10 Jul Miriam Marco. Mujer de alta montaña.
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iriam Marco es guía de alta montaña UIAGM. Deslizándose en la nieve desde los tres años y subiendo durante su infancia a las principales cumbres pirenaicas, empezó a escalar en la adolescencia. Su motor es la montaña. Tras acabar de estudiar, se fue a vivir al valle de Benasque, dejando Barcelona, su ciudad natal. Como miembro del Equipo Femenino de Alpinismo de la FEDME, tuvo la oportunidad de aprender y conocer a chicas de su edad rebosantes de motivación. Una evolución natural la llevó a hacer de su pasión su profesión. Pionera, y tras acabar los tres niveles de formación para ser guía de alta montaña, Miriam nos ofrece una charla muy agradable sobre sus recuerdos, motivaciones y ganas de trabajar por un mundo mejor. Todo ello con alegría, humildad y mucha energía positiva. Su receta: la vocación.
Una entrevista de Álex Colomina | Kissthemountain.
Kissthemountain: Hola Miriam, ¿qué tal estás? ¿Cómo estás viviendo estos días en los que parece que la crisis sanitaria va remitiendo?
Miriam Marco: Hola Alex. Muy bien. He vuelto a vivir al valle de Benasque después de cinco años en la Vall d’Aran. Aquí tenemos suerte. Estoy en un pueblo pequeño y somos muy pocos habitantes. Hemos pasado la pandemia en casa, como todos, pero estamos en el monte, así que toda la situación se vive de forma mucho más relajada.
K: Es un lujo poder estar en sitios así.
M: Se agradece. Es mucho más duro vivir el confinamiento en un piso del centro de Madrid o Barcelona. Aquí, con los vecinos muy bien. En general son gente mayor y hablamos con ellos por si necesitan cualquier cosa. De todas formas, al inicio de esta situación, yo estaba en la Antártida.
K: Te iba a preguntar. Sabía que en febrero ibas allí.
M: Fuimos a la Antártida a finales de enero en un trabajo de apoyo para el CSIC. Cuando empezó el confinamiento, intentaron repatriarnos por Argentina y Chile, pero cerraron las fronteras antes de llegar. Al final la embajada lo hizo desde Montevideo.
K: Tuviste una historia interesante.
M: Durante el inicio de la pandemia, todos los militares y los que estábamos en las bases antárticas pasamos 15 días en el Hespérides, el buque de la armada. Ya se habían acabado las campañas de primavera y volvíamos a España. Al final, conseguimos que nos repatriaran desde Uruguay. Los del buque volvieron por mar hasta aquí.
K: Buena aventura. ¿Quedó gente allí?
M: No quedó nadie. Las bases en el invierno antártico se cierran. Funcionan desde finales de noviembre a principios de abril. A ver si el año que viene se pueden volver a abrir. España tiene allí dos bases.
K: Para ti, como guía, que vas de apoyo a las expediciones científicas, tiene que ser una gran experiencia.
M: Estamos con los científicos y es una experiencia increíble. En la base Juan Carlos I se lleva 25 años estudiando glaciares. A parte de la investigación glaciar, acompañamos a biólogos a coger liquen a los nunataks [Picos montañosos rodeados de un campo de hielo], y a meteorólogos para el mantenimiento de sus equipos. Les ayudamos para que puedan realizar los estudios y la toma de datos con seguridad.
K: Deben de ser experiencias brutales.
M: La suerte de nuestro trabajo es poder conocer todos estos sitios. De cualquier otra manera sería imposible.
K: Si te vas a tu infancia, ¿qué recuerdas de las primeras veces que fuiste a la montaña?
M: Mi familia es muy fanática de la nieve. Empecé a esquiar con tres años. Las vacaciones y el tiempo libre siempre fueron en la montaña, tanto en verano como en invierno. Íbamos mucho al Pirineo, sobre todo al aragonés, aunque también hicimos algunas salidas a Alpes.
K: ¿Cuándo llegó la escalada?
M: En la adolescencia. Mis padres me apuntaron al CEC [Centre Excursionista de Catalunya] para seguir esquiando. En invierno íbamos a la nieve y en verano hacíamos estancias en la montaña con diversas actividades. Empecé a conocer a los que serían mis amigos de toda la vida y a escalar con ellos.
K: ¿La escalada te enganchó desde el principio o fuiste descubriéndola poco a poco?
M: Me encantó desde los inicios. Con mis padres siempre hacíamos senderismo. Me acuerdo de que cuando tenía 11 años los convencimos para hacer el Aneto. Contrataron a un guía y subimos todos, con mi hermano y mi tío. Después hicimos Perdiguero, Posets… A los 17 años quería hacer alpinismo, pero no tenía con quien ir ni los recursos necesarios.
Me apunté a un curso de alpinismo nivel I. Así fui evolucionando y aprendiendo poco a poco.
K: Después estuviste en el Centro de Tecnificación de Aragón y en el Equipo Español de Alpinismo.
M: Estudié Ingeniería Técnica Forestal en Lleida, y los fines de semana subía a dar clases de esquí, primero a Boí Taüll y después a Cerler. Lo que realmente quería era conocer a gente de mi edad para escalar y salir al monte. Empecé en el Centro de Tecnificación de Aragón y más tarde hice las pruebas para entrar en el Equipo Nacional de Alpinismo. Al principio no había femenino ni masculino. Era mixto. Estuve en una promoción con Simón Elías en el equipo nacional hasta que se hizo el equipo femenino. Con ellas fueron cinco años. ¡Una pasada!
K: ¿Qué te llevas de todo ese proceso de formación, aprendizaje y viajes?
M: Me llevo compañeros y amigos, personas muy importantes para mí. Y además, grandes maestros. Cuando estuve con Simón Elías, primero en el equipo masculino y después en el femenino, aprendí mucho. Pienso que es imprescindible que las federaciones sigan apoyando a los jóvenes. Son deportes en los que a veces cuesta encontrar a gente de tu edad para hacer actividad. Si vas guiado y aprendiendo, además con los mejores, es una suerte.
K: ¿En aquellos años te veías como guía de alta montaña en el futuro?
M: No tenía pensado ser guía. Escalaba y hacía mucha actividad en la montaña. Yo era profesora de esquí y me apetecía llevar a gente a esquiar fuera de pista. Si quería hacerlo, necesitaba la titulación de guía. Así fui evolucionando.
K: Todo vino un poco rodado, de manera muy natural.
M: Sí, puedo decir que el guiaje no es algo que yo buscara, sino que me ha llegado. No lo veía como una salida profesional. En España, la cultura del guía estaba mucho menos arraigada que en los países alpinos. Estos últimos años hemos empezado a tener más trabajo. Así empezó todo. Una cosa tras otra.
K: Yo creo que va a más. En los últimos 10/15 años ha subido mucho el deporte en montaña. La gente puede atreverse a salir a andar al monte, pero la mayoría no está capacitada para actividades técnicas. Ahí aparece la figura del guía de alta montaña.
M: Pienso que cada vez la gente lo valora más. Por eso estuve unos años en la Vall d’Aran. Cuando saqué el TD2 de Alta Montaña fui allí porqué creía que había más trabajo. Es un terreno que hay que saber gestionar, caen más avalanchas y cada vez hay más gente con buen nivel de esquí que quiere salir fuera de pista. Buscan seguridad y ese es nuestro trabajo. Esa filosofía, poco a poco, se ha ido extendiendo por otras partes del Pirineo.
K: Invertir en un guía supone muchas cosas. Siempre digo que no es simplemente ir tras él, sino formación, interpretación del entorno… Un día de actividad integra de aprendizaje.
M: Exactamente, poco a poco va cambiando. Mis padres contrataron a un guía para subir al Aneto cuando yo tenía 11 años. Querían hacer cima, pero no se atrevían a ir solos. Yo toda la vida lo he visto como algo bueno, y además, estando con Simón Elías y mis compañeros del equipo, que la mayoría somos guías… Siempre he estado rodeada de este mundo.
K: A nivel profesional ¿qué guiados son los que disfrutas más? ¿Verano o invierno?
M: Lo que me apasiona de ser guía es que puedo hacer todo lo que me gusta. Disfruto muchísimo guiando con esquís. Son sensaciones muy satisfactorias, porque el cliente lo pasa muy bien cuando hay buena nieve. Y aunque no haya buena, también disfrutan, porque sabes en qué rincones buscar. Los Pirineos son mi casa. Otras veces trabajo con chicas que vienen a España y quieren pasar una semana escalando. Las llevo por mis lugares predilectos y lo pasamos muy bien. No sólo les enseño a escalar, también les muestro los pueblos, la comida, la cultura… De igual forma, me encantan los viajes de esquí de montaña, como a Noruega o a Sudamérica.
K: Es lo bueno de este trabajo. Es muy variado.
M: Nunca hay un día igual. Y este año, con el viaje a la Antártida, también me lo tomo como una manera de poder ayudar a la ciencia. Me parece muy interesante.
K: Te habrás quedado con muchas ganas de volver seguro.
M: Muchísimas [Risas]. Además, este año ha nevado poco y tengo ganas de volver a verlo con más nieve.
K: El mundo del guiaje, con sus tópicos, siempre ha sido muy especial. Tenemos la imagen del guía alpino serio, arisco, con prisas. ¿Crees que las nuevas generaciones de guías de alta montaña traéis aire fresco? Yo, en algunos aspectos de la vida pienso que, aunque haya de todo, las mujeres soléis tener mejor carácter y más paciencia para tratar con la gente.
M: Pienso que hay clientes para todo tipo de guías y guías para todo tipo de clientes. Algunas personas buscan el guía clásico y otras prefieren pasar una jornada distendida y divertida. No significa que una cosa vaya ligada a la otra. Se puede ser un guía súper fuerte y ser simpático o no serlo, tanto hombres como mujeres. Y por supuesto, abrir el abanico de guías es necesario. Creo que es imprescindible que las mujeres estemos en todos los aspectos de la sociedad. En mi caso, vivo de la montaña y es principal y urgente que empecemos a tener nuestro sitio. Las generaciones nuevas ni se lo plantean, pero todavía cuesta. No todos tenemos la visión abierta. A mí, quizás me contratan chicos de 25 años que ni se plantean si soy hombre o mujer. Lo que quieren es ser guiados, pero a mucha gente aún no le pasa eso. Yo trabajo con muchas mujeres que buscan una guía.
Quieren una compañera con la que sentirse identificadas y crear referentes. Hasta hace muy pocos años, todos eran escritores, médicos y guías. Ya va siendo hora de que la mitad de la población también tenga acceso a eso, pero aún nos queda un largo camino.
K: Pienso que nuestra generación está cambiando, tanto en la montaña como en muchos aspectos de la vida. Queremos poder demostrar la igualdad efectiva al 100%
M: Exactamente, en eso estamos. Hasta que no acabé el TD3, no era consciente de las grandes diferencias que hay en la montaña. Para mí, querer entrar en una formación en la que no había más chicas ha sido duro, la verdad. La montaña es un mundo muy patriarcal. Sólo hay que fijarse en quien dirige las federaciones, refugios… Mi trabajo final fue sobre este tema y es alucinante. En las federaciones de montaña, no hay mujeres en ninguna presidencia ni casi puestos directivos. En refugios de montaña, hay muy pocas mujeres como guardas, nivólogas… Son muchos ámbitos dentro del mundo de la alta montaña en los que no estamos.
K: Las nuevas generaciones creemos en ello. Vivimos con estos temas muy presentes y ponemos de nuestra parte para que cambie. Debemos seguir creando conciencia, pero es verdad que hay mucha gente mayor que ha vivido toda su vida con otra visión. Poco a poco hay que ir dando ese relevo. Pienso, y quiero creer, que vamos por el buen camino.
M: Es necesario generar roles nuevos, que cada vez haya más chicas que puedan ver en la montaña una salida laboral o una afición. No es una cosa para los hombres fuertes, sino para todos y todas.
K: Hace seis años, tras un grave accidente escalando, estuviste en coma inducido y te tocó recordar cómo leer, andar o conducir. ¿Hubo un antes y un después del accidente? ¿Te cambió las prioridades ese duro golpe?
M: Fue un antes y un después porque hubo un shock importante, pero la verdad es que no me ha cambiado nada. Las prioridades son las mismas y yo no tengo un mal recuerdo. Lo pasó mal mi familia y los que estaban a mi alrededor. Gracias a la UCI y a la medicación, todo fue positivo y muy rápido. Enseguida estaba llevando mi vida de manera muy parecida. Tuve el accidente a primeros de mayo y empecé el tercer nivel de la formación de guía en otoño. Ese mismo verano ya trabajé guiando, poco, pero hice algo. No cambió mucho mi vida. Me sirvió para darme cuenta de lo importante que es la gente que tienes cerca. Cuando pasan cosas realmente duras es imprescindible el apoyo de los que te quieren. Intenté seguir con mi vida normal y eso hizo que mi recuperación fuese muy rápida.
K: Me gustaría preguntarte cómo es tu relación con el mundo de las marcas y los patrocinios.
M: He vivido bastante al margen de mundo comercial. Nunca tuve sponsors porque siempre he pensado que si una marca me da material, yo tengo que devolverle algo a cambio. Hago montaña y mis actividades siempre han sido las que me han apetecido. Tampoco soy muy dada a las redes sociales. Creo que me pillaron un poco tarde [Risas]. Cuando me llamó Ternua para participar en el diseño de ropa para mujeres, me hizo mucha ilusión. Sacaban, por fin, una línea “pro” para nosotras. Es importante para mí, porque siempre me quejé de que las marcas no nos preguntaban. El contacto con Ternua me hizo sentir que podía aportar cosas. Se preocupan de que sus prendas nos funcionen y les interesa nuestra parte, la de las mujeres. También estoy con Atomic. Mi contacto fue un poco parecido. Hicieron un evento para chicas de esquí de montaña y todos los guías eran hombres, siguiendo los mismos patrones de toda la vida, sin cambiar nada.
Muchas chicas se quejaron y la marca me llamó para participar en el siguiente evento, involucrando más a las chicas. Es importante que se nos tenga en cuenta, no sólo como referente deportivo, si no como usuarias de la montaña.
K: Para acabar, ¿qué consejos les das a chicos y chicas jóvenes que te recuerdan a ti con 18 años, con esa pasión por escalar y conocer gente con sus mismos intereses?
M: Les cuento mi camino. Me gustó mucho. Yo vine a vivir a Benasque porque cuando acabé de estudiar no quería saber nada de las ciudades. Es importante que aprovechen los centros de tecnificación. Todas las federaciones autonómicas los tienen. Son para chicos y chicas con ganas y motivación. Que aprovechen las oportunidades y disfruten. Poco a poco irán haciendo su camino. Yo lo pasé genial esos años. También me gustaría que se potenciara más en las chicas. En el equipo nacional estaba yo sola, y en el de tecnificación éramos dos. Me habría gustado encontrarme desde el principio más mujeres por el camino. Luego en el equipo femenino, sí. Fue muy importante compartir experiencias con mujeres con la motivación tan alta como yo.
K: Muchas gracias por compartir este rato con nosotros. Un placer hablar contigo. Me encanta la energía y alegría que derrochas. Se nota que disfrutas mucho de lo que haces.
M: Gracias, Alex. Igualmente.
Algunas experiencias nos marcan y nos recuerdan las cosas realmente importantes. La vida puede traer momentos difíciles, pero lo que nunca pueda faltar es actitud. La energía positiva siempre atrae cosas buenas: satisfacción y buena gente. Miriam hoy nos recuerda la importancia de pelear por nuestros sueños, por dedicarle tiempo a lo que nos importa. De nosotros depende vivir en un mundo mejor, con igualdad de oportunidades para todos. Abrirse paso en un mundo de hombres hasta llegar a lo más alto no fue fácil, y aún queda camino por recorrer. Sin perder la humildad. Miriam Marco. Mujer de alta montaña.
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