22 Sep KILIAN JORNET | TRASCENDENCIA. Mito y persona
Por Kissthemountain
Recuerdo con claridad la primera vez que supe de la existencia de un tal Kilian Jornet. Fue hace ya unos 15 años y yo era un atleta convencional de ruta. Un poco más tarde, me crucé con un vídeo de la serie Kilian’s Quest llamado Slow Motion, que os dejo aquí. Mostraba su manera de deslizarse por la montaña. No era sólo la velocidad ni la fuerza lo que me impactó, sino su ligereza, naturalidad y armonía con el entorno. En ese instante comprendí que existía un mundo más allá de la pista. A lo largo de los años, las gestas de Kilian han inspirado a muchos —como me inspiraron a mí— a mirar la montaña de otra manera y a replantearse su propia práctica deportiva.

En marzo de 2018, cuando estaba preparando la primera de las dos entrevistas que hemos publicado con el atleta catalán en esta revista, un amigo me dio este consejo: “No la enfoques sólo en su faceta de corredor de trail; Kilian es mucho más”. La conversación que mantuve con Jornet me permitió comprender otras de sus dimensiones que aún hoy me siguen inspirando. Hace ya tiempo que llevaba dando vueltas a la cabeza sobre cómo escribir un artículo sobre él que fuera personal y sincero, pero que también mantuviera perspectiva crítica: no es fácil hablar sobre alguien cuya figura ha alcanzado el estatus de mito, y ese mismo desafío forma parte de lo que este texto pretende transmitir.
Hablar de Kilian Jornet es hacerlo sobre algo que trasciende los límites del deporte. No se trata sólo de victorias en todo tipo de carreras ni de récords en montañas que parecían irrompibles. Su figura pertenece ya a un territorio simbólico, al de los personajes que marcan una época y redefinen cómo entendemos la relación entre el ser humano y la naturaleza. Kilian es, para muchos, el paradigma del atleta ligero que vuela por las aristas alpinas, la imagen del cuerpo mínimo y la mente máxima en fusión con la montaña.
En el imaginario colectivo, Kilian encarna la idea de pureza y sencillez en un mundo saturado de artificios. Corre con lo mínimo, viste lo justo, habla con mesura. Frente al exceso de ruido, propone silencio; frente al espectáculo mediático, autenticidad; frente a la obsesión por el resultado, un camino vital. Esta construcción simbólica, sin embargo, también abre un debate: ¿hasta qué punto la pureza puede convertirse en un producto? Jornet, pese a huir del protagonismo, ha terminado siendo una marca global, una referencia utilizada por medios, empresas y otros organismos como icono de lo esencial.
Esa tensión entre autenticidad y exposición forma parte de su trascendencia, porque demuestra lo difícil que es mantener intacta la simplicidad cuando se ocupa un lugar central en la cultura contemporánea.

Lo trascendente en Kilian no está únicamente en lo que hace, sino en lo que representa. Para una generación de corredores y montañeros, su figura abrió la posibilidad de imaginar un nuevo estilo de estar en la montaña: rápido, ligero, sostenible, conectado con la esencia. Y para quienes no corren ni escalan, su imagen se asocia con una filosofía vital, la del límite como motor de autoconocimiento, la del riesgo como acto de libertad y la de la montaña como un territorio de sentido en un mundo que a menudo lo pierde.
Por eso, más allá de sus éxitos deportivos o de las cimas conquistadas, Kilian Jornet se ha convertido en un arquetipo cultural, en un símbolo de que todavía es posible vivir en coherencia con lo esencial, aunque paradójicamente su figura también nos recuerde que incluso la pureza necesita convivir con la visibilidad, la comunicación y la proyección pública. En esa contradicción, en esa tensión entre mito y persona, reside parte de su verdadera trascendencia.
LEGADO DEPORTIVO Y PROYECTOS PERSONALES
Lo que sigue son apreciaciones personales, fruto de mis entrevistas con Kilian y de la observación de sus proyectos. Naturalmente, no puedo hablar por él. Estas son interpretaciones muy personales sobre cómo ve quien escribe estas líneas su manera de entender la montaña y la actividad, y pueden no reflejar exactamente su propia visión.
El legado de Kilian Jornet no se mide únicamente en récords ni en victorias, sino en la manera en que parece transformar la relación con la montaña y la forma de entender la actividad en ella. Según mi percepción, lo que realmente le motiva es hacer actividad, experimentar la montaña en todas sus vertientes y explorar la continuidad. Creo que, para él, correr, esquiar, subir cimas o encadenar montañas no son actos comparables en jerarquía, sino experiencias distintas que le aportan aprendizajes, sensaciones y crecimiento.

En su vertiente competitiva, no hace falta decir que Kilian lo ha ganado todo. Pero, desde mi punto de vista, más allá de los resultados, lo que le mueve —sobre todo actualmente— es conocer los límites de su cuerpo y mente, y experimentar con entrenamientos, nutrición y estrategias mentales que le permitan rendir al máximo en distintos contextos. Muchos de sus proyectos personales surgen de esa misma inquietud: entender hasta dónde puede llegar, cómo reaccionan sus músculos y su cabeza frente al cansancio, al terreno extremo y a la incertidumbre del entorno natural.
Sus proyectos más emblemáticos reflejan esta filosofía y la convierten en narrativa viva. En los Alpes, el encadenamiento de las 82 cimas de más de 4.000 metros supuso días enteros de decisiones constantes: cuándo apretar, cuándo descansar, cómo adaptarse a cambios meteorológicos repentinos o a la fatiga acumulada. Cada pico fue, según mi interpretación, un pequeño laboratorio de resistencia y autoconocimiento. Un proyecto similar en los Pirineos, algo anterior, también parecía buscar más que un resultado: imaginar un reto, entrenarlo y ponerlo en práctica, disfrutando de cada paso y cada ascenso. Próximamente, con su futuro proyecto States of Elevation, Kilian se enfrenta a un desafío único en Estados Unidos: enlazar picos de 14.000 pies a pie y en bicicleta, promediando cada día el equivalente a una etapa del Tour de Francia y un maratón, sobre terreno técnico y a gran altitud. Más allá del esfuerzo físico, a mi juicio, este proyecto refleja su conexión profunda con los lugares salvajes y su búsqueda de significado a través de la resistencia, la naturaleza y la exploración.
Desde mi perspectiva, la montaña para él es belleza, paisaje, luz y emoción. Supone el instante en que el cuerpo fluye con el terreno y la mente se sintoniza con el entorno. Cada reto supone dedicar tiempo —vida y esfuerzo— a una actividad que no produce nada material, pero sí riqueza intrínseca: aprendizaje, autoconocimiento y sensaciones únicas en las que todo parece formar parte de una experiencia que trasciende el resultado final. “Yo creo que hago montaña por la belleza del estar allí, el paisaje, las luces, el reto, progresar, imaginar cosas y ver que soy o no capaz de hacerlas, la emoción o sensación del instante, los sentimientos al escalar…”.

Incluso en sus logros más competitivos —como carreras de esquí de montaña o trail—, pienso que Kilian prioriza el aprendizaje y el reto personal sobre el resultado. Escoge objetivos que le permitan imaginar proyectos, explorar nuevas posibilidades y experimentar su rendimiento de manera integral. Esa polivalencia, la capacidad de moverse en distintos medios y distancias, y la búsqueda constante de comprensión sobre su propio rendimiento son, a mi juicio, rasgos que no sólo definen su carrera, sino que refuerzan su trascendencia y anticipan otros aspectos de su legado, como su vertiente ecológica y la labor de su Fundación.
COMPROMISO ECOLÓGICO
Una de las dimensiones más relevantes de Kilian, más allá del rendimiento y los retos deportivos, es su profundo respeto por las montañas y el medio natural en el que se mueve desde que era un niño. Creo que, aunque es una persona naturalmente reservada y a la que le cuesta exponerse en medios, ha comprendido que su figura pública le otorga la responsabilidad de poner su voz al servicio de la protección de los entornos que ama.
Por eso, desde mi lectura, su participación en programas de gran audiencia como La Resistencia de TVE no responde tanto al protagonismo, sino a la oportunidad de visibilizar la importancia de conservar las montañas y los ecosistemas alpinos. Su compromiso se traduce también en acciones concretas a través de la Fundación Kilian Jornet, que busca promover la conservación de espacios naturales y fomentar una relación sostenible con la montaña.
Kilian entiende que la protección del medio no es sólo un acto simbólico, sino una extensión de la ética que aplica a su propia vida y práctica deportiva: respeto por el entorno, prudencia y una conexión consciente con cada lugar que visita. Desde mi perspectiva, esta faceta ecológica se entrelaza con su manera de entrenar y afrontar retos: elegir recorridos, cuidar la montaña mientras se desplaza por ella y transmitir a otros la idea de que la actividad en la naturaleza no debe dejar huella negativa.
Me parece que esta combinación de visibilidad pública, acción concreta y coherencia personal convierte su compromiso ecológico en una de las dimensiones más trascendentes de su legado. Kilian demuestra que la grandeza de un atleta no sólo se mide en récords, victorias o proyectos espectaculares, sino también en el impacto positivo que deja en el mundo natural y en quienes lo rodean.

SU PROPIO CAMINO
Hablar de Kilian Jornet es hacerlo de alguien que ha sabido trazar su propio camino en la montaña, sin dejarse guiar únicamente por récords o títulos. Como él mismo ha dicho, ir a hacer carreras que ya ha ganado, sabiendo que la emoción vivida en victorias como la Pierra Menta 2008 o Zegama 2007 no se repetirá, no le atrae completamente. Su foco está en proyectos que supongan un reto de aprendizaje, imaginación y planificación, donde pueda explorar hasta dónde puede rendir su cuerpo y su mente en distintos medios y distancias, algo que no duda en compartir en grandes hojas de Excel. Desde mi perspectiva, esto refleja una filosofía muy cercana a la idea de ir “desnudo” a la montaña: actividades donde la capacidad personal, la técnica y el conocimiento del entorno sean más determinantes que la tecnología o el artificio, y donde la rapidez y eficiencia son consecuencia natural de moverse ligero y en continuo flujo.
En ese sentido, Jornet escribe sus propias líneas en la historia del montañismo, de manera similar a cómo Reinhold Messner revolucionó el alpinismo moderno o Ueli Steck la escalada de gran dificultad técnica a ritmos inimaginables. Sus proyectos muestran que la montaña no es solo un espacio de competición o desafío físico, sino un territorio de aprendizaje, exploración y conexión íntima con la naturaleza, donde cada reto aporta conocimiento y comprensión sobre el cuerpo y sobre el mundo.
Quizás una de las claves de esta transcendencia radica en su capacidad de asombrarse y mantener viva la curiosidad, algo que su madre destacó en una entrevista con ella que publicamos hace unos meses: “Creo que lo que distingue a Kilian es que ha llegado a una conexión muy íntima con las montañas. Se siente parte de ellas y las vive… Esto le ha llevado a querer aprender continuamente. No ha perdido la pasión ni el asombro; siempre busca comprender su cuerpo y su relación con la montaña, explorando desde el rendimiento fisiológico hasta la dietética y la microbiota, pasando por la parte mental y psicológica”. Desde mi punto de vista, esta combinación de rendimiento, asombro y respeto por la montaña define una forma de estar en la vida y en el deporte que va más allá de lo meramente físico, dejando un legado inspirador y profundamente humano. Esto es TRASCENDENCIA.
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