¿Alguna vez has intentado sentir las montañas, percibir todo lo que tienen que ofrecer, más allá de los “paisajes impresionantes”? Este es el mundo de Gabriel, su montaña. Porque para Gabriel Tschurtschenthaler, los “paisajes impresionantes” simplemente no existen. Descubrió de niño que sus ojos no funcionaban como los de los demás. Durante su adolescencia, las cosas no mejoraron. Al contrario: el mundo se volvió progresivamente más opaco, borroso, reduciéndose a un revoltijo de luces y sombras. Y es por eso que a Gabriel le encantan los amaneceres y atardeceres: no por los colores que tiñen el cielo, ni por las increíbles tonalidades que pintan la roca, sino porque cuando hay menos claridad es capaz de distinguir las luces y sombras.
La cresta, empinada y expuesta, se eleva frente a ellos, contrastando con el cielo azul claro. Los picos de color blanco grisáceo de los Alpes orientales se extienden por todas partes. Sin embargo, los tres escaladores no se distraen con el impresionante panorama. Están enfocados en sus movimientos. Nada más importa ahora. Paso a paso, roca a roca, avanzan hacia arriba. Su objetivo es el Hintergrat, una de las vías más bonitas hacia la cumbre del Ortles.