que llevaba a Christophe Profit, en 1987, camino de la base del Matterhorn, tras haber ya superado las caras norte de las Grandes Jorasses y del Eiger, para terminar de escribir parte de la historia del alpinismo rápido, del speed climbing, con la Trilogía Invernal. Cuánto habría disfrutado presenciando a Marco Siffredi realizar el primer descenso del Everest por el corredor Norton con una tabla de esquí, o sentado al pie de una vía viendo a Patrick Edlinger bailar sobre la roca con su estilo incomparable. Todos estos pioneros de la actividad en la montaña iban acompañados de material de MILLET, como también lo hacían nombres como los de Walter Bonatti, René Desmaison, Éric Escoffier, Françoise Aubert, Jean Christophe Lafaille, François Damilano, Jean Annequin, Yannick Graziani, Eva Walker o Symon Welfringer. Eran otros tiempos. Los materiales eran diferentes, las decisiones sobre cuestiones meteorológicas eran tomadas a veces únicamente utilizando la intuición, existía incertidumbre en cuanto a la ruta por la que se progresaba camino de una cima y de la historia… Era, al fin y al cabo, un camino hacia lo desconocido en el que los pioneros de la montaña eran acompañados por Millet, que facilitaba sus movimientos y su motivación para que pudieran progresar con serenidad y escuchar únicamente su propia voluntad. Estábamos en los primeros 100 años de historia de la marca tan vinculada a la localidad de Chamonix.
La montaña siempre es cambiante. Hoy, la incertidumbre se cierne en otros aspectos que tienen más que ver con el cambio climático. Nuestra forma de aproximarnos a la montaña debe cambiar porque desconocemos qué ocurrirá con ella en los próximos años. Nuestros principales desafíos cambian, porque lo desconocido tiene en nuestros días más que ver con la salud de nuestro entorno. MILLET acepta ese reto, preparándose para vivir los próximos 100 años de su historia.