Asegurar las pistas, desencadenar avalanchas, rescatar a los heridos leves o a los implicados en accidentes graves… es el trabajo de hombres y mujeres que, de sol a sol, se enfrentan a las condiciones más extremas de la montaña.
Según la creencia de algunas religiones, un Ángel de la Guarda es un ser que cada uno de nosotros tenemos asignado para protegernos, cuidarnos y guiarnos en distintas facetas de nuestras vidas. Utilizamos las mayúsculas para nombrar a este ente al ser un término que proviene de la religión. Casi todos tenemos algún amigo con una suerte especial que ante circunstancias que podrían resultar catastróficas siempre encuentra una salida airosa. Decimos que esa persona “tiene un gran Ángel de la Guarda”. Seguimos utilizando las mayúsculas al entender que esta expresión tiene herencia de lo divino. Por último, existen otras personas que velan por nosotros cuando nos adentramos en territorios nevados con un par de esquís o tabla de snowboard bajo nuestros pies, apareciendo justo cuando más los necesitamos, y que comienzan a trabajar cuando aún es de noche para encargarse de que en los entornos esquiables únicamente tengamos que preocuparnos por disfrutar, en una labor inmensa que sólo valoramos cuando sufrimos un accidente y acuden a nuestro rescate, pero que en la sombra realizan numerosas tareas fuera de nuestros ojos. Estas personas reciben el nombre de “Ski Patrollers” o, como también se les conoce, sin hacer valer a mi juicio todo aquello que realizan, “pisteros”. Y ellos y ellas son ángeles de la guarda, ahora con minúsculas porque son hombres y mujeres de carne y hueso que con su labor hacen que disfrutemos de aquello que más nos gusta con la mayor seguridad posible dentro de un entorno que ya de por sí entraña los riesgos inherentes a la alta montaña. Este vídeo, centrado en la figura de Hubert Couttet, responsable de garantizar la seguridad del dominio esquiable de Grands-Montets, en el valle de Chamonix-Mont-Blanc, es un homenaje a todos ellos.