25 Sep LOWA. 100 AÑOS DE HISTORIA. Camino de esa cima
Texto por Kissthemountain
100 años es mucho tiempo, más del que parece haber transcurrido cuando oímos que algo data de 1923. En términos familiares, son unas cuatro generaciones las que van desde el bisabuelo al bisnieto. Si pensamos en el mundo corporativo, no es nada fácil que una empresa, y más un negocio familiar, perdure esos años en el tiempo. En 1923, ya existían empresas como General Electric, Coca-Cola o Nikon. Son algunas más las que operaban en los tiempos post I Guerra Mundial, conocidos como “Los felices años 20”, que han llegado a nuestros días, pero no demasiadas. Mantener una empresa durante 100 años exige una gran determinación, en forma de esfuerzo y motivación. Y eso no es nada fácil.
En este año, en 2023, LOWA, la marca de calzado que es hoy una referencia en todo el mundo, cumple 100 años. Poco podía imaginar su fundador, LOrenz WAgner, que aquel negocio familiar que comenzaba a operar en Jetzendorf (Alemania), en unas instalaciones de poco más de 15 metros cuadrados, se convertiría en lo que es hoy en día, más si pensamos que sólo seis años más tarde estallaría el crac del 29, al que seguiría 10 años después el inicio de la II Guerra Mundial. Más cercana a nuestros días, podríamos hablar de la crisis originada en 2020 por un virus cuyo origen parece que estuvo en la ciudad de Wuham, en China. O de la crisis financiera de 2008, representada en la quiebra de Lehman Brothers. O en la de los años 70 del pasado siglo. Si nos documentamos, no nos costaría encontrar muchísimos otros ejemplos de períodos convulsos a los que sólo las empresas con los cimientos más estables pueden sobrevivir.
Puede que en el párrafo anterior haya alguna imprecisión. No es importante. Lo que me gustaría resaltar es que LOWA ha tenido que sobreponerse a las dificultades propias de un siglo de existencia. Reinventarse, buscar vías alternativas para alcanzar sus objetivos, saber esperar el momento oportuno, tomar decisiones en condiciones de incertidumbre total, arriesgarse sabiendo que en muchas ocasiones alcanzar determinado punto no depende de uno mismo… Es, en definitiva, un ejercicio de supervivencia, quizás no tan diferente al que puede vivir un solitario alpinista cuando trata de hollar una cumbre desconocida enfrentándose a condiciones técnicas y meteorológicas extremadamente adversas. Me gusta pensar que hacer que un negocio, un proyecto empresarial, perdure durante tantos años es una misión similar a la de ascender una gran montaña por una vía aún por descubrir.
1923-1957
ORIGENES Y PRIMEROS AÑOS
“Yo, el hijo mayor de nuestra familia, heredé la propiedad de nuestros padres, que consistía en algunas tierras de cultivo y una zapatería. Era comprensible que mi objetivo fuera crear una empresa a partir de una pequeña y estrecha zapatería, por muy imprudente que este plan haya parecido a muchos en la zona”.
Lorenz Wagner | Fundador de LOWA
Lorenz Wagner era el mayor de tres hermanos que vivían en la localidad bávara de Jetzendorf. Su padre les enseñó el oficio de zapatero. A su muerte, cada uno de ellos emprendió su propio camino en el negocio del calzado creando tres empresas de éxito -Lowa, Hanwag y Hochland- aprovechando la gran demanda de calzado existente en estos años, ya que más allá de desplazarse a pie, pocos elementos de transporte existían.
Lorenz heredó el negocio de sus padres. Junto a su esposa, Therese, se empeñó en convertir su pequeña zapatería rural en una gran compañía, para lo que adquirió sus primeras máquinas cuando la empresa aún no se llamaba LOWA. En 1930, según queda constancia en registros de la época, la empresa empleaba a seis hombres y a una mujer, que trabajaban en una pequeña fábrica de 15 x 6 metros. Ese mismo año se unía al proyecto Josef Lederer, un ambicioso aprendiz que años más tarde se casaría con Berta Wagner, hija de Lorenz, y tomaría las riendas del negocio. Todo quedaba en casa.
En sus inicios, el negocio principal de Lorenz Wagner era la fabricación en cuero de zapatos bávaros Haferl. Poco más tarde, y aprovechando la popularidad que empezaban a coger los deportes alpinos, la empresa comenzó a fabricar calzado deportivo en forma de botas de montaña y de esquí. Era 1936 cuando veía la luz la primera generación de botas de esquí. Quedaba poco para que estallase la II Guerra Mundial, momento que la empresa aprovechó para fabricar calzado utilizado por los soldados de infantería de montaña.
En los duros años de postguerra, se hace más necesaria aún la reinvención. Son momentos en los que se amplía su gama de productos. La empresa comienza a llamarse LO(renz) WA(gner). Habría que esperar hasta 1957 para que ese aprendiz, Josef Lederer, casado con la hija de Lorenz, y su cuñado Josef Warner crearan LOWA KG y adoptaran una estrategia de marketing centrada en la colaboración con alpinistas profesionales, a los que proporcionaban material para las importantes expediciones de los siguientes años.
Habían trascurrido 34 años y la empresa, ahora ya sí con el nombre de LOWA, había demostrado una gran capacidad para adaptarse a distintas situaciones que incluían una Guerra Mundial, una dura postguerra y un conflicto, el de Corea, que encareció el precio del cuero. Volviendo al símil de nuestro alpinista solitario, LOWA había sabido superar duras condiciones meteorológicas en terrenos realmente expuestos y técnicos. No había sido fácil, pero el camino hacia la ansiada cumbre estaba cada vez más cercano. Habría más dificultades, seguro, pero la determinación de ese pequeño hombre ante la inmensidad de las montañas era también muy grande.
1957-1997
EL CRECIMIENTO Y LA ADAPTACIÓN
En la década de los 60, LOWA emplea ya a 95 personas, generando una facturación cercana a los 2,5 millones de marcos con los que adquiere un sistema de vulcanización y una máquina de moldeo por inyección de poliuretano para fabricar botas de esquí. Más tarde, con la ayuda de un sistema de aire inflable, consigue moldear el interior de la bota de esquí. Es el nacimiento de la LOWA AIR, un gran éxito de ventas durante los siguientes años. Eran esfuerzos en los que hoy se conoce como I+D, cuando ese nombre no había sido ni tan siquiera imaginado. Nuestro alpinista solitario había sabido adaptarse a las condiciones cambiantes camino de una cima virgen por una vía desconocida.
A partir de entonces, se produce la internacionalización que hace que el número de empleados crezca hasta los 100 en 1983. En 1992, tras cambios generacionales anteriores que hicieron que el mando de LOWA hubiera recaído sobre Stefan Lederer, hijo de Josef, y tras desarrollar la gama de calzado de trekking y botas de montaña ligeras, LOWA atraviesa dificultades económicas que culminan con su adquisición por la empresa italiana TECNICA. Son momentos de adaptación que sirven para optimizar los procesos de LOWA. Son medidas necesarias que nuestro alpinista solitario tiene que tomar en aras de su propia supervivencia antes que renunciar a la ansiada cima.
1997-2023
DESDE LA REVOLUCIÓN RENEGADE HASTA NUESTROS DÍAS
En 1997, ve la luz el modelo RENEGADE, que supuso una gran revolución en el mercado de las botas de montaña que ha llegado incluso hasta nuestros días, más de 25 años después. Hoy son cientos de miles de montañeros los que cada año siguen confiando en este modelo.
En 2000, LOWA vende un millón de pares de zapatos; su planta de producción alcanza los 7.000 metros cuadrados frente a los 15 iniciales. En 2010, la cifra de ventas llega a los 2 millones de pares, comercializando ya incluso en Estados Unidos, China o Australia. En 2019, Alexander Nicolai se convierte en director general y dirige LOWA junto con Werner Riethmann. En este mismo año, LOWA adquiere Riko Sport, su socio de producción desde hace mucho tiempo. La ubicación de desarrollo en Italia se conoce como LOWA R&D y la producción de Eslovaquia como LOWA Production. Son ya más de 2.000 personas las que trabajan en la empresa.
Hoy, LOWA celebra su centenario produciendo más de 3 millones de pares de zapatos, confirmándose como uno de los fabricantes de calzado outdoor más importantes del mundo, operando en un mercado de 80 países.
Nuestro alpinista ha llegado a la cima superando todo tipo de dificultades. Seguro que allí, en soledad, hace balance de todo lo luchado para alcanzar ese momento decisivo. Siempre es bueno, aunque infrecuente, detenerse para reflexionar sobre lo logrado. Pero aún no ha terminado su expedición. Hasta que no se vuelve al campo base no puede darse por finalizada. El camino hacia él traerá satisfacciones, pero también dificultades. Es la vida misma.
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