22 May EXPEDICIÓN AL K2 1994. Al filo de lo imposible
Año: 1994.
Dirección: Sebastián Álvaro
Duración: 35:33
Texto por Kissthemountain
JUANJO SAN SEBASTIÁN “Cuando vi el K2 por primera vez, en 1983, me emocioné. Me pareció una montaña maravillosa. Ahora al K2 no lo quiero nada. Siempre nos ha tratado fatal. Y encima se ha llevado a un amigo”.
Verano de 1994. Iñaki Ochoa de Olza ha tenido que abandonar su intento a la cumbre del K2 al sufrir una durísima caída tras romperse una cuerda fija. José Carlos Tamayo y Sebastián de la Cruz son los primeros en alcanzar los 8.611 metros de su cumbre. En el descenso, se cruzan con Juanjo San Sebastián y Atxo Apellaniz que se dirigen a ella. Ramón Portilla también ha tenido que desistir por graves problemas estomacales. El descenso de Juanjo y Atxo, tras alcanzar la cima a horas muy tardías, comienza a complicarse por el mal tiempo. Una avalancha se lleva por delante a Juanjo quien está a punto de caer a un vacío de 3.000 metros. Ambos compañeros quedan separados. El cansancio comienza a poner en verdaderos problemas a Atxo. Inicialmente desde el campo base, el resto de integrantes de la expedición asisten preocupados a un trágico desenlace.
RAMÓM PORTILLA “El tiempo era muy malo. Estábamos muy preocupados por Juanjo y Atxo. Se produjo un claro durante un momento y vimos que habían descendido muy poco en las últimas seis o siete horas. Pensábamos que ya deberían de estar alcanzando la tienda del campo IV, pero no era así”.
JUANJO SAN SEBASTIÁN “Sentí un golpe muy fuerte. No fue una pérdida de equilibrio, sino como si saliera disparado hacia abajo. Temí lo peor. En función de la inclinación de la pendiente, iba calculando casi al milímetro la distancia que me separaba del vacío. Al detenerme, me di cuenta de que me había quedado en el mismo borde de los seracs. Sabía que me quedaba poco hasta la tienda, pero decidí hacer noche sin alcanzarla. Al día siguiente, llegué rápido y me dediqué a hacer agua y bebida”.
COMUNICACIÓN VÍA WALKIE TALKIE ENTRE ATXO APELLANIZ Y EL CAMPO BASE
Campo base: Atxo, tienes que hacer más travesía. Y si hay alguna grieta, sáltala.
Atxo: Como lo que tenga a mi derecha sea una grieta, no puedo saltarla. Tengo las manos y los guantes de la avalancha de ayer totalmente mojados.
Campo base: Por favor, no pases otra noche más ahí. No vas a aguantar, Atxo.
Atxo: [Interferencias].
Campo base: Atxo, yo no te recibo, pero es igual. No te preocupes por nada. Sólo piensa en Nati y en tu casa nueva. Y, por favor, tira hacia la cuerda fija.
Atxo: No puedo.
Campo base: Sí puedes, sí puedes. Tienes que seguir, Atxo, tienes que seguir. Te quedan 15 o 20 minutos hasta la cuerda fija.
Atxo: [Interferencias].
Campo base: No te oigo. Descansa un poco más y ponte otra vez a caminar. Olvídate de todo. Es sólo supervivencia. Tienes que salir como sea. ¡Venga tío, venga tío! No nos puedes hacer esto, no te puedes abandonar. Por favor, sigue cuando descanses.
Atxo: [Interferencias].
Campo base: Como no te recibo, dime la palabra de lo que quieres. Sólo la palabra de lo que quieres.
Atxo: Guantes.
Campo base: Olvídate de las manos. Las manos son lo que menos importa, Atxo. Preocúpate de otras cosas. Venga, por favor, tira para adelante. Da igual perder dos dedos o tres.
RAMÓN PORTILLA “Ese día y medio que intentamos ayudar a Atxo con el walkie, sabíamos que era imposible intentar un rescate por encima de los 8.000 metros”.
RICARDO ARREGUI (médico) “Frío, mal tiempo, cansancio, agotamiento, congelaciones…, pero la peor agresión al organismo era la deshidratación. No podía defenderse con nada. Ni comer, ni beber. Incluso para dormir, el cuerpo necesita de una serie de cosas. Si no se las das, si no bebes, la sangre va espesándose, el riñón falla, el pulmón se inflama”.
JUANJO SAN SEBASTIÁN “Lo primero que pensé fue en bajar, pero inmediatamente me di cuenta de que, si lo hacía y le dejaba allí, no iba a poder vivir con ello. Volví a reponerme, preparé agua y salí con muy poca confianza en mis fuerzas. Tras cuatro horas, llegué a su encuentro y le di el agua. La agradeció mucho. Conseguí que llegase al punto más alto para retomar el camino hacia el campo IV. Entonces, fui a la tienda para hacer más agua mientras le esperaba. Le costó tres horas hacer 20 metros de desnivel”.
RAMÓN PORTILLA “Supe que había que subir a ayudarles como fuera. Ascendiendo cayó una avalancha de piedras a escasos metros de nosotros. Pasé mucho miedo. No teníamos más opción que seguir subiendo. No pensábamos en ese momento en la seguridad. Si lo hubiéramos hecho, nos habríamos dado la vuelta. Simplemente sabíamos que teníamos que ayudar a nuestros amigos. La primera impresión al llegar a ellos fue que Juanjo se encontraba bien, a pesar de las graves congelaciones en las manos. Sin embargo, Atxo estaba muy mal, mucho peor de lo que pensaba”.
SEBASTIÁN DE LA CRUZ “Juanjo estaba bien. Bajó solo del campo III al II. Nosotros nos quedamos para ocuparnos de Atxo”.
JUANJO SAN SEBASTIÁN “Llegué al campo II con bastante luz, sobre las siete de la tarde. Ellos lo hicieron a las cuatro de la mañana”.
SEBASTIÁN DE LA CRUZ “Juanjo se recuperaba, pero Atxo cada vez estaba más agotado. Vi que tenía serios problemas internos a causa de la deshidratación. El tiempo era detestable. Nevaba y hacía mucho frío. Decidimos pasar el día hidratándoles. La temperatura era tan baja que si los hubiésemos expuesto habrían tenido serios problemas”.
RAMÓN PORTILLA “A la mañana siguiente, teníamos que bajar como fuera, porque Atxo no podía aguantar más en altura. Amaneció también muy malo. Cuando estábamos preparándonos para salir, sobre las cinco o seis de la mañana, Atxo se apagó del todo”.
SEBASTIÁN DE LA CRUZ “… Atxo falleció. Estábamos charlando y dejó de funcionar. Intentamos resucitarlo con boca a boca y masajes cardíacos, pero no dio resultado”.
JUANJO SAN SEBASTIÁN “Decidimos ir hacia abajo, pero Atxo se había apagado como un pajarito. Al llegar al campo base, una vez terminado aquel infierno, comenzamos a notar su falta. Le íbamos a echar mucho de menos. Ese fue el momento más duro”.
RAMÓN PORTILLA “Atxo era increíble. Había estado con él en tres expediciones. Era uno de los compañeros más fuertes que había tenido. Y, sobre todo, era siempre la alegría, la ilusión, la sonrisa. De esa gente que se preocupaba siempre para que estuvieses a gusto, renunciando a muchas cosas suyas para dárselas a su compañero. Atxo era de los grandes”.
JUANJO SAN SEBASTIÁN “Recordaré siempre su sencillez, su sentido del humor y su solidaridad. A priori no hay nada que merezca tanto la pena como la vida de nadie. Menos la de un amigo. Las cosas ocurren así. Había visto morir ya a gente en esa misma montaña unos años antes. Ya no hay marcha atrás. Tampoco para mis dedos, pero eso es lo de menos”.
Reportaje del programa de TVE, Al filo de lo imposible, sobre la expedición del verano de 1994 al K2, donde Atxo Apellaniz perdía la vida.
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