13 Dic MARCO CAMANDONA. Un gran corazón montañero
Es la segunda ocasión que traemos una conversación con este embajador de MILLET a nuestras páginas. La excusa era poder hablar sobre su logro de haber conseguido los 14 ochomiles, pero la realidad es que sus palabras nos inspiran enormemente. Manifiesta un amor por la montaña que sólo los seres humanos que la respetan profundamente pueden alcanzar. En esta charla, se muestra muy honesto, sobre todo al hablarnos, ahora cuando puede echar la vista atrás, de cuáles de sus logros son los que le hacen sentir más orgulloso. Un proyecto en Nepal, con niños que no han tenido las oportunidades de las que sí gozamos la mayoría de nosotros, ocupa un lugar privilegiado en un gran corazón montañero. Gracias, Marco.
Por Kissthemountain
Kissthemountain: Hola, Marco. Me gustaría felicitarte personalmente por haber completado tu proyecto de los 14 ochomiles sin uso de oxígeno suplementario, pero antes de entrar en este tema, quería preguntarte por tu expedición al Mont Vinson, en la Antártida. Imagino que recuerdas que estuvimos hablando días antes de que empezaras esta actividad. Nos decías que, aunque la altitud de esta montaña -4.892 metros- podría hacer pensar que no es una ascensión complicada, los últimos 3.000 metros son comparables a los de un ochomil por las condiciones de frío intenso y por los fuertes vientos patagónicos. Aunque ha pasado ya casi un año de esta expedición, nos gustaría que nos contaras cómo fue y, sobre todo, que nos hablases de la belleza del continente antártico. ¿Qué puedes decirnos de la sensación de inmensidad ante los desiertos helados blancos y sobre sus condiciones meteorológicas? Imagino que será una experiencia que siempre quedará en tu memoria.
MARCO: Fue una aventura sin igual en un entorno en estado puro en el confín del mundo. Para mí, una expedición extraordinaria, en un enclave intacto diferente al de cualquier otra montaña que haya escalado. Una belleza incomparable. Después de 15 días en la Patagonia, partí hacia la Antártida con dirección al Vinson. Tras unos días de aproximación, el martes 12 de diciembre de 2023 subí a su cumbre en un hermoso día muy frío con temperaturas que rondaban los -35°C. Este fue un maravilloso viaje al límite de la naturaleza, técnicamente fácil, pero en un ambiente bastante duro. Cuando se dice que nuestro mundo y nuestro clima son delicados, aquí y sólo aquí comprendemos lo importante que es el hombre para el planeta. Permitidme haceros entender lo que quiero decir con un ejemplo: una miga de pan dejada en el hielo permanecerá donde está durante toda una vida, de hecho, durante siglos. No hay animales en el interior del continente, no hay vegetación, las temperaturas son tan frías que el hombre sólo puede sobrevivir y no vivir. Todo lo que allí dejamos permanece en el suelo, incluso la miga. No quiero dar lecciones a nadie, pero si cada uno de nosotros pensáramos en dejar nuestro mundo limpio, aunque sólo fuera un poco, todos lo disfrutaríamos más. Al volver de la expedición, me tomé mi tiempo para pensar en lo importante que es escalar montañas mirando a nuestro alrededor y disfrutando al máximo de la naturaleza. A veces, por diversas razones, corremos arriba y abajo de las cumbres pensando únicamente en el objetivo final y no en el amor por lo que hacemos.
K: Ahora sí que me gustaría que habláramos sobre la consecución de los 14 ochomiles, culminada con la ascensión en el pasado verano del Gasherbrum I. En aquella charla que tuvimos en diciembre de 2023, nos decías: “Para mí es mucho más importante compartir el placer de conocer nuevos lugares y montañas que coleccionar cumbres. Me enorgullece poder hablar de mis experiencias en lugares increíbles, de cómo escalé inmensas y fascinantes montañas con mis propias fuerzas, gracias únicamente a mis habilidades, y siempre sin la ayuda de oxígeno suplementario. Debo admitir que me siento un privilegiado de haber podido admirar, por ejemplo, un amanecer desde un ochomil. Eso no tiene precio”. Aunque dabas más valor a las experiencias acumuladas y compartidas con tus compañeros, imagino que haber cumplido el proyecto de convertirte en el 20º alpinista en alcanzar las 14 cumbres sin la ayuda de oxígeno será algo que te satisface completamente y, de alguna manera, una forma de cerrar un ciclo…
M: Haber cumplido mi sueño de escalar todas las montañas de más de ochomil metros es una gran satisfacción, nunca trivial, y con un retorno que no se puede dar por descontado. Algunos dicen que después de escalar todos los ochomiles sin oxígeno, uno se convierte en un “superviviente de la montaña”. Después de tantos años de expedición, casi 26, puedo decir que he llegado a la cima de una carrera que empezó como un juego y que, a día de hoy, sigue siendo una aventura extraordinaria que he compartido con un gran número de amigos. Fue una gran alegría emprender la expedición junto a Abele Blanc, a sus 70 años y con los 14×8000 también en su haber. Empecé este viaje aventurero con él en 1996, y fue precisamente con él con quien al final de la expedición me di un gran abrazo en el campo 2 del Gasherbrum I tras completar los 14×8000 sin oxígeno suplementario.
K: Marco, ¿qué sientes justo en la cumbre del Gasherbrum I, o quizás al descender y estar ya fuera de peligro, cuando te das cuenta de que has cumplido este sueño iniciado hace ya casi 30 años?
M: En la cumbre del Gasherbrum I, a las 10:57 de la mañana del 28 de julio de 2024, en un día memorable, hermoso, de cielo azul y sin viento, pensé: ¡Game Over! El juego que duró 26 años había terminado. Ante mí, la cordillera del Karakórum con el majestuoso K2 elevándose en el cielo, el Broad Peak y los Gasherbrums. En apenas unos instantes, pasaron por mi mente multitud de historias con los compañeros que me han acompañado en tantas aventuras. No sólo figuras del alpinismo que se dejaron la vida aquí, sino montañeros que dejaron huella… ¡Y esta vez puedo decir que yo también he escrito un trozo de historia! Una historia que permanecerá en mis mejores recuerdos para el resto de mi vida: 14×8000 sin oxígeno.
“Haber cumplido mi sueño de escalar todas las montañas de más de ochomil metros es una gran satisfacción, nunca trivial, y con un retorno que no se puede dar por descontado. Algunos dicen que después de escalar todos los ochomiles sin oxígeno, uno se convierte en un “superviviente de la montaña”. Después de tantos años de expedición, casi 26, puedo decir que he llegado a la cima de una carrera que empezó como un juego y que, a día de hoy, sigue siendo una aventura extraordinaria que he compartido con un gran número de amigos”.
K: ¿Cómo fue este ascenso? No he tenido la oportunidad de leer mucho sobre las condiciones que te encontraste en compañía de Dante Luboz y Abele Blanc.
M: La expedición de este año fue probablemente una de las más duras mentalmente. Me presioné mucho psicológicamente para terminar y traer a casa los dos ochomiles de la forma más limpia y precisa posible. Debo decir que Abele, con quien he compartido muchos años en numerosas expediciones por todo el mundo, me transmitió una gran serenidad y tranquilidad a la hora de tomar decisiones importantes. Conocía su gran experiencia al frente de expediciones en las grandes montañas y, en esta ocasión, volví a tener la confirmación de ello. Mi cuñado Dante, a pesar de no contar con tanta experiencia, se adaptó enseguida a las montañas y al grupo, poniendo a prueba su tozudez y su fortaleza física y mental: nunca un problema, siempre positivo y entusiasta para seguir adelante. Fueron dos meses nada fáciles por la climatología. En el GII, que abordamos primero, tuvimos que sitiar la montaña y esperar impacientes la ansiada ventana de buen tiempo. El día del ataque a la cumbre fue un día hermoso, pero con fuertes vientos que alcanzaban los 50 km/h, al límite de las posibilidades humanas sin la ayuda de oxígeno. El 18 de julio, logré hacer cima después de cinco días en la pared con poca alimentación. Desafortunadamente, Dante, debido al fuerte viento, se quedó atrás y al descender lo encontré a unos 150 metros de la cumbre. Era demasiado peligroso continuar solo por lo que bajó conmigo. Tras dos días de descanso en el campo base, nos pusimos de nuevo en marcha e iniciamos la ascensión al GI. Afortunadamente, contamos con una excepcional ventana de buen tiempo y, de esta manera, el 28 de julio, estaba en su cumbre con Dante como compañero de escalada. ¡Una gran emoción y mucha felicidad!
“En la cumbre del Gasherbrum I, a las 10:57 de la mañana del 28 de julio de 2024, en un día memorable, hermoso, de cielo azul y sin viento, pensé: ¡Game Over! El juego que duró 26 años había terminado. Ante mí, la cordillera del Karakórum con el majestuoso K2 elevándose en el cielo, el Broad Peak y los Gasherbrums. En apenas unos instantes, pasaron por mi mente multitud de historias con los compañeros que me han acompañado en tantas aventuras. No sólo figuras del alpinismo que se dejaron la vida aquí, sino montañeros que dejaron huella… ¡Y esta vez puedo decir que yo también he escrito un trozo de historia!”.
K: Te he preguntado antes sobre tus sentimientos en la cumbre del Gasherbrum I. Ahora me gustaría hacerlo sobre los de las semanas posteriores. ¿Sientes de alguna manera un vacío una vez completados los 14? Me refiero a una especie de ¿ahora qué? ¿Inicias una nueva etapa como alpinista? ¿Cuáles serán tus próximos proyectos?
M: Las sensaciones pasadas unas semanas de los 14×8000 diría que eran las mismas, destacando ante todo la gran satisfacción de haberlo logrado tras una vida dedicada a esta gran pasión, siempre con profesionalidad, mucho compromiso y determinación para alcanzar las metas porque creí en ellas hasta el final, pero también con la vista puesta en el futuro, porque un ser humano sin sueños es un hombre acabado. Mis próximos objetivos son terminar las Siete Cumbres, sólo me falta la Pirámide de Carstensz, y, después, apoyar a uno de mis jóvenes en el máximo honor del alpinismo mundial: el Piolet D’Or.
K: Desde 2015, con tu esposa Bárbara y un grupo de amigos, dedicas tiempo a un proyecto humanitario en Nepal con la organización sin fines de lucro “Sanonani”, dirigida a huérfanos y familias que no pueden mantener a sus hijos. ¿Puedes hablarnos de este proyecto tan especial?
M: Sanonani significa «niño pequeño» y nació oficialmente el 15 de enero de 2015. Su historia es relativamente reciente, aunque el sueño de ayudar a los niños de Nepal llevaba ya varios años en un cajón. Los primeros en dar forma al sueño fuimos Barbara y yo; luego se nos unieron Paola, Fausta, Andrea, Lara, Abele y Adriano. Dimos el primer paso hacia esta aventura impulsados por nuestro corazón, pero fueron la motivación y la determinación las que nos permitieron realizarlo. Los niños van a la escuela, la gente se ayuda mutuamente, hay agricultura de subsistencia. La economía de las familias que viven en los pueblos ha mejorado gracias a los turistas que frecuentan los senderos que llevan a los picos más altos del mundo o a los circuitos donde se pueden admirar paisajes increíbles. Katmandú, en cambio, se ha encontrado a lo largo de los años con todas las lacras sociales de las grandes ciudades. En el verano de 2017, tras un cambio de gobierno y el consiguiente de normas, decidimos ampliar nuestro proyecto y pasar por el largo proceso burocrático para obtener el permiso para operar como orfanato. A finales de ese 2017, la buena noticia fue que el proyecto había sido finalmente aprobado. El nuevo perfil de la Casa Sanonani requería nuevas figuras de referencia. Por desgracia, nuestros jóvenes huéspedes han pasado por experiencias muy difíciles y necesitan referentes profesionales y cariñosos que les den un sentimiento de familia. Estamos muy orgullosos de que el personal sea nepalí. Recibimos de estos niños mucho más de lo que somos capaces de dar: son sus sonrisas y su alegría de vivir lo que nos motiva. Cada día más.
“Las sensaciones pasadas unas semanas de los 14×8000 diría que eran las mismas, destacando ante todo la gran satisfacción de haberlo logrado tras una vida dedicada a esta gran pasión, siempre con profesionalidad, mucho compromiso y determinación para alcanzar las metas porque creí en ellas hasta el final, pero también con la vista puesta en el futuro, porque un ser humano sin sueños es un hombre acabado. Mis próximos objetivos son terminar las Siete Cumbres, sólo me falta la Pirámide de Carstensz, y, después, apoyar a uno de mis jóvenes en el máximo honor del alpinismo mundial: el Piolet D’Or”.
K: Tu vínculo con la marca centenaria MILLET es algo de lo que nos hablabas en aquella charla que mantuvimos en diciembre de 2023. Nos decías que su espíritu te había ayudado a expresarte mejor en los Alpes y en Himalaya gracias a la creación de prendas de alto rendimiento para las grandes altitudes. Millet también está muy comprometida con el Tour du Rutor Extrême, del que eres director técnico, algo de lo que te sientes plenamente orgulloso. ¿Qué te aporta esta icónica carrera?
M: Estoy orgulloso de ser el director del Millet Tour du Rutor Extreme desde hace más de 20 años y de ser el entrenador del Club de Esquí Corrado Gex, lo que me permite hacer fluir y conocer el esquí de montaña y la zona donde vivo entrenando a muchos jóvenes y deportistas. Millet, que nos apoya tanto a mí como al Tour du Rutor desde hace tantos años, no es un simple patrocinador. Sinceramente, me siento parte integrante de esta firma que, como yo, siente amor por la montaña y por lo que hace. Son como mi otra familia.
K: Tu legado en el mundo de la montaña es algo excepcional. De hecho, no quiero pasar esta oportunidad sin darte las gracias por todo lo que has aportado a la comunidad. Guía de montaña en el valle de Aosta, instructor de esquí alpino, entrenador de esquí de montaña, director del Millet Tour du Rutor, uno de los más grandes alpinistas, proyectos humanitarios… ¿De qué te sientes más orgulloso si hoy echas la vista atrás?
M: Hago todo esto con mucha pasión y amor. No podría vivir sin todas estas cosas que has enumerado, pero si realmente tuviera que elegir, primero estarían mis niños SANONANI, a los que tratamos de brindarles la oportunidad de tener un futuro brillante y crecer en un entorno de serenidad. Luego, pondría la faceta de entrenador, ya que me da mucha satisfacción poder formar a tantos jóvenes en valores importantes e intentar guiarles en el amor a las montañas a 360° y enseñarles a hacer las cosas con pasión y dedicación.
“Sanonani significa «niño pequeño» y nació oficialmente el 15 de enero de 2015. Su historia es relativamente reciente, aunque el sueño de ayudar a los niños de Nepal llevaba ya varios años en un cajón. A finales de ese 2017, la buena noticia fue que el proyecto había sido finalmente aprobado. El nuevo perfil de la Casa Sanonani requería nuevas figuras de referencia. Por desgracia, nuestros jóvenes huéspedes han pasado por experiencias muy difíciles y necesitan referentes profesionales y cariñosos que les den un sentimiento de familia. Estamos muy orgullosos de que el personal sea nepalí. Recibimos de estos niños mucho más de lo que somos capaces de dar: son sus sonrisas y su alegría de vivir lo que nos motiva”.
K: Muchas gracias, Marco. Seguiremos pendientes de tu carrera.
M: Gracias a vosotros.
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