Aún no ha amanecido en la pista de atletismo de la Universitat Jaume I de Castellón, y cientos de corredores esperan ya posicionados en la línea de salida a que se inicie la cuenta atrás que marque el inicio de una gran batalla. Observar los rostros y las miradas de los que allí se congregan es un espectáculo que para muchos se convierte en un ejercicio empático.
Ojos que se cierran buscando en el interior de uno mismo. Miradas perdidas que no apuntan hacia ningún sitio en concreto. Parpados que permanecen abiertos mostrando unos ojos que dan la impresión de no estar captando imágenes. Sonrisas nerviosas. Expresiones, si no de miedo, de mucho respeto. Todo es concentración pura. El día marcado en el calendario ha llegado. Es uno de los objetivos del año. Deseos de que nada falle, cuando la experiencia certifica que no son muchos los días en los que todo sale como uno espera.
Por delante, unos 60 kilómetros que, por extraño que parezca, trascurren muy rápidamente. La MiM es una carrera en la que se corre mucho. Exige algo que otras pruebas no. No hay respiro. Si pierdes el tren de las primeras posiciones, es muy difícil reengancharte a la carrera. Todo se decidirá probablemente en los últimos kilómetros a los que hay que llegar en los puestos de cabeza si quieres alcanzar tu sueño. Y esto requiere estar concentrado desde antes de que speaker indique que el espectáculo ha comenzado.