Marc Toralles y Bru Busom. La fuerza del equipo.

Marc Toralles y Bru Busom. La fuerza del equipo.

Texto: Kissthemountain. 

 

En este artículo, el hecho de que “Slovak Direct” figure como subtítulo del mismo y no como título principal no es casualidad, porque aunque en esta actividad -que asciende 2.750 metros de desnivel en la cara sur del Denali, la montaña más alta de América del Norte con 6.190 metros- sea uno de los principales protagonistas, para nosotros lo es más la cordada formada por Bru Busom y Marc Toralles, guías de montaña de profesión, y que hace unos meses realizaron la décima ascensión por esta espectacular vía.

El pasado 10 de abril se estrenó la película de esta actividad de gran repercusión internacional como demuestra el hecho de que, en el momento de escribir estas líneas, en sólo dos semanas, haya superado las 46.000 visualizaciones. Una de ellas, o alguna más, la ha realizado parte del equipo de Kissthemountain. Y en base a nuestras impresiones y a las conversaciones mantenidas con los dos alpinistas hemos querido publicar este artículo que se aleja de consideraciones técnicas -ya publicadas en otros medios- para centrarse en aspectos más humanos y que giran alrededor de la relación entre Marc Toralles y Bru Busom.

No soy crítico cinematográfico ni lo pretendo. No puedo juzgar el uso de las cámaras ni el encuadre de los planos. Tampoco creo que la intención de los directores de esta producción, los propios alpinistas, fuera la de realizar un proyecto con el que optar a premios que además del contenido valoran en grandísima medida la forma.

 

 

Tampoco me imagino a Bru y a Marc sentados en un estudio elaborando un complejo y creativo guion con el que sorprender a los futuros espectadores. Todo es muy simple, pero precisamente en esa simpleza creo que radica su fuerza.

Entre las primeras palabras que crucé con Marc justo después del visionado de la película estaban aquellas empleadas para decirle que pensaba que la misma tenía dos partes diferenciadas. En la primera, más o menos la mitad del metraje y que recoge desde el momento en el que salen de sus casas hasta que la actividad en sí comienza, uno tiene la sensación de que está asistiendo a las vacaciones de un par de colegas o incluso a un viaje de estudios. No hay grandes pretensiones. Son dos amigos dispuestos a pasárselo bien y a vivir una gran experiencia y, como tal, los momentos de humor, incluso un tanto escatológico por usar un término casi generoso, son muy frecuentes. Marc me decía que la película podría haberse llamado “Dos tontos en Alaska” y no hubiese pasado nada. Y podría darle la razón si no es porque en la segunda parte las risas y las bromas casi se acaban por la envergadura de un proyecto que en palabras de Bru Busom se adaptaba a su nivel en grado pero que les exigía una concentración total pues el más mínimo fallo no estaba permitido. Y esto demuestra el nivel de la cordada pues la magnitud de esta actividad hace que esté al alcance de pocos alpinistas.

A pesar de que acabo de escribir que veo dos partes diferenciadas en esta grabación, prefiero, a riesgo de provocar cierto enfado en aquellos que sufren TOC, dividir la estructura de este artículo en tres partes.

 

 

Y no lo hago por molestar, sino porque, aunque tanto la relación de Marc y Bru como la brutal actividad por ellos realizada en Alaska pueda tener muchísimas connotaciones, de la conversación que he mantenido con ellos, infiero tres principales aspectos: la amistad, el compromiso y el valor del equipo.

LA AMISTAD

Nada más descolgar el teléfono, tanto a Bru como a Marc, en este orden, les pregunté qué tenían más presente en sus recuerdos del ascenso al Denali por la Slovak Direct ahora que habían pasado diez meses. Pretendía que me respondieran rápido, sin pensarlo mucho, que me dijeran lo primero que les venía a la cabeza.

Fueron unos días que nos permitieron vivir el presente al máximo. Sólo pensábamos en estar allí, escalar y disfrutar de cada movimiento, con nuestros pensamientos únicamente enfocados en la escalada y apartados por completo del resto de componentes de nuestras vidas. Hay veces y días en los que prefieres que abra vía el compañero, pero aquí ni siquiera te planteabas esta cuestión. Te tocaba a ti y tirabas para arriba, siempre hacia arriba y con ganas de afrontar lo que viniera. Tengo ganas de volver a sentir esto. Hablo de poder vivir el presente con Marc. Con él tengo una relación muy especial. Con otros alpinistas es más difícil que entre en ese estado en el que sólo pienso en la escalada y en estar en la aventura disfrutando al máximo de ella. Con Marc todo se convierte en una experiencia superior”. Esta fue la respuesta de Bru Busom que, con otras palabras, fue confirmada por Marc Toralles. Y prometo que entre las dos llamadas no hubo el tiempo suficiente para que se pusieran de acuerdo en sus respuestas: “Lo primero que me viene a la cabeza si pienso en la actividad en Alaska es la palabra vacaciones. El objetivo es irte con un amigo a escalar, que es lo que realmente nos gusta. El conjunto de la actividad es muy importante para mí, pero lo fundamental es subir con gente con la que te llevas bien. Hacer o no cima no es ni mucho menos lo prioritario. Al volver ya habíamos quedado para ir a escalar de nuevo y pensado en nuevos proyectos juntos, y eso que llevaba un mes viéndole la cara”. Amistad.

Hay un momento en la película que me gusta especialmente. Bru y Marc están llegando a la cima después de una última jornada en la que tienen que ascender 1.000 metros de desnivel, una vez que se enlaza con la Cassin. Bru ha abierto la traza durante toda la jornada. Marc se detiene y deja que sea Bru quien haga cima en primer lugar dándole tiempo, “su” tiempo. No sé si porque se da cuenta de lo que han realizado, por un cansancio extremo de cinco días de actividad en los que sólo ingieren algo de avena por la mañana, un par de barritas durante el día y comida liofilizada durante la noche, o por una mezcla de todo, pero Marc se echa a llorar de emoción viendo a Bru en la cima. Es, más o menos, el minuto 47 de la película.  Más que la escalada que es de flipar, hay una historia humana muy fuerte detrás de todo. Mucha gente puede verla como la de dos superhéroes que suben un sitio, pero realmente somos dos colegas que se van de fin de semana a escalar. Uno se tira un pedo y el otro se ríe. El título podría ser el de Dos tontos en Alaska (“eh tíu, tíu, qué pasa tíu”). Nos une mucho la motivación. Nunca he encontrado a alguien tan motivado en quien su prioridad sea sólo escalar y meterse en donde sea por encima de muchas cosas. Llegar allí no es gratis. Somos dos pringados que tenemos que currar. No podíamos ni tan siquiera tomarnos una pizza mientras esperábamos el equipaje perdido. En ese momento, cuando has alcanzado el objetivo, sale, entre muchas otras, este tipo de cosas”.

 

 

Es curioso, porque cuando le preguntamos a Marc Toralles por el momento descrito en el párrafo anterior, nos comenta que gran parte de su emoción se produce cuando en uno de los momentos del ascenso final de la última jornada, Marc llega al encuentro de Bru y ve restos de lágrimas en sus ojos. En ese momento Marc no lo sabe. No ha visto aún el vídeo de la película porque ésta ni siquiera existe todavía. Pero esas lágrimas de Bru están motivadas por el recuerdo que hace de su familia que, desde la lejanía, sin ellos saberlo, mandan fuerzas al alpinista que se evade de este esfuerzo final pensando en el mensaje que les enviará cuando llegue a un punto determinado. Es el minuto 43 y medio de la cinta. Me gusta pensar que hay una conexión espiritual entre Marc Y Bru. El primero se emociona al ver la emoción del segundo. Pero, quizás esté flipando más de la cuenta.

EL COMPROMISO

La palabra compromiso se utiliza para describir una obligación que se ha contraído. Estar comprometido implica hacer todo lo posible para llevarlo a cabo. Muchos dicen que para que exista un compromiso es necesario que haya conocimiento de lo que se debe asumir. Estas personas formulan que no podemos estar comprometidos si desconocemos muchos detalles de lo que nos espera y, por tanto, de nuestras obligaciones. En este sentido, en el caso de Bru Busom y Marc Toralles, el compromiso con el proyecto es aún mayor pues, aunque desconocen mucho de lo que se van a encontrar -la montaña es lo que tiene-, están dispuestos a luchar por el objetivo por encima de lo que ellos podrían esperar.

 

 

Dicho así, uno puede pensar que su comportamiento es propio de un superhéroe, pero más que eso, a la vista de las declaraciones que siguen, no es otra cosa que una cuestión de supervivencia.

Antes de entrar en el parque en avioneta, te reúnes con los rangers que te explican lo que te vas a encontrar y te dan algún consejo. Nos dijeron que si daban más de 10 millas de viento, no debíamos meternos en ningún lado. Una de las cosas realmente complicadas de esta zona del mundo es el viento que hace caer en picado la sensación térmica. Hicimos una buena aproximación que nos sirvió de aclimatación. Cuando estábamos listos para comenzar, vimos que en tres días daban 60 millas por hora, aunque era en la cara norte y nosotros íbamos por la sur. Éramos conscientes de que en ese momento estaríamos muy arriba y en un sitio donde no habría marcha atrás. Lo jodido de esta ruta es el compromiso que asumes. Por eso tiene tan pocas repeticiones. Una vez que te metes, si hace malo, no puedes salir andando por ningún lado y un eventual rescate es casi imposible. Allí te quedas. La noche antes de salir del campo IV para ir a la base de la pared, decidimos que la decisión la tomaríamos una vez allí. Si te fijas, no hay nada grabado de esa noche. No había ánimo para ello. Hablando los dos con posterioridad, ambos coincidimos en que fue el momento más complicado de toda la actividad. Creo que el hecho de que nos costara tanto llegar a la base hizo que dijéramos que ya que estábamos allí… [Risas]. En cualquier caso, me guío mucho por la intuición. Si no lo veo, no me meto. No sé por qué. Imagino que por la experiencia, pero hay muchos imputs de los que no eres consciente que hacen que se te genere un estado de ánimo que te indica si el camino a tomar es hacia arriba o hacia abajo. En este caso, decidimos echar comida y agua para un par de días más”. Marc Toralles.

 

 

Los momentos de las coladas que ves en el vídeo son realmente tensos. Sabes que es difícil que se produzca una avalancha por la gran inclinación de la montaña, pero aún así, ves que no tienes la cosa 100% controlada, no por la dificultad de la escalada porque está dentro de nuestro grado, sino porque te das cuenta en los momentos en los que la nieve cae sobre nuestras cabezas que quien manda es la montaña. En cualquier caso, es un miedo controlado y asumido que no se convierte en pánico. En cierto sentido es muy bueno porque te mantiene atento a cualquier cosa que venga. Estás en el presente total e intentas que cada paso que das sea del todo seguro. No puedes romperte una pierna porque de allí es muy difícil que te saquen”. Bru Busom.

Cierra los ojos y ponte en su lugar. Tienes que ascender una pared de 1.700 metros antes de enlazar con la Cassin, desde donde te separan de la cumbre otros 1.000 de desnivel. Las previsiones que dan para el tercer día, aunque en la cara norte, son de viento de 60 millas por hora. En ese momento estarás muy arriba. Confías en que la propia montaña haga de barrera y que este viento llegue a la cara sur debilitado. ¿Lo tienes ya en tu cabeza? Pues ahora toma la decisión de subir o de bajar. Compromiso.

EL VALOR DEL EQUIPO

Hace ya casi un año y medio realizábamos una entrevista a Marc Toralles que puedes leer aquí. En ese artículo aprendíamos mucho del alpinista patrocinado entre otras marcas por Julbo. Ahora, si trato de recordar -reconozco que mi memoria no es la de un elefante- aspectos de aquella entrevista, hay uno que destaca sobre todos.

 

 

Imagino que en el momento de charlar con Marc, teníamos muy presente la entrevista que el mes anterior habíamos hecho a Tamara Lunger. En ella, nos detuvimos mucho tiempo analizando el momento en el que tiene que darse la vuelta a escasos metros de la cima del Nanga Parbat, quedándose completamente sola mientras Txikon, Moro y Sadpara continúan hasta la cima. Al preguntarle a Marc cuál hubiese sido su comportamiento si uno de sus compañeros -en aquella charla nos referíamos a Bru Busom, Roger Cararach u Oriol Baró- hubiese tenido que adoptar el papel de Tamara diciendo adiós al sueño y sobre todo quedando en la más absoluta soledad, el alpinista catalán no dudó ni un momento al responder que por supuesto él se habría dado la vuelta para ayudar a su compañero. Lo dejó tan claro que, repito, fue lo que más me marcó de aquella charla.

Bru Busom y Marc Toralles en su camino hacia la cima del Denali por la Slovak Direct no vivieron ninguna situación tan crítica que les hiciera plantearse, individualmente, el abandono. No fue necesario, pero, en cualquier caso, cada uno de ellos contaba con algo -llámalo carta de la baraja o fortaleza especial- que consistía en saberse completamente apoyado por su compañero de cordada.

Creo que nuestra fuerza reside en el concepto de equipo. Luchar por el éxito individual no tiene ningún sentido para nosotros. Vamos allí a pasarlo bien como amigos, y si encima escalamos algo de gran repercusión, pues mejor. Dejar a un lado nuestra individualidad y dedicarse al equipo es hoy por hoy nuestra mejor arma y ventaja para afrontar con éxito vías de esta envergadura. Por el momento nos está funcionando e imagino que será así para siempre”.

 

 

Éstas son palabras de Bru Busom que confirman lo que en noviembre de 2018 hablábamos con Marc. Y esto es el valor del equipo, algo que puede manifestarse en situaciones muy complejas o en otras mucho más simples, como la que nos contaba Marc al teléfono el otro día: “Los estados de ánimo influyen mucho en la montaña. Una vez que enlazamos con la Cassin, las dificultades se terminan. Restan 1.000 metros duros en lo físico pero fáciles en lo técnico. Al llegar a ese momento, le comenté a Bru que “todavía quedaba lo peor” por el esfuerzo extra que nos iba a exigir llegar a la cima. Bru me contestó: “lo peor o lo mejor”. Esto tan simple puede hacerte ver las cosas de otra manera y afrontar determinada situación desde la óptica del optimismo”. Probablemente Bru no fue consciente en ese momento de que estaba echando un cable a su amigo y compañero Marc. Y esto también es ser un equipo.

Leo lo escrito hasta ahora y me gusta. Creo que la anécdota de “lo peor o lo mejor” podría ser un buen cierre para el artículo, pero no me queda más remedio que estropearlo y hacerlo más mundano.

Bru, tengo que decirte, que Marc piensa que no es justo que la comida que lleváis se divida entre dos pues él tiene más corpulencia que tú y por tanto necesita ingerir más calorías. 🙂

 

 

 

 

 

 

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