Patrick Edlinger crea ante nuestros ojos su mito.
La vida en la punta de los dedos es mucho más que un film de escalada; es una película de culto. El solo integral, los movimientos precisos en la pared vertical, el escalador colgado de una sola mano sobre el abismo, los latidos del corazón y la respiración al unísono con unos compases de música sintética -Kraftwerk, The Alan Parson Project- provocan una visión hipnótica, mientras que el discurso con tintes libertarios recuerda algunos de los valores de la contracultura.
Durante el rodaje, Gilbert Loreaux, cámara de la película, sugirió dejar una cuerda en la ruta, por si acaso… “Edlinger nunca lo quiso. Comentó que le molestaría y nos dijo que no nos preocupásemos, que no había riesgo. Se jugaba la vida, y quería hacerlo a fondo, sin tonterías. En todo caso, estaba seguro de sí mismo. Tenía una confianza terrible“.
Por su parte, Ópera vertical, una de las primeras películas de la disciplina, se muestra tan fascinante o más que una cinta moderna con tecnología cinematográfica avanzada. El film, realizado también por Jean-Paul Janssen, presenta la escalada al gran público y eleva a los escaladores a héroes modernos que parecen despreciar el riesgo y la muerte. De lo más bello que puede verse en el mundo de lo vertical.