17 May Corriols de Llum. El sexto sentido.
Texto: Kissthemountain.
En determinados momentos de nuestras vidas, como los que estamos atravesando en estos días, no nos queda más remedio que viajar con la mente y alimentarnos de recuerdos del pasado. Muchos dirán que no es lo mismo, y no puedo darles más que la razón. Un viaje real está compuesto por multitud de experiencias que nos aportan eso que llaman los cinco sentidos. La vista probablementesea el creador principal de esos recuerdos que más adelante nos pueden hacer volver mentalmente a un lugar determinado. Pero también están el olor de nieve recién caída, el sonido de la violencia del viento, el frío intenso que parece tocarte o el sabor cuando casi puedes mascar una niebla espesa. Vista, olfato, oído, tacto y gusto. Los cinco sentidos.
Si os dijera que en ocasiones podría poner la mano en el fuego sobre la existencia de un sexto sentido, muchos pensaríais que mis siguientes palabras podrían rozar la irracionalidad. Y quizás puede que no os equivoquéis. Pero igual de cierto es que a esas sensaciones captadas por los ojos, nariz, oídos, manos o boca, al menos en mí, se une otro sentimiento que es igual de real.
Hablo de cuando te embarga la certeza, y no el presentimiento, de que volverás a ese lugar del mundo por muy remoto que esté. Ese sentimiento podría manifestarse en cualquier momento del viaje, pero en mi caso siempre se produce durante el amanecer del primer día en ese lugar tan especial.
Así me ocurrió en las montañas del Cáucaso mientras las primeras luces del día iluminaban el Elbrus. Supe desde el primer momento que algún día volvería a ellas. No pensaba que fuese tan pronto y mucho menos que para desplazarme a sus dominios no tendría que utilizar ningún medio de transporte mecánico, sino que me valdrían mi mente y los recuerdos en ella almacenados. Sin duda, un acto mágico de estos días tan extraños que pasamos uno tras otro entre las paredes de nuestros hogares. Pronto volveremos a lugares nuevos. Por ahora, sólo nos quedan las esencias captadas por los cinco sentidos tradicionales, y la esperanza de que aquel sexto que me decía que algún día volvería a entornos tan especiales como éste del Cáucaso no estuviera equivocado.
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