MIKEL ZABALZA. Un viaje al Nuptse 2012

MIKEL ZABALZA. Un viaje al Nuptse 2012

MIKEL ZABALZA. Un viaje al Nuptse 2012

 

 

 

Texto por Kissthemountain

 

Hace unos días navegando entre los numerosos vídeos de actividades en la más alta montaña, encontraba uno en el canal de Basque Team que mostraba los últimos metros que afrontaban, camino de la cima del Nuptse en 2012 la cordada formada por Mikel Zabalza, Juan Vallejo y Alberto Iñurrategi. La calidad técnica de este documento es la habitual de aquellos años en los que la resolución de las cámaras digitales y móviles era más bien baja. Sin embargo, su valor hay que buscarlo en el contenido, más que en la forma. Los tres alpinistas se enfrentan a los metros finales de esta complicada montaña, en donde la progresión se realiza por terreno mixto de hielo, roca y nieve, y una caída no está permitida por las grandes pendientes y su exposición. El día parece soleado, pero el fuerte viento y el cansancio tanto físico como mental llaman a la prudencia que les invita a abandonar a unos 160 metros de la cima. La victoria estuvo en saber verlo, en la experiencia de saber abrazar la renuncia para que hoy en día, casi 12 años después, estén aún con nosotros, algo que no parece tan obvio viendo los trágicos acontecimientos sucedidos durante este verano en el que hemos tenido que decir adiós a dos de los máximos exponentes del alpinismo mundial como son Kazuya Hiraide y Kenro Nakajima, entre muchos otros. 

 

 

El hecho de que, después de haberlo dado todo, no hayamos podido concluir con la cumbre no puede calificarse, desde nuestro punto de vista, como una derrota, sino como un resultado más que posible dentro de lo ambicioso del proyecto. Después de dos días de durísimo descenso, y a falta de unos pocos rápeles para pisar tierra firme, Mikel me confirmaba con un comentario lo que yo ya llevaba tiempo pensando: “¡Buff…! No se pueden hacer muchas de éstas si se quiere llegar a viejo, ¿eh?”. Con esta frase resumía perfectamente la diferencia que existe entre escalar de forma tradicional o en alpino, y la exigencia y compromiso que exige esta última modalidad. No quiero excusar que no vayamos a realizar más intentos, sino tratar de explicar que hacerlo de esta forma exige un esfuerzo físico y mental muy superior a cualquier otra manera de escalar, incluso en vías más duras técnicamente”. 

Estas palabras están extraídas de un texto enviado tras la tempestad por Juan Vallejo, llamado “No siempre se gana”, y que, en mi opinión, muestra el valor de estas actividades de enorme compromiso en estilo alpino como contrapunto a ese alpinismo más comercial cuya dificultad también puede ser alta, pero que queda a muchos “grados” de las numerosas expediciones que esta cordada ha realizado, como también hacían los dos alpinistas japoneses que acaban de perder su vida en el K2. 

Hace ya un tiempo, en junio de 2020, en plena pandemia, tuvimos la oportunidad de charlar con Mikel Zabalza, un alpinista que nos transmitía un espíritu muy vivo del alpinismo clásico sin quedarse atascado en el pasado y con una motivación propia de un recién iniciado que no deja de soñar y buscar escaladas y actividades que le hacen vivir aventuras y le exigen manejarse en el mundo de la incertidumbre. Sus palabras nos transmitieron no sólo experiencia y templanza, sino también perfección en el arte de tomar la decisión correcta en el momento preciso.

Estos son algunos extractos de esa charla que puedes leer completa aquí.

“No le encuentro tampoco una respuesta muy clara a qué es lo que nos llama de la montaña. Estoy en casa ahora e investigo sobre ciertos montes de Himalaya o Karakórum. Rebusco en fotos mías, en libros, imagino líneas, posibles ascensiones… Y no sé muy bien por qué. Será ese deseo de querer seguir viviendo aventuras, de enfrentarte a lo desconocido e ir descubriendo sitios que tú te has imaginado. Esa parte previa de las expediciones me encanta. Soñar que vas a hacer un viaje es para mí tan importante como el propio viaje. Yo sigo en esa línea, con mis sueños, mis proyectos, explorando. Sólo ir a ver y observar sitios para después volver con más certidumbre. Disfruto de esa inquietud y del deseo de seguir viviendo aventuras”.

“Además, a mí siempre me ha gustado explorar. He dedicado una infinidad de días, sobre todo en invierno, a ir a mirar, a ver si donde yo creo que puede haber una línea, la hay. Ahora la gente no quiere hacer eso, sino ir a tiro fijo y no invertir su tiempo en estas cuestiones. Yo he dedicado muchos días de mi vida, y lo seguiré haciendo, a mirar y buscar. Siempre me ha interesado mucho y es una parte que veo muy atractiva y motivante. Mucha gente te dice que no ha visto nada en Internet, que eso no puede estar formado. Pero claro, no todo está en la red. Yo, por mi experiencia y por el seguimiento que hago durante la temporada de las condiciones meteorológicas, puedo tener más o menos certeza de dónde puedo encontrar una actividad para realizar. En base a la observación y a la experiencia, se puede intuir mucho dónde va a haber condiciones para practicar el alpinismo invernal. Hay que ser observador en montaña. Lo considero una parte muy importante”.

 

 

 

“La tolerancia a la frustración es algo que tenemos muy trabajado los alpinistas. Ha habido expediciones en las que apenas he tenido oportunidades buenas de aclimatar correctamente, y otras en las que lo has hecho muy bien y estás esperando una ventana de buen tiempo para hacer el intento definitivo que no llega. Te vas a casa sin que se haya producido. Hay momentos de frustración, pero tienes que convivir con ellos. No queda otra. Es parte del juego y hay que salir de casa sabiendo que eso puede pasar. En algunas expediciones hemos tenido experiencias muy buenas, como en la vertiente norte del Gasherbrum II, por China, y luego no llegamos a hacer un intento óptimo. Ahora miro atrás y veo que fue una bonita aventura. Ese tipo de viajes los valoras con el tiempo”.

“Hubo un claro punto de inflexión. Fue en mi primer viaje a Nepal, en 1992. Ese verano había estado trabajando de bombero eventual, y con el dinero que gané, junto con un amigo de Pamplona, Fermín Izco, marchamos a Nepal. Allí hicimos varias ascensiones. Hice cumbre en mi primer sietemil en estilo alpino. A los años me enteré de que era un pico virgen. Esa experiencia nos marcó a los dos y a partir de ese viaje condicioné el resto de cosas de mi vida, sobre todo la parte laboral, que la dejé en un segundo plano, para poder escalar por el mundo. Llegaba a casa y buscaba trabajos que no me atasen. No quería una ocupación fija. Estuve haciendo trabajos verticales y buscaba la combinación de tiempo y dinero para poder viajar por el mundo. A nivel laboral, no me interesaba tanto lo que hacía a cambio de que después tuviera tiempo para salir de viaje a expediciones. Fue una época muy interesante”. 

 

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