21 Ene David Palmada “Pelut”. Mecánica pura.
Texto: Álex Colomina | Kissthemountain
David Palmada “Pelut” es conocido en el mundo de la montaña por sus actividades de escalada artificial extrema. Colgado de una cuerda desde la infancia, aprendió de clásicos escaladores en Montserrat donde desarrolló su talento. A sus espaldas atesora aperturas en todo el mundo, desde Estados Unidos a Pakistán o Baffin… Amigo de las paredes rotas y de la roca de dudosa calidad, “Pelut” nos brinda una sincera conversación sobre sus orígenes, evolución y visión de la escalada. Una persona que derrocha motivación y energía que contagia a todo su entorno.
Kissthemountain: Hola David. Estamos encantados de hablar contigo. Por lo que sabemos, has tenido un verano movido, entre un viaje a Estados Unidos con mucha escalada y la apertura de una línea que hace tiempo tenías en mente en Alcoy: Guadaña Man (A5/6a), 190m.
David Palmada “Pelut”: Hola Álex. La verdad es que todo ha ido muy bien. Siempre, cuando acaba el año, pienso que no he hecho actividad, pero lo cierto es que he escalado un montón. No le doy importancia a lo que hago. Voy haciendo y sumando… La vía de Alcoy la abrimos después del viaje a Estados Unidos. Volví muy motivado. Tenía vista la línea hacía cinco o seis años como mínimo. Fui allí a una proyección. Había escaladores locales de la “old school” y me dijeron que tenían una pared de las que me gustan a mí, de ésas que se caen a trozos. Desde que la vi, me enamoré, pero no me cuadró ir a hacerla hasta ahora. Al volver de América, Álex, el colega que vino conmigo, cogió unos días de fiesta. Fuimos y lo pasamos genial. Es una vía de las que te marcan.
K: Y más cuando llevas con esa idea tanto tiempo en la cabeza.
P: Así es. Yo soy un tío muy cabezón con lo que me marco. Cuando se me cruza una pared, no puedo parar hasta escalarla.
K: Para el tipo de escalada que haces, imagino que debes de ser insistente. Voy a subir por ahí sí o sí…
P: Al final, también me llama si veo líneas. Si la pared no se puede escalar, no la pruebo. Lo que ocurre es que en artificial casi todo se puede hacer. Tienes que echar más o menos valor, pero casi todo es posible. La escalada de Alcoy es de esas vías que suben un poco el listón. Es escalar entre bloques, como el que escala en hielo frágil. Hay que tener un control de la maza muy bueno para colgarte allí.
K: ¿Cuándo empezaste a escalar?
P: A escalar empecé sobre los 12 años. Las primeras veces que me colgué de una cuerda fue a los ocho o nueve. Mi madre me apuntó, muy a mi pesar, a un grupo de scouts. Los monitores de esos grupos eran escaladores y alpinistas de la época. Esas personas me llamaban la atención. Yo, desde pequeño, siempre he sido un tío de ideas fijas. Cuando algo me gusta, lo llevo hasta el final. De esto me he dado cuenta con el paso de los años. Yo veía a esos tíos con las mochilas, las cuerdas, los plumas azules y rojos… Y yo quería. Ahí me empecé a iniciar: el primer rápel, la primera tirolina… Aún guardo la cicatriz de un mosquetón que me reventó la axila en un puente de mono [Risas]. Esa fue la llamada de lo oscuro. Ahí supe que yo lo tenía que hacer.
K: ¿Qué te llamó la atención desde los primeros momentos? ¿Por qué sabías que eso era lo que querías hacer?
P: La sensación que me transmitía. Querer escapar de la rutina del día a día. En esa época, supongo que sería alejarme del colegio e irme a la montaña con el grupo scout o con mis amigos. ¡Y a ver si me llevaban, porque yo era un palizas! Al principio no quería ir y, después, a la hora de marcharme, tenía que venir mi madre a recogerme, ya que no quería salir del grupo. Ahí se creó esa conexión que iba a más. Por suerte, he tenido unos monitores geniales y siempre fui descubriendo cosas. Me compré mi primera cuerda de 30 metros, unos pies de gato, la bolsa de magnesio y a escalar… Si no me maté en esa época, espero no hacerlo ya. Ahí sí que era inconsciencia. Escalaba con un amigo y yo era el ingeniero del grupo. No te quiero contar ni como montaba el rápel [Risas].
K: Conozco historias de esas. A mí ya me enseñaron a escalar con material más moderno, pero conozco a unos cuantos de tu época que se colgaban con métodos más rudimentarios [Risas].
P: Yo empecé con el 8, y cuando compré mi primer grigri fui a descolgarme de un puente de unos 150 metros. Bajando todo era una maravilla, y cuando ya estaba cerca del agua, empecé a pensar en cómo podía subir con él por la cuerda [Risas]. Todos estos recuerdos los tengo muy marcados. Las escaladas que hago últimamente se me olvidan de forma más rápida. Las excursiones de niño, las primeras vías, descolgarme en el puente… Momentos grabados a fuego.
K: Esos recuerdos y sensaciones son los que te movieron para hacer todo lo que vino después… ¿Cuándo empezaste a tirar por la escalada artificial?
P: Tuve la suerte de conocer escaladores potentes de la época. Como casi todos, lo primero que conoces es la escalada deportiva. Hasta que te juntas con el lado oscuro. El típico escalador montserratino de la época que escalaba vías de V/A2 y que para hacer cualquier ascenso llevaba 20 clavos en el arnés. Para mí, ir a escalar era sinónimo de aventura, de hacer esas vías terroríficas que oías en los bares. En esa época, era impensable ir con dos microfriends y una bolsa de magnesio. Fue en aquellos años, finales de los 80 y principios de los 90, cuando hice todas las clásicas de Montserrat. Aunque me tira mucha más el calcáreo, yo me he criado en Montserrat. Allí se aprende. El material que había entonces no es el de ahora. Íbamos sin móviles, siempre llegábamos tarde, subíamos por las vías clásicas metiendo clavos… Era un terreno de mucha aventura.
Amante de lo antiguo y de la vieja escuela, pero sin renunciar a la evolución. Disfrutando del vacío y de estar colgado lo máximo posible. Las nuevas tendencias nos están llevando a pasar cada vez menos tiempo en el campo base o en la pared. Prima la ligereza y la velocidad. Pero aún queda un reducto de montañeros y escaladores amantes de lo clásico y de la aventura, de las mochilas grandes y del material duro. Sin darle importancia a lo que está de moda, disfrutando de su propia vida y motivaciones, amante de su estilo pero sin cerrarse a lo moderno.
K: Yo digo mucho que ahora tenemos más información de todo. La aventura de fin de semana se ha perdido. En estos días es mucho más fácil viajar. Tenemos reseñas de la mayoría de las actividades que podemos hacer. Coger autobuses para subir al Pirineo, no saber la meteorología del fin de semana… Son muchos avances. Ahora madrugas, coges el coche, haces cumbre y a la tarde en casa a comer.
P: Eso antes era imposible. Ahora se lleva el alpinismo exprés y todo es ultralight. Yo sigo siendo fiel a mi filosofía. Cuantos más días pueda pasar en la montaña, mejor. Lo respeto y es evolución, pero prefiero hacerlo a mi manera. Estar más tiempo expuesto requiere más compromiso. El factor psicológico influye mucho. Asumes un riesgo durante más tiempo. También me motivan las ascensiones relámpago. Arti Speed Climbing, le llamamos nosotros. Vías de artificial de cinco días hechas en 18 horas, como Mirall Impenetrable, por ejemplo. Esa vía era un mito, y poder hacerla en el día fue un sueño. Cuando yo estaba empezando en el artifo y leí la topo de esa vía, el primer A5, ponía: “llevar todo lo imaginable y más”.
K: Después de años de viajes, escaladas y aventuras… ¿Con qué te quedas de todo esto?
P: Con el recuerdo de mis compañeros. A parte de ese microsegundo de desconexión que buscamos todos los escaladores y alpinistas cuando llegamos a la cima, con lo que me quedo es con mis compañeros, con todo lo vivido. Los compañeros que están y los que no están. Para mí, una actividad sin compañero no tiene sentido. Aunque muchas veces nos guste escalar solos, yo no soy un escalador solitario para nada. Necesito sentir el calor del compañero que comparte conmigo. Da igual que consigamos el objetivo o no. El simple hecho de salir a la montaña con una persona que quiera compartir la aventura conmigo es lo que da significado al mundo loco de subir montañas. Yo, muchas veces, no escalo para mí, sino para el que viene conmigo. Busco compartirlo y ver cómo le brillan los ojos. A veces soy egoísta y escalo para mí, pero cuando escalo para otro, yo disfruto a la vuelta, cuando bajamos y el compañero está flipando con lo que hemos hecho. Esa es mi manera de moverme.
K: Compartir con el compañero es de las cosas más bonitas que existen en el mundo de la montaña. ¿Qué buscas en tus proyectos de aperturas? ¿Ha evolucionado a lo largo de los años?
P: Para mí es muy fácil. Busco seguir una línea, subir por un sitio que me motive. Tú me llevas a cualquier pared, la veo y la primera visión es la que vale. La línea que veo es la que después quiero escalar y dibujar. Lo que más feliz me hace de escalar una vía es cuando hago el croquis, porque estoy dibujando por donde he visto que quiero subir. Para mí, eso es lo máximo. A veces, tienes que variar algo, por la dificultad. Me pasó en Alcoy y en los Gigantes en Tenerife. Cuando me ha pasado eso, me quedo con la sensación de que la pared me ha ganado. Me jode porque la pared me ha puesto en su sitio.
K: ¿Cuáles crees que son los motivos por los que a los escaladores no les llama tanto la escalada artificial?
P: El desconocimiento. No lo dudo ni un segundo. Y cuanto mayor me hago, más me reafirmo. El escalador “old school” era el que controlaba. Al menos sabía lo que era una maza y un clavo. Tenían que meter clavos para progresar y abrir vías. Actualmente, hay tanto nivel en la escalada que suben por todos los sitios. Casi todo el mundo sabe poner un friend. Lo difícil es saber meter un clavo. Requiere de técnica y de mucho pitonaje para aprender. A las nuevas generaciones no les atrae porque no saben. A mí me llama bastante gente para hacer cursos. Te das cuenta de que muchos de los que prueban se pasan al lado oscuro. Descubren otra disciplina más en el mundo de la escalada. La escalada artificial es 90% técnica y 10% físico. Es técnica y confiar. Muchas veces pasa. Le dices a un escalador de 7b que ponga un clavo y se cuelgue y no confía. Está más seguro del monodedo que del clavo. Y eso es por desconocimiento. Y si dicen que la escalada artificial rompe la roca, me cabreo porque todas las disciplinas alteran el entorno. Si no quieres romper la montaña, no vayas, pero de todas formas vas a joder el planeta, porque usas detergentes, coches… Respetando todo tiene cabida. La escalada artificial está en constante evolución. Muchas vías clásicas se liberan hoy en día, pero para que existan, alguien tuvo que abrirlas con clavos. Eso es así. Todo es respeto y evolución.
K: Además de tu faceta escaladora, eres mecánico de motos y trabajas con temas de rescate industrial. También competiste en enduro. ¿Compaginaste siempre todo bien?
P: Mi profesión real es mecánico de motos de carreras. También soy instructor IRATA de trabajos verticales y competí en enduro de crío, cuando todavía no me dolían las rodillas [Risas]. La mecánica y la escalada han sido mis dos grandes pasiones. El poder darle forma a algo. Al final, todo es mecánica pura. Todo tiene un porqué; todos tenemos la inquietud de saber cómo funciona algo. Eso es la mecánica. Hay cosas que yo diferencio. Tú me puedes preguntar por el funcionamiento de un motor, te lo explico y lo entiendes, pero si tú me intentas explicar algo sobre internet, yo no lo voy a entender. Soy un tío fácil, competitivo en el buen sentido. Me gusta la superación. Soy mecánico de motos de carreras. Presión, moto caliente, gente mirando… He tenido la gran suerte de estar en los mejores equipos de competición que hay en el país y de haber ganado todo lo que hay por ganar. No es por prepotencia, sino por disfrutar mi trabajo de esa manera. Me gusta trabajar bajo presión. Es como cuando abres una vía… Quieres subir por ahí y lo consigues. Eso es lo que me mueve y me motiva.
Mecánica [Arte de construir una máquina]. “Rama de la física que estudia el movimiento y equilibrio de los cuerpos, así como de las fuerzas que lo producen”. Definición aplicable a la escalada y a los motores. Las pasiones de una vida llevadas al extremo. Porque no basta con encontrar el equilibrio, sino que siempre es más placentero hacerlo cuando las condiciones son precarias y tu entorno te lo pone más difícil. La adrenalina de trabajar bajo presión, con poco margen de tiempo o movimiento. El arte de vivir al límite.
K: Además de ser comercial de Rock Empire, tienes ayudas de algunas casas gracias a tus actividades durante todos estos años. ¿Te han facilitado poder disfrutar de tu pasión?
P: Siempre digo lo mismo: no me considero un tío patrocinado para nada. Los deportistas patrocinados son los que reciben dinero o una aportación material o económica para hacer alguna actividad. Yo tengo la suerte de tener muchos amigos y de gente que cree en mí. He tenido la oportunidad de que me pagaran por escalar, pero dije que no. Yo trabajo, no vivo de la escalada. La escalada es mi hobby, mi gran pasión. Me dan productos para probar y colaboro en desarrollar ese material. Ahí se genera el vínculo y así funciono. Me gusta formar parte de algo. Nunca nadie me ha exigido nada y sólo voy con las marcas que me gustan, las que tienen productos que me funcionan. Llevo toda mi vida comprando material y trabajando. Si quisiera dejar de trabajar y vivir de la escalada, sí que empezaría a hablar de patrocinios, pero no es el caso. Un esponsorizado es un tío que pide dinero para representar a una marca. Que venga alguien que cree en mí y en lo que yo hago es lo que tiene valor, mucho más que todo el dinero que me puedan dar. Decir que formo parte de algo, que ayudo y me ayudan es hacer marca. Por ejemplo, para mí, las gafas de toda mi vida son Julbo. Desde que empecé a escalar tengo las gafas clásicas, que están volviendo a hacerlas. Yo ya las compraba. Han pasado 35/40 años y sigo con las mismas, con la diferencia de que cuando necesito unas, Esportiva Aksa me las da encantado de la vida. Eso es lo que tiene valor. Por eso puntualizo mucho el tema de los sponsors. Pido lo que gasto y me compro lo que me apetece.
K: ¿Proyectos cercanos? ¿Sueños por cumplir? Seguro que muchos.
P: El día que me hagan esta pregunta y no tenga ningún proyecto espero estar incinerado o sepultado. La vida sin proyectos no tiene sentido. Mi vida gira cada vez más alrededor de proyectos, a nivel deportivo, laboral, personal y familiar. En el tema deportivo, no tener proyectos, significa estar cerebralmente muerto. Ahora mismo tengo dos que son los que me mueven. Cuando afronto uno, lo tengo tan calculado y estudiado que ya no es la actividad en sí, sino toda la preparación lo que me mueve a levantarme para ir a currar 25 horas al día.
K: ¡Ojalá nunca falten proyectos e historias por inventar! A mí me pasa con la planificación. La disfruto mucho y me hace vivir la actividad durante mucho más tiempo. Esa ilusión es una pasada.
P: Es lo que más me motiva: preparar, gestionar… Y de los que lean esta entrevista, si hay alguien que está jodido o tiene una lesión, que busque un proyecto para hacer dentro de sus capacidades. Esas personas que se levantan y no hacen nada, sólo ver pasar las horas… Quizás son felices, pero me cuesta creerlo. Yo soy todo lo contrario y mi ritmo de vida es muerte y destrucción. Siempre quiero apurar al máximo. Si puedo hacer 50 cosas en un día, no hago 20. Esa sensación es la que realmente me hace sentir vivo. Lo que me mueve es sentir desorden dentro del orden.
K: ¿Qué consejos les darías a los jóvenes que empiezan a escalar?
P: Que no se cierren. Que no tengan mentes cerradas, ni referentes ni ídolos. Que sean ellos y hagan lo que les motive. Que no se dejen llevar por modas. Que intenten encontrar lo que les llena y se tiren de cabeza. Todos tenemos algo que nos atrae, aunque a veces no es fácil encontrarlo, pero al descubrirlo, que vayan a muerte, que no se queden a medias. Yo me doy cuenta de que llevo toda la vida haciendo lo mismo y no me canso. Será porque me gusta de verdad. Si voy a hacer deportiva es para pasar un día con amigos, pero cuando vuelvo a casa me siento vacío. En cambio, si voy a hacer un largo de artificial, aunque sea una mierda, me explota la llamarada que llevo dentro. No sé explicarte por qué, pero me llena. Hay que alimentar eso. Que cada uno haga realmente lo que le motiva sin dejarse llevar. Busca, sal y prueba. Si te mola ver en la revista un tío que lleva 30 petates y se cuelga una semana en una pared, pruébalo. Nada te impide hacerlo. Sal y hazlo. Yo tengo mis reglas y me las salto cuando me apetece. Que cada uno se marque las suyas.
K: Un placer hablar contigo. Espero que sigas disfrutando de tus proyectos, cumpliendo sueños e inspirando a mucha gente.
P: Igualmente Alex. Quiero agradecer especialmente a todas esas personas que en algún momento de mi vida se han colgado al otro lado de la cuerda. Gracias por estar ahí y compartir esos momentos conmigo. Eso es con lo que me quedo.
Un escalador insaciable y lleno de energía. Es inevitable contagiarse de su motivación y ganas de vivir. El “Pelut” vive a toda pastilla; todo lo contrario a una vida tranquila. Dormir sólo lo justo. Demasiadas cosas por hacer ahí afuera como para quedarse en casa. Escalar y trabajar con presión, amante de ponerse al límite, de saber salir airoso de situaciones extremas. Nos cuenta que a la gente le cuesta seguir su ritmo, incansable, siempre estrujando los días. Energía positiva a raudales. Su mejor definición: fanático de la vida. Ver el tiempo pasar no está en su diccionario.
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