“He crecido en las montañas, pero cuando decidí encaminar mi vida de una manera más seria hacia este mundo, tuve una experiencia que me marcó mucho en el Cervino. A veces infravaloramos las cosas porque no son un ochomil y fui un poco crecida. Estuve a punto de morir. Fue una experiencia muy dura con tres noches colgada arriba. Ahí aprendí que la montaña es la que manda y que no es ninguna broma. Te das cuenta de que no somos nada y de que todo esto es mucho más grande que nosotros. Aprendí un montón. A partir de ahí siempre he ido con mucho respeto. No puedo hablar de miedo porque creo que la gente que se mueve en este mundo, sobre todo en los ochomiles, no tenemos sensación de miedo sino más bien de respeto, de ir todo el tiempo con pies de plomo y superando los momentos de duda. En el Nanga Parbat, por ejemplo, iba con un grandísimo respeto. La gente me preguntaba si estaba segura y algunos seres queridos me pedían que no fuera. Hice una cena antes de irme con la familia y se despidieron de mí. Vi el terror en sus miradas cuando les dije adiós. Se despedían de mí llorando, como si fuera para siempre. Decidí no hacer este tipo de despedidas. Es muy difícil irte viendo las miradas de tus seres queridos. Ahí te das cuenta de que estás dando un salto enorme. Pero después, estás en la montaña, viviendo el día a día, y la sensación de miedo sólo la tienes cuando eres consciente de que estás pasando los límites físicos de tu cuerpo, cuando te vas quedando sin energía y el organismo te dice basta. Entras en un juego mental en el que tienes que estar todo el tiempo sobre la línea de vivir o morir, porque si sobrepasas tus límites físicos, no vuelves a casa. Pero, por otra parte, tienes que forzarlos porque si no a 7.000 metros te irías a casa. Es un juego mental y físico muy duro”.
A Stefi Troguet nadie le ha regalado nada en el mundo de la montaña. Tenía el sueño de escalar las cimas más altas del planeta y no dudó en apuntarse a expediciones comerciales que formaron parte de su aprendizaje y evolución inicial. En 2019, su nombre comenzó a sonar dentro del mundo del alpinismo al hacerse con la difícil cumbre del Nanga Parbat, su primer paso en la siempre complicadísima carrera por los 14 ochomiles.