“Las montañas, los Himalayas, son un cruce de caminos. Llevan a un mismo lugar. Muchas personas de países diferentes se mueven por las montañas. Y nos encontramos en un punto y nos conocemos desde hace años y nos convertimos en un equipo. Es difícil decir que somos de países diferentes porque somos de un solo país: las montañas”. Ueli Steck
El Annapurna mide 8.091m. Una de las montañas más peligrosas de la tierra. El 40% de aquellos que intentan escalarla perecen en el intento. Su cara sur obliga a quien quiere escalarla a atravesar una arista de 7km. Caminar por esa arista supone permanecer varios días a una altitud extrema. Un esfuerzo especialmente peligroso para aquellos que escalan de la forma más pura: sin suplementación de oxígeno.
Campo V del Annapurna y todo el mundo tose. Así es la vida a 7.800 metros de altura. ¿Mañana cima? Se preguntan. Estamos listos contesta Bolotov. El primero en salir de la tienda fue Iñaki, seguido de Horia y Bolotov. Aún estaba oscuro y entonces fue cuando comenzó todo. Se separan sólo un instante. Horia buscaba un camino por la izquierda y Bolotov por la derecha. Iñaki dijo que era peligroso progresar sin cuerda en aquel tramo y decidió dar la vuelta. Horia también decidió descender. Ya de nuevo en la tienda Iñaki le mostró las congelaciones a Horia. No era posible escalar el Annapurna en ese estado. Fue entonces cuando empezó a decir cosas inconexas.
Horia llamó a Ueli: “Iñaki no está bien, necesitamos refuerzos”.
“De acuerdo, vamos para allá”. Contestó Steck.
Steck sabía que era complicado, que quizás solo les quedaban 24 horas de vida, pero su deber era ir y ver qué se podía hacer. Llevar un helicóptero a esa altura era inviable, así que Nima Nuru alertado por Nancy Morin se propuso subir con un equipo de rescate y oxígeno a esa altitud a pie. Él mismo y Sergei Bogomolov buscaron a montañeros disponibles que estuvieran ya aclimatados. Reclutaron a Denis Urubko, quien no dudó ni un instante en sumarse a las tareas de rescate sin condición alguna. Más tarde se unió Don Bowie, quien vio una alerta en la red. Mihnea Radulescu también vio que en internet buscaban alpinistas aclimatados para ayudar en el rescate. Mihnea le explicó a su compañero Alex Gavan la situación y se dijeron: “También vamos”. No le dieron muchas vueltas. Simplemente fueron. En el coche se encontraron con Robert Szymczak que no sabía qué plan había, pero la intención era llegar lo más alto posible para ayudar en el rescate.
Cuando Alexei Bolotov bajó de la cumbre también se dio cuenta de que no podían dejar allí a Iñaki. Horia animó al tercero de cordada a descender. Horia permanecería con Iñaki a la espera de ayuda. Lo que no sabía es que les esperaban aún muchas horas hasta que los primeros refuerzos llegaran a 7.000 metros.
El rescate de Iñaki Ochoa de Olza congregó una gran cantidad de alpinistas de altísimo nivel que no quisieron dejar a merced de la montaña a un compañero. Todos ellos acudieron al rescate porque era lo que debían hacer. Nada heroico, solamente la necesidad humana de ayudarse unos a otros para sobrevivir.