
24 Feb EDU MARÍN | KEEP IT BURNING. EOFT 2024-2025
Han pasado ya más de dos años desde que Edu Marín, acompañado por su padre y hermano, se hizo con la primera repetición en libre de la icónica Eternal Flame, en las Torres del Trango, en Pakistán. Una película, Keet it burning, que se está presentando durante estos días en el European Outdoor Film Tour – EOFT, recoge sus extremas vivencias que pusieron en peligro en varias ocasiones el éxito de esta expedición y probablemente algo más. Volvemos a hablar con el escalador catalán para recordar aquellos momentos que han supuesto para él un antes y un después en su carrera deportiva.
Por Kissthemountain
Kissthemountain: ¿Qué tal, Edu? ¿Cómo estás?
Edu: Hola, Juanmi. Todo va bien. Estaba esperando tu llamada.
K: ¿Qué tal va ese rocódromo que me dijiste que estabas a punto de abrir la última vez que hablamos?
E: Estoy muy contento. La verdad es que está funcionando muy bien.
K: Me alegro mucho. ¿Dónde está?
E: En Lleida.
K: ¿Vives allí?
E: No, en Sant Llorenç de Montgai, un pueblo pequeño que está en una reserva natural, cerca de la roca. Por allí, también vive Chris Sharma. ¿Cómo os va a vosotros? Ya lleváis muchos años con el proyecto de Kissthemountain, ¿no?
K: Sí, en enero hicimos nueve años. Hay que luchar mucho, pero estamos contentos por cómo va todo. Quería hablar contigo de la película que habéis lanzado, Keep it burning, parte del programa del European Outdoor Film Tour – EOFT que está recorriendo ahora toda la península y que recoge la expedición de 2022 en la que, formando cordada con tu padre y con tu hermano, conseguíais haceros con la que es probablemente la más icónica y famosa big wall en altitud: Eternal Flame, en la Torre Sin Nombre, en Pakistán, a más de 6.000 metros. Esta vía fue abierta en 1989 por Wolfgang Güllich, Kurt Albert, Christof Stiegler y Milan Sykora y hasta ese momento, sólo contaba con una ascensión en libre por parte de los hermanos Huber en 2009. Sobre esta actividad, casi dos años más tarde, ha salido esta película. No he tenido aún la oportunidad de verla. ¿Cómo está funcionando?
E: Estamos muy contentos y a la vez sorprendidos de la acogida que está teniendo a todos los niveles, tanto mediático como personal. Siempre que vamos a una ponencia, se nos ponen los pelos de punta al ver a la gente emocionarse. Keep it burning es una película muy emotiva porque tiene todo el componente familiar, con mi padre ya superados los 70 años, y a la vez todos los problemas por los que pasamos. Es un éxito que una película de montaña llegue tan dentro de la gente. Toda la vivencia que hay en su metraje es muy fuerte. Estar 28 días colgados de la pared, y particularmente esos 10 en los que estuve solo en una repisa con unas condiciones meteorológicas tan extremas, calan mucho. Todos estos factores han dado como resultado un documental muy potente. Estuvimos en la premier en Múnich ante 4.000 espectadores. Mi padre estaba muy emocionado porque la gente se levantó y no paraba de aplaudir. Vivir eso con él, que no está acostumbrado a estas cosas, fue muy especial.
K: Me alegro muchísimo por vosotros. Cuando hablamos de esa expedición, justo a vuestra vuelta, nos decías que estuviste varios años haciendo las vías más complicadas de Europa, como Panaroma u Orbayu y que después vino tu propio multi-pitch en Valhalla, antes de Eternal Flame. Nos comentabas que creías que se podían encontrar líneas un poco más difíciles para intentar empujar aún más. ¿Sigues buscando ese camino? ¿Qué ha supuesto para ti no sólo esta película sino la actividad en sí?
E: Creo que ha sido una de las actividades a la que más ilusión, tiempo y dedicación le he puesto. Paralelamente, a nivel profesional, también me está dando mucha repercusión. Siempre dije que este tipo de actividades son las que me hacen sentir vivo, pero también me he dado cuenta de que ya no soy un niño, tengo 39 años, y que consumen mucho. Creo que he hecho un pequeño giro en mis planes que todavía no conocen ni mis patrocinadores, por lo que es bastante exclusivo esto que te cuento. Me voy a dedicar a la alta dificultad estos próximos años, uno o dos, siempre enfocado también en el multi-pitch y en big walls de alta dificultad, pero el tema de la altitud lo voy a dejar para cuando sea un poco más mayor, porque luego cuesta mucho entrar en el alto nivel. Tengo un proyecto de este tipo en Mont Rebei. También, me gustaría ir a Yosemite en octubre o noviembre para probar alguna vía potente. Todavía tengo que organizarlo, pero me motiva mucho. La idea principal es esa. Me gustaría ir en verano a Pakistán, pero si estoy allí dos o tres meses, no llegaría a octubre con el estado de forma adecuado. Tengo que sacrificar una de las dos actividades y creo que por prioridades de vida me enfocaré en la dificultad para volver en un par de años a Pakistán o Patagonia. Es muy complicado encontrar las condiciones para encadenar un octavo grado a 6.100 metros, cuando las ventanas duran cinco días. Esas esperas en altura sabemos cómo son. Al final, tienes que pasar en cada expedición dos o tres meses para poder tener un porcentaje aceptable de éxito, y eso hace que vuelva a Barcelona con seis o siete kilos de menos.
K: Ejemplo de esta extrema exigencia fue tu estancia de 10 días en solitario a 5.700 metros, entre la Snow Ledge y Sun Terrace, con unas condiciones meteorológicas muy duras. Han pasado ya dos años y medio desde entonces. ¿Qué recuerdos tienes de aquellos días? ¿Se sueña con ellos?
E: La verdad, Juanmi, es que fueron 10 días muy intensos, ya que estaba en medio de una tormenta. Mi equipo bajó y yo hice la permanencia solo. Fueron momentos muy complicados en los que creía que podía salir volando por el viento. Hacía mucho frío. Recuerdo esa permanencia como uno de los procesos más difíciles del proyecto. Pero no sólo fue eso. Cuando estábamos empezando la actividad hubo momentos terribles, porque durante la aproximación al campo base, que son tres o cuatro días caminando, mi padre y mi hermano se lesionaron. Yo había estado el año anterior y sabía lo que venía por delante. No podía creer que ya en la aproximación empezáramos a tener esos problemas. Me exigió una gran capacidad de autogestión, para poder mantenerme a mí mismo y al equipo motivado. No podía fallar e intentaba mantenerme positivo, pero tenía serias dudas de si había hecho bien en llevar a mi familia allí. Sabía que ellos harían lo posible por no abandonarme, por llegar hasta el final, pero no si tendrían las capacidades de hacerlo. Después de la permanencia de 10 días, vi que el equipo estaba funcionando perfectamente, que ya iba y que dependía más de mí. Me emocionaba y tenía tanta energía y vitalidad que fueron casi unas vacaciones.
“Keep it burning es una película muy emotiva porque tiene todo el componente familiar, con mi padre ya superados los 70 años, y a la vez todos los problemas por los que pasamos. Es un éxito que una película de montaña llegue tan dentro de la gente. Toda la vivencia que hay en su metraje es muy fuerte. Estar 28 días colgados de la pared, y particularmente esos 10 en los que estuve solo en una repisa con unas condiciones meteorológicas tan extremas, calan mucho. Todos estos factores han dado como resultado un documental muy potente. Estuvimos en la premier en Múnich ante 4.000 espectadores. Mi padre estaba muy emocionado porque la gente se levantó y no paraba de aplaudir”.
K: Claro, es que no eres sólo tú, sino que el éxito depende del equipo.
E: Y ellos tenían muy poca o casi ninguna experiencia a esa altitud. La verdad es que se portaron a la perfección. Me siento muy orgulloso de ellos.
K: Edu, vuelve a viajar mentalmente a esos 10 días a 5.700 metros. Un lugar muy expuesto. Un tiempo malísimo. La tienda se llena de nieve. Tienes que coger la pala para que no se rompa. Un viento tremendo por las noches que te hacen incluso dormir atado. Pasan los días. No puedes dormir bien. El frío hace mella. La altitud te cierra el estómago. Náuseas. ¿Lo echas de menos? [Risas].
E: Echo de menos las sensaciones de estar en un entorno tan épico. Cada mañana, cuando me levantaba a tomar un café o un té, me emocionaba al pensar que estaba allí cumpliendo mis sueños. Me preguntaba qué hacía allí solo. Era una pasada. Y, claro, también había momentos terribles, pero por suerte, estos me hacían emocionar y conectar. Es difícil tener esas sensaciones en tu día a día. Estas emociones sólo las puedes vivir ahí. Se echan de menos.
K: ¿Esas vivencias quedan bien reflejadas en la película?
E: Lo tengo todo grabado por mí mismo. En esos momentos, los cámaras no estaban con nosotros. Asumimos el papel de guionistas, productores y de cámaras. En esos 10 días, yo tenía una Go-Pro e iba grabando cómo me iba sintiendo con mis rutinas diarias. Obviamente, en la película no salen todos los vídeos que grabé, pero sí que hay bastantes imágenes que explican lo que sentía.
K: Cuando hablamos hace un par de años, me decías que había ocasiones en las que todo estaba muy jodido. Hablabas con tu hermano y con tu padre un par de veces al día, hacías ejercicios de dedos… Cuéntame más de esas rutinas. Imagino que hay que llevarlas para poder seguir adelante. No creo que sea bueno dormir cada vez que se puede. Imagino que tratarías de llevar en cierta medida unos horarios, ¿no?
E: Sí, intentaba hacerme una rutina diaria, poniéndome horarios y sobre todo cumpliendo las horas de sueño para no volverme loco. Me despertaba, cogía nieve, hacía agua, tomaba un té. Luego, más tarde, sobre las 08:00 o las 09:00, comía algo. A mediodía, si el tiempo lo permitía, salía porque hacía un poco de más calor. Tenía una multipresas que me subí para hacer suspensiones. También, abdominales. Trataba de mantenerme activo para que el cuerpo se desactivara lo menos posible. Hacía mucha meditación y proyectaba por qué estaba allí y todo lo que habíamos logrado ya. Intentar organizar las ideas en la cabeza y mantenerme positivo… Como has dicho, hablaba un par de veces con mi familia. Tenían una actitud divertida y muy buena. Eso me alegraba bastante y me daba ánimos.
“Siempre dije que este tipo de actividades son las que me hacen sentir vivo, pero también me he dado cuenta de que ya no soy un niño, tengo 39 años, y que consumen mucho. Creo que he hecho un pequeño giro en mis planes que todavía no conocen ni mis patrocinadores, por lo que es bastante exclusivo esto que te cuento. Me voy a dedicar a la alta dificultad estos próximos años, uno o dos, siempre enfocado también en el multi-pitch y en big walls de alta dificultad, pero el tema de la altitud lo voy a dejar para cuando sea un poco más mayor, porque luego cuesta mucho entrar en el alto nivel”.
K: ¿Podías caminar algo sobre la repisa?
E: Sí, unos pasitos, pero con mucho cuidado, ya que todo estaba lleno de hielo y nieve. Tenía que hacerlo atado. Llevaba conmigo un par de libros que ya me los había leído por delante y por detrás. Y, bueno, al final, lo que intentaba hacer era meditar mucho y esperar que pasaran los días. Estaba en contacto con un meteorólogo de Barcelona. Me decía que quedaban tres o cuatro días para esa posible ventana de buen tiempo. Luego fue una semana, ocho, nueve y hasta 10 días. Fue un peaje para lograr algo tan grande. Tenía muy claro que quería hacerlo.
K: Edu, no quiero hacer espóiler, pero con motivo de la cima, me decías: “Fue de los momentos más felices de mi vida. Fue maravilloso. Lo recordaremos los tres siempre. Estar allí, en la cima del mundo… Siempre digo que ahí todo cobra sentido, aunque más abajo también. Estábamos los tres y habíamos conseguido lo que queríamos. Se culminaba un sueño. Pasamos unos 40 minutos en la cima en los que estábamos todos muy emocionados. Hechos polvo, pero disfrutando mucho”.
E: La verdad es que fue muy mágico. Estábamos realmente cansados. Llegamos al límite en todos los sentidos. El médico me dijo que era una situación muy arriesgada estar allí 10 días, porque podía quedarme muy débil. Tenía razón. Mi equipo también llegó derrotado. Fue muy emocionante cuando finalmente salió el sol, en Sun Terrace. El meteorólogo me dijo que teníamos una semana. Nos quedaban muy poquitos largos ya para llegar a la cima. Esos días previos, con el sol, sabiendo que habíamos hecho casi todo el trabajo duro, fueron también muy intensos. Los disfrutamos mucho. Estábamos logrando algo muy fuerte en familia. Fue una lucha de los tres. Si alguien hubiera fallado, todo se habría venido abajo. Eso le da aún más valor.
K: Cualquier torcedura de tobillo de uno de los tres, una gripe, un dolor de muelas… Se habría cargado el proyecto.
E: Así es. Como te he dicho, eso le da mucho más valor.
K: Quería terminar esta charla preguntándote en qué andabas metido ahora, pero ya me lo has comentado. Tu intención es ponerte muy fuerte en dificultad y hacer algo bonito en Mont Rebei y en Yosemite.
E: Eso es, Juanmi. No me quito la idea de volver a Pakistán a intentar abrir algo más complicado que Eternal Flame, porque creo que ese es el camino que me motiva. Lo veo posible, pero hay que crearlo, y eso implica mucha faena de logística y de tiempo. Es un proyecto de muchos años, pero que me alejaría de la alta dificultad. Ya no soy un niño. Tengo que aprovechar estos últimos años para apretar en esta disciplina que es la alta dificultad para luego dedicarme un poquito más a esta parte que es más de alpinismo.
“Echo de menos las sensaciones de estar en un entorno tan épico. Cada mañana, cuando me levantaba a tomar un café o un té, me emocionaba al pensar que estaba allí cumpliendo mis sueños. Me preguntaba qué hacía allí solo. Era una pasada. Y, claro, también había momentos terribles, pero por suerte, estos me hacían emocionar y conectar. Es difícil tener esas sensaciones en tu día a día. Estas emociones sólo las puedes vivir ahí. Se echan de menos”.
K: Edu, tengo muchas ganas de verte. A ver si coincidimos pronto otra vez.
E: Claro, vente para casa y estamos unos días por aquí.
K: Gracias, Edu.
E: Un abrazo fuerte. Cuídate.