13 Abr Simon Gfeller. Should I stay or should I go.
Darling, you got to let me know
Should I stay or should I go?
If you say that you are mine
I’ll be here ‘til the end of time
So you got to let me know
Should I stay or should I go?
It’s always tease, tease, tease
You’re happy when I’m on my knees
One day it’s fine and next it’s black
So if you want me off your back
Well, come on and let me know
Should I stay or should I go?
Should I stay or should I go now?
Should I stay or should I go now?
If I go, there will be trouble
And if I stay it will be double
So come on and let me know.
The Clash. Should I stay or should i go. 1982
Texto: Kissthemountain y Simon Gfeller.
Nunca he corrido una prueba que me exigiera pasar más de una noche en carrera. Sí que he participado en otras que han llevado mi cuerpo cerca del límite. O eso es lo que yo creo, porque el límite es algo muy subjetivo y probablemente tenga mucho que ver con un componente mental. Y ahora, me encuentro escribiendo estas líneas sobre el corredor de Montane, Simon Gfeller, suizo pero de adopción malagueña, y que se ha especializado en participar en pruebas extremas como la MONTANE® Spine® Race (429K | 13.330+), la Goldsteig Ultra (661K), la Swiss Irontrail (214K) o la EMU 6 Day Race.
Este artículo comienza con parte de la letra de la canción Should I stay or should I go del grupo británico The Clash, perteneciente a su álbum Combat Rock de 1982. Hay tres motivos que me han llevado a ello. El primero es que el grupo dueño de esta canción es emblemático de la escena punk de los años 80 del pasado siglo. Este movimiento lleva escrito en su ADN la ruptura de las reglas, y creo que para participar en pruebas de este estilo, algo de transgresor debe imperar en tu carácter. Porque, ¿qué puede llevar a una persona a enfrentarse en tres ocasiones al duro invierno británico en The Spine Race o a tomar la salida de una prueba de 661 kilómetros con más de 40.700 metros de desnivel acumulado como la Goldsteig Ultra? Seguro que el inconformismo es parte de la respuesta a esta pregunta. Pero también la fuerza de sentirse diferente y por encima de las normas de la lógica que, como todas las normas, están para romperse.
“Ya hacía un rato que me encontraba envuelto en mis pensamientos en el avión que salió de Málaga hacia Manchester, preguntándome a mí mismo: «¿Realmente estás seguro de que quieres volver a pasar por eso…? ¿Volver a pasar por ese infierno invernal británico?». Y la respuesta siempre era la misma: «¡Sí! ¡Voy a hacerlo otra vez!». ¡Estoy segurísimo, bien entrenado y dispuesto a todo para Cracking the Spine de nuevo!”.
“Los recuerdos del año anterior se volvieron más reales y los tuve tan presentes como si todo hubiera sucedido el día anterior. En ese momento no sabía si alegrarme o arrepentirme de haber vuelto a ese sitio gélido, a ese terreno inhóspito, pero tan cautivador al mismo tiempo. ¡Esa carrera y yo nos volveríamos a ver las caras! Había llegado el momento de volver a ese campo de batalla, oscuro y frío, en terreno británico”.
El segundo motivo tiene que ver más con la letra de la propia canción y no por el hecho de pertenecer a un grupo de la escena punk. Should I stay or should I go. ¿Debería quedarme o irme? Todo aquel que se haya enfrentado a una prueba de larga distancia sabe que esta pregunta es algo que aparece en nuestras mentes, de manera inevitable, en varias ocasiones antes de llegar a meta, si es que finalmente lo conseguimos. Correr larga distancia es lo que tiene. Puedes estar muy preparado físicamente, seguir todas las pautas correctas en cuanto a la alimentación y la hidratación, llevar una estrategia óptima de ritmos de carrera y, sin embargo, los momentos de duda en forma de dolores en cualquier parte del cuerpo o de desmotivación en cuanto a encontrar el sentido de seguir sometiendo a tu organismo a un castigo tan extremo aparecerán cuando uno menos los espera. Si esto ocurre en un trazado que tardas en cubrir unas ocho horas, qué puede pasar cuando el tiempo empleado es de 103 horas y 50 minutos (el invertido por nuestro protagonista para hacerse con el tercer puesto en The Spine Race 2020) o 118 horas y 9 minutos (segunda posición en The Spine Race 2018). La motivación que hay que tener para vencer la tentación de poner fin a ese sufrimiento es algo al alcance de muy pocos. Ya no es sólo el agotamiento físico, sino que entran en juego otros factores como la privación de sueño, las condiciones meteorológicas extremas o la aparición de alucinaciones.
“Cuando participas en esas carreras ultralargas, a partir del segundo día y noche ya te empieza a doler todo. No había imaginado que me pudiera llegar a doler el cuerpo entero. Tienes que intentar mantenerte motivado como sea. Cualquier distracción es bienvenida. Y así pasan los kilómetros y las horas. Mantenerse motivado en pruebas extremas es muy importante. Procuro no perder agresividad de competición y tener muy clara la meta, aunque todavía me queden cientos de kilómetros hasta mi destino. Debes ser consciente de en qué tipo de campo de batalla vas a estar cada vez. Vas a encontrarte con muchísimo agotamiento, privación de sueño, unas alucinaciones tremendas. Tienes que aprender a administrar todo eso. Y, sobre todo, a manejar, a controlar, tu cuerpo y tu mente”.
Should I stay or should I go. Sin duda que todas estas dificultades parecen en ocasiones compensarse por esa sensación que te da el paso de los kilómetros al conseguir espantar lo negativo y sentirte único y especial en un entorno que cuando se deja ver es realmente espectacular. Son momentos en los que sin saber por qué, te sorprendes a ti mismo sonriendo, incluso sabiendo que cuando la montaña quiera, no dudará en hacerte caer de rodillas implorando misericordia. Lo que Simon, o Simu como lo llaman sus conocidos y amigos, consigue es muy diferente. Ya no basta con intentar que tu mente permanezca en lo positivo el mayor tiempo posible para evitar hundirte en la cara oscura de la ultra distancia. Aquí hay mucho más, y de un valor tal que hace que muy pocos seres humanos logren completar este tipo de carreras.
“Puede parecer raro o incomprensible, pero, a pesar del mal tiempo que me acompañó esa última noche, me encontraba bien. Estaba muy contento. O, mejor dicho, feliz de verdad. Viviendo las últimas horas de una gran aventura que poco a poco se estaba acabando. Una competición gigantesca, una carrera realmente dura… Expresar lo que se siente en esos momentos es algo difícil”.
Termino con el tercer motivo. Tengo frío por los ojos. Aunque la canción que nos ocupa está escrita en la lengua de Shakespeare, Joe Strummer intercala expresiones en español que sorprenden las primeras veces que oyes esta canción y que la multitud en los bares y pubs españoles cantan a plena voz cuando el dj, o pinchadiscos, de turno decide que es un buen momento para incitar a las masas al desfase. Tengo frío por los ojos es una de ellas. Y en este artículo viene a cuento, porque Simon Gfeller, en el infierno invernal de The Spine Race, muchas veces ha debido de sentir frío incluso en esta parte de su cuerpo.
“The Spine Race es una cosa aparte, de verdad. Mi carrera favorita. Podría intentar explicar muchas cosas, pero las palabras se quedarían cortas. Sin duda es la más dura y extrema, con unas condiciones de terreno y meteorológicas más que exigentes. ¡Simplemente gigantesca y brutal!”.
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