
24 Mar MARIA PETIT. Vivir la vida
Tras sufrir un grave accidente de moto, Maria Petit perdió la vista y el olfato. En su búsqueda de la superación del duelo y de la adaptación hacia la nueva situación que le había tocado vivir, encontró una herramienta muy poderosa en el deporte. Si bien en un principio apostó por el de élite, llegando a participar en una final en el Campeonato de Europa de atletismo paralímpico, pronto cambió este tipo de actividad por otra más enfocada al bienestar y al disfrute. Y llegó a la montaña. Ha hecho cimas importantes, ha escalado en hielo y hoy, tras tres años desde que lo probó, el trail running supone su gran refugio. La atleta de LA SPORTIVA se abre en una conversación, a ratos dura y en otros optimista, pero sobre todo sincera, sobre la vida que le ha tocado vivir. Su realidad es la que es. No trata de blanquearla. Haber hablado con ella ha sido una experiencia cuyo recuerdo nos durará mucho tiempo. Muchas gracias, Maria.
Por Kissthemountain
Kissthemountain: Hola, Maria. ¿Qué tal estás? ¿Necesitas más tiempo? ¿Es un buen momento para que hablemos?
Maria: Sí, acabo de llegar a casa. ¿Cómo estás?
K: Muy bien. Con ganas de hablar contigo.
M: ¡Genial! Pues vamos…
K: Estuviste hace poco compitiendo en Transgrancanaria, ¿no? Si no me equivoco, lo hiciste con Carrodilla Cabestre y Elisa Mas como guías. ¿Cómo te fue? Dicen que es una carrera rápida, pero realmente tiene partes muy técnicas.
M: Mi conclusión es que tengo que dedicarme a hacer carreras en las que se pueda correr un poco más [Risas]. Parto de la base de que yo no voy a competir, pero ese tipo de tecnicidad se me hace muy complicada ya que hay muchos tramos en los que puedo correr muy poco con la barra. El año pasado estuve en la Gorbeia Suzien y fue un poco parecido, o incluso peor porque había mucho barro. Creo que tengo que escoger mejor las carreras. Me gusta correr por la montaña y sé que voy a encontrar segmentos complicados, pero también es cierto que existen terrenos más agradables. Este año, quiero hacer la MCC de UTMB. Seguro que es mucho más corrible, aunque haya mucho desnivel.
K: He leído un poco sobre tu historia. Tras un accidente en moto, con 17 años, perdiste la vista y el olfato. Imagino que los primeros momentos fueron muy difíciles. Prácticamente, tenías que aprender a vivir de nuevo. Sé que has hablado mucho de este tema. De hecho, realizas labores de concienciación sobre lo necesario de que la sociedad, en muchos aspectos y especialmente en el laboral, os vea como personas plenamente capaces. Quizás sea un poco duro entrar con esta pregunta, pero me gustaría qué nos contaras tus sentimientos al asimilar que tu vida había cambiado repentinamente y cómo se hace para sacar fuerzas ante esta situación. No es lo mismo ser ciego de nacimiento que perder la vista en algún momento de la vida. Te he leído en alguna entrevista que, poco después de que todo ocurriera, participaste en la final del Europeo de atletismo paralímpico de 2014, hasta que fuiste consciente de que, en cierta medida, corrías por inercia, por demostrar que seguías siendo válida, pero que no eras independiente. A partir de ese momento, tuviste que empezar a luchar por una adaptación real a tu nueva situación. Lo habrás contado muchas veces, pero creo que es importante poner en contexto a nuestros lectores.
M: Sí, claro, aunque lo cuente muchas veces, siempre es diferente, porque es un proceso cambiante. No es lo mismo hacerlo con 19, 24 o 32 años. Nuestras opiniones van madurando y creciendo. La forma en la que valoramos las cosas está en un cambio constante. A lo largo de mi vida, mi respuesta irá modificándose, y esto no quiere decir que sea una incoherencia, sino una forma de evolucionar. Fue muy duro de asimilar, sobre todo al principio. El proceso para hacerlo es muy largo, probablemente lo sea durante toda la vida. He pasado por etapas durísimas, en las que el duelo ha aflorado de una forma enorme que me ha obligado a buscar muchas herramientas y formas para poder funcionar en mi día a día y vivir una vida con cierto bienestar, real y de larga duración. Yo creo que en la sociedad hay una forma de entender la felicidad que a mi parecer no existe, sobre todo a media y larga duración, que es la más transcendental. Desde un principio, me agarré al deporte buscando cierta autonomía, para sentirme lo más libre posible, a la vez que me rodeaba de un buen entorno, algo que veo clave. Este estilo de vida unido al deporte ha sido clave para mí. Y empecé por arriba, por el máximo nivel, con ese europeo de atletismo paralímpico. Quería reafirmar mi validez. Pero, pronto, cambié la perspectiva, hacia el disfrutar y no tanto competir, considerando el deporte como un estilo de vida enfocado al bienestar, porque cuando nos sentimos bien somos capaces de ofrecer lo mejor de nosotros a la gente que nos rodea. En mi favor, tengo la suerte de tener un entorno familiar y social muy amplio y sólido. Esto me ha ayudado muchísimo y todavía lo hace, en un proceso como es el de primero perder la vista y luego vivir sin ver que es una realidad cada día que te despiertas. Vivimos 24 horas al día en una sociedad que no se ajusta para nada a las necesidades de una persona completamente invidente.
“Fue muy duro de asimilar, sobre todo al principio. El proceso para hacerlo es muy largo, probablemente lo sea durante toda la vida. He pasado por etapas durísimas, en las que el duelo ha aflorado de una forma muy grande. Me agarré al deporte buscando cierta autonomía, a la vez que me rodeaba de un buen entorno, algo que veo clave. Y empecé por el máximo nivel, en el Campeonato de Europa de atletismo paralímpico. Quería reafirmar mi validez. Pero, pronto, cambié la perspectiva hacia el disfrute y no tanto a competir, considerando el deporte como un estilo de vida enfocado al bienestar. Esto me ha ayudado muchísimo y todavía lo hace, en un proceso como es el de primero perder la vista y luego vivir sin ver que es una realidad cada día que te despiertas”.
K: Claro, aunque desprendes mucha fortaleza, optimismo y ganas de vivir, está claro que has atravesado por momentos muy oscuros.
M: Sí, hay ocasiones en las que todo se te echa encima, incluso por una tontería, como chocarte con algo. Antes de ir a Transgrancanaria, despidiéndome de mi perro a las 05:00, me di un golpe contra la pared que me provocó una gran hinchazón en la frente. Iba en el coche con Carrodilla y mi padre y allí todo era silencio. Estaba entre aturdida y triste. Fue algo pasajero, no profundo, pero no por ello dejaba de fastidiarme. No pasa nada ante estas situaciones y no son comparables a las de hace 10 años, en las que pesaba 20 kilos menos que ahora porque estaba muy mal. El físico hablaba de mí; no sonreía. Estaba muy pesimista. No es que ahora sea optimista, como me has dicho, sino que, por el contrario, tengo tendencia a un gran realismo desde el sarcasmo y la ironía. Soy dura con la realidad que vivo y creo que no hay que blanquearla. Lo que sí es cierto es que siempre he intentado tener la mayor calidad de vida posible.
K: Si en un primer momento te agarras a ese deporte más de élite, de repente te das cuenta de que eso no te hacía más independiente. Y, entonces, la montaña de alguna manera acude a tu rescate, como lo ha hecho con muchos de nosotros. Actividades puras de montaña como en el Aneto, en el Comapedrosa o en el Kilimanjaro, hasta llegar al mundo del trail running, que creo que es el que más te motiva ahora… ¿Cómo fue ese encuentro con la montaña? ¿Qué ha supuesto para ti?
M: Con el trail, he unido dos de las cosas con las que más he disfrutado en todos estos años, como son el correr y la montaña. Al final, haciendo un pico, siendo una persona invidente, un pequeño problema puede complicarse mucho. Necesito rodearme de gente que quiera la montaña y sepa entenderla con todo lo que supone. El trail es algo más cercano y fácil de realizar, aunque encontrar guías para entrenar no sea fácil. Empecé a hacer montaña desde el principio de esta situación, algo pequeño, algún trekking. Vi que disfrutaba mucho. Recuerdo que en 2017 o 2018, me fui con una familia a California y les pedía salir a hacer alguna actividad de hiking. Después, también en Indonesia, con un grupo que conocí allí. Previamente, ya había subido al Comapedrosa. Ayer, hablaba con uno de mis mejores amigos y le decía que gracias a él había conseguido romper muchas barreras mentales que veía imposibles. Él me contestó que todo había sido mutuo y compartido, que no me estaba haciendo ningún favor. Con él, he hecho muchas locuras: Comapedrosa, Pica d’Estats, Balandrau, y no por la ruta normal, sino más bien campo a través. Todo, muy divertido y épico. Con este mismo amigo, fue con quien probé el trail. Me sentí muy cómoda. Ahora, en marzo, hará tres años que empecé y no he parado. Cuando tienes un accidente como este, lo primero que piensas es que no vas a poder salir de casa, después ves que puedes caminar por la calle o ir al gimnasio, más tarde, correr en pista, luego que no es imposible dar un paseo por la montaña… Es un proceso en el que tienes que ir rompiendo capas. No pasas de 0 a 10 de repente. Vi que podía hacer cosas diferentes, sin tener ningún referente ni recursos. Al principio, iba a la montaña cogiéndome de la mochila de la persona que tenía delante, como podía. Tenía una pareja que vivía cerca de la montaña e íbamos haciendo poco a poco. Me gustaba y me sentaba bien estar en contacto con la naturaleza, pero ir más allá, a subir montañas mínimamente altas, para mí era imposible. De hecho, la persona con la que estaba en ese momento hacía algo de actividad, y no es que él minorase mis capacidades, sino que simplemente era impensable que yo le acompañara. Subir con una novia ciega no era lo más normal. Pero es como lo que te he dicho al principio respecto a la evolución que van tomando los pensamientos. Poco a poco, fui haciendo cada vez más cosas, hasta que un día, con mi amigo Sergi, me vi subiendo el Comapedrosa. Fue todo muy épico. Recuerdo el abrazo que nos dimos en la cima. Creo que ha sido de los más sentidos y reales de mi vida. Vivir esta experiencia de forma tan bonita, cero traumática, hizo que tuviera ganas de seguir. Es muy importante sentirte segura con la gente que te rodea cuando haces una actividad de este tipo. Cruzas un río, saltas rocas, subes, bajas… Son muchos los estímulos. Para mí es muy diferente y especial.
K: De hecho, quería que hablásemos ahora de esos estímulos. En esta revista, en muchas ocasiones, hemos escrito que, aunque no se vea la montaña, por ejemplo, durante una carrera nocturna, esta se puede sentir de muchas otras maneras. Supongo que no será fácil de explicar, pero me gustaría que intentases hablarnos de cuáles son esos estímulos que hacen que conectes con la naturaleza. ¿Qué sientes en un paseo tranquilo por la montaña? Está claro que te estás perdiendo algo importante como las vistas, pero…
M: Si estuviera siempre pensando en que no veo un determinado paisaje o lo que sea, no viviría. Lo último en lo que pienso cuando voy a la montaña es que me estoy perdiendo cosas. Es todo lo contrario. Me centro en todo lo que me ofrece. Vivo 24 horas al día y siete días a la semana sin ver. La naturaleza me ofrece múltiples aspectos que no siento en el día a día. Es un entorno muy cambiante que me da muchos estímulos. Lo que allí experimento es muy distinto a lo que siento en la calle. Me nutro de cosas diferentes, que, además van unidas a una actividad física, que es lo que realmente me gusta. Creo que es muy importante entender el valor que tiene lo más simple, lo más básico, como es ir a dar un paseo tranquilo por el monte y todo lo que te ofrece la naturaleza a nivel de conexión. Me da la vida. Es muy difícil explicarte mis emociones o sentimientos porque eso es algo muy abstracto. Simplemente, me siento cómoda y disfruto. Percibo el desnivel, los ruidos de la montaña o de los animales… Al fin y al cabo, es un entorno muy diferente al de mi día a día que me hace recargar las pilas.
K: ¿Estos estímulos te hacen recordar de alguna manera lo que vivías antes de perder la vista?
M: No, no vivo anclada en el pasado. El tema de no ver es algo muy complejo. Si volvemos a Transgrancanaria, te digo que yo puedo reproducir imágenes en mi cabeza de forma automática, de Carrodilla, de Elisa y de mí, de las tres juntas sujetando la barra, aunque a ellas no las he visto nunca. Te puedo contar perfectamente cómo es la carrera, en qué tramos se sube, en cuáles se puede correr… Tengo mi percepción de lo que es la prueba. Esto sólo puedo hacerlo cuando lo he vivido, no como el resto de personas que pueden ver fotografías o vídeos. Yo, no. Tengo que vivirlo en primera persona. Esto me ha pasado también escalando en hielo o subiendo cualquier montaña. No sé si me estás entendiendo.
K: Sí, claro. Necesitas experimentarlo para saber lo que es, y en ese momento creas imágenes mentales que te describen perfectamente dónde estás. Hay algo que me ha despertado mucha curiosidad. Me has dicho que nunca has visto a Carrodilla o a Elisa, pero ¿tienes una imagen mental de ellas? ¿Te las imaginas físicamente de alguna forma?
M: Más o menos, pero no puedo definirlas. Es como cuando lees un libro…
“Lo último en lo que pienso cuando voy a la montaña es que me estoy perdiendo cosas. Me centro en todo lo que me da. Vivo 24 horas al día y siete días a la semana sin ver. La naturaleza me ofrece muchos estímulos que no siento en el día a día. Me nutro de cosas diferentes, que además van unidas a una actividad física, que es lo que realmente me gusta. Creo que es muy importante entender el valor que tiene lo más simple, lo más básico, como es ir a dar un paseo tranquilo por el monte y todo lo que te ofrece la naturaleza a nivel de conexión. Me da la vida. Es muy difícil explicarte mis emociones o sentimientos porque eso es algo muy abstracto. Simplemente, me siento cómoda y disfruto”.
K: Es justo lo que te iba a decir. Ahora, estoy leyendo un libro que me está gustando mucho. Quizás lo conozcas. Es de Elena Ferrante. Cuenta la historia de dos amigas desde que son niñas hasta que se hacen mayores. Empieza en Nápoles, tras la II Guerra Mundial. La verdad es que me tiene muy enganchado. Pero, lo que te decía… Yo me he hecho una imagen mental de cómo son ellas. A una, me la imagino rubia, y a la otra, morena, pero quizás no sea así. De hecho, hay una serie en las plataformas digitales sobre esta historia. Estoy deseando verla, pero no quiero hacerlo hasta que termine de leer la novela porque me da miedo de que verlas en la pantalla me cambie la percepción que tengo sobre ellas. Quizás sea algo parecido a la imagen que tú tienes de Carrodilla o de Elisa.
M: ¡Voy a mirar ese libro! Sí, es así, exactamente eso. Es una locura. Si yo volviera a ver, me cogería un desorden muy fuerte que me haría pasar por el psiquiátrico [Risas]. Tengo un mundo creado que no he visto nunca. Es como si mi vida fuera un libro en mi mente. Cuando me preguntan por esto, me explota la cabeza. No digo que nada sea real, porque sí que lo es, ya que es mi percepción sobre la vida, pero no es lo mismo que ve la otra gente. Aunque también pienso que lo que perciben los demás también varía de unos a otros. A título individual, cada persona recibe una información o unos inputs que le hacen ver de una persona una cosa u otra. Es una paranoia muy grande.
K: Esto me encaja con lo que te quería preguntar ahora. Cuando se habla de una persona ciega, la sociedad se refiere a ella como discapacitada. De alguna manera, es cierto que no es capaz de ver, pero estoy seguro de que sois más capaces que el resto para otro tipo de cosas y de situaciones. Imagino que se despierta otro tipo de sensibilidad que os puede hacer más fuertes que al resto de personas en otras circunstancias.
M: Depende de la persona. Es como todo. El hecho de ser una persona ciega implica que primeramente eres una persona. Entonces, puedes ser simpática, antipática, divertida, tímida, introvertida, extrovertida, que te guste el deporte, que lo odies, que te encante estudiar… Creo que debemos tener claro que primeramente somos personas con todas sus características, sus cualidades, sus talentos, las cosas que se nos dan bien y las que no.
“Es una locura. Si yo volviera a ver, me cogería un desorden muy fuerte que me haría pasar por el psiquiátrico [Risas]. Tengo un mundo creado que no he visto nunca. Es como si mi vida fuera un libro en mi mente. Cuando me preguntan por esto, me explota la cabeza. No digo que nada sea real, porque sí que lo es, ya que es mi percepción sobre la vida, pero no es lo mismo que ve otra gente. Aunque también pienso que lo que perciben los demás también varía de unos a otros. A título individual, cada persona recibe una información o unos inputs que le hacen ver de una persona una cosa u otra. Es una paranoia muy grande”.
K: Pero a lo que yo iba es que no sé si, de alguna manera, por el hecho de no ver, tienes otros sentidos más desarrollados. No sé, tú y yo estamos hablando por teléfono y no nos estamos viendo. Quizás tú, por no ver, eres capaz de percibir rasgos en mí que una persona vidente no podría.
M: No generalizaría diciendo que las personas ciegas tienen más desarrollados otros sentidos. El sentido más desarrollado actualmente es el sentido común. No tengo súper poderes ni soy vidente. Es un tema de la persona. A nivel cognitivo o intelectual, puede que una persona ciega tenga más capacidades que una persona con poca cultura. En mi caso personal, obviamente, puedo emitir un juicio, pero no me gustaría pensar que este tenga más valor que el de otra persona por el simple hecho de que no puedo ver. Sí que es cierto que hoy en la sociedad hay un juicio visual muy superficial. La estética marca mucho, pero quizás sea lo que menos habla de una persona. Al final, el juicio más exacto debería venir de lo que una persona transmite a través de sus palabras, porque muestran sus valores. Obviamente, te puedes equivocar y hacerte juicios erróneos, pero los que no podemos ver no estamos sometidos a la dictadura de la estética. Desde que soy ciega, he podido conocer a 2.000 personas. Quizás, si pudiera ver, habría descartado a muchas de ellas por estereotipos o prejuicios.
K: Maria, me surgen muchísimas preguntas, pero no quiero entretenerte más. Cuentas con el apoyo de La Sportiva, una de las principales y más icónicas marcas de montaña. ¿Qué ha supuesto para ti?
M: Desde mis inicios en la montaña, tener el apoyo de ellos ha sido muy importante. Que una de las marcas más importantes a nivel de montaña te dé su apoyo es algo muy gratificante. También, para mí es fundamental la gente que allí trabaja y la relación que tengo con ellos. Para nada me exigen o me imponen. Me gustan mucho sus valores y los de los atletas que formamos parte de la marca. Aprecio su forma de hacer y me veo muy reflejada. Al final, definiría mi vínculo con ellos como un gran regalo y una excelente oportunidad.
“Hoy en la sociedad hay un juicio visual muy superficial. La estética marca mucho, pero quizás sea lo que menos habla de una persona. Al final, el juicio más exacto debería venir de lo que una persona transmite a través de sus palabras, porque muestran sus valores. Obviamente, te puedes equivocar y hacerte juicios erróneos, pero los que no podemos ver no estamos sometidos a la dictadura de la estética. Desde que soy ciega, he podido conocer a 2.000 personas. Quizás, si pudiera ver, habría descartado a muchas de ellas por estereotipos o prejuicios”.
K: Maria, me ha encantado conocerte. Me quedo con ganas de seguir hablando contigo durante horas. A ver si te conozco en persona algún día y continuamos haciéndolo. Por supuesto que está el ejemplo que das, que es admirable, pero voy mucho más allá. Creo que eres una persona muy especial y realmente excepcional.
M: Es un tema de conexión. También me ha gustado mucho hablar contigo, Juanmi.
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