SYMON WELFRINGER Y CHARLES DUBOULOZ. Alpinismo de valores en el Hungchi

SYMON WELFRINGER Y CHARLES DUBOULOZ. Alpinismo de valores en el Hungchi

 

El pasado mes de mayo, la cordada formada por Symon Welfringer y Charles Dubouloz conseguían abrir una vía en estilo alpino en la cara oeste del Hungchi (7.029 metros), en la frontera entre el Tíbet y Nepal. Complicaciones en el descenso les obligaron a pasar la noche en la pared y a cambiar el plan original de regreso al campo base, en una decisión llena de incertidumbre que podría haber tenido consecuencias fatales. Esta actividad supone una vuelta a los orígenes, a ese alpinismo de exploración que exige un compromiso mucho mayor que el de las expediciones comerciales a ochomiles que injustamente se llevan la fama. Charlamos con Welfringer sobre todo lo vivido en esos días que él califica de los más complicados y peligrosos de su carrera alpinística.

 

 

Por Kissthemountain. 

 

Kissthemountain: Hola, Symon. Es un placer tenerte de nuevo en nuestras páginas. Acabas de abrir junto a Charles Dubouloz una ruta en estilo alpino en una cara virgen de una montaña desconocida de algo más de 7.000 metros. Muchas veces no somos conscientes de lo que esto supone. La fama y el prestigio, en los últimos años, los vienen dando la acumulación de cimas de más de 8.000 metros. Pero la realidad es que existe otro tipo de alpinismo que exige un compromiso infinitamente mayor al que afortunadamente, y esta es mi impresión, vuelve poco a poco a dársele el valor que debe tener. La actividad que acabáis de realizar es de estas últimas. Supone una vuelta al alpinismo de valores, al de exploración. En Kissthemountain, queremos felicitarte y conocer tu opinión sobre este tipo de alpinismo que podríamos llamar incluso “romántico”.

Symon: La exploración es la principal razón por la que vamos de expedición. Durante todo el año buscamos en mapas y en artículos fotografías de caras y montañas vírgenes. Todavía hoy, en 2024, quedan muchos terrenos por explorar. Por supuesto, la mayoría son vías duras y muy técnicas, pero la belleza permanece. Si viajamos por el mundo, es para descubrir algo que no tenemos más cerca, aquí en los Alpes, por ejemplo. El terreno virgen en zonas más cercanas casi ha desaparecido y lo buscamos en estos lugares remotos.

K: La actividad que habéis realizado hace unas semanas en el Hungchi [7.029 m], en la frontera entre el Tíbet y Nepal, tenía de todo: una altísima exigencia técnica, la incertidumbre de avanzar por terreno desconocido más allá de lo que unos prismáticos dejan ver desde el campo base, unas condiciones meteorológicas realmente complicadas, sobre todo en el descenso… Me gustaría que nos dijeras que os ha exigido más. ¿La tecnicidad, la incertidumbre de lo desconocido o ese descenso con una meteorología muy adversa? Además, creo que tuviste problemas de aclimatación por complicaciones en los bronquios.

S: Lo más duro fue el descenso. Ambos descubrimos un nuevo tipo de compromiso. Entrar y enfrentarse a una cara desconocida de unos 800 metros, sin tener mucho equipo para rapelar, sólo tornillos de hielo para hacer Abalakovs, es complicado. Nos enfrentamos a una gran elección a 6.500 metros. Nuestro plan inicial era bajar por la ruta original, pero las malas condiciones meteorológicas y un nivel técnico demasiado alto comparado con lo que esperábamos nos obligaron a replantearnos esta alternativa. Entonces, teníamos dos opciones: bajar por la cara oeste haciendo rápeles de más de 1.200 metros, o bajar por la cara este con sólo, entre comillas, 700 metros de rápel. Después de una gran deliberación, comprendimos que no había una opción fácil, sino que sólo una podía funcionar y que la mayoría de las alternativas podían ser mortales. Con un poco de suerte y con nuestra experiencia acumulada, conseguimos finalmente bajar y encontrar hielo a lo largo de todos los rápeles… En cuanto a mi estado de salud, ocurrió durante la aclimatación. En realidad, no me asusté. Simplemente, sentí sobre todo decepción y tristeza. Invertimos durante todo el año mucha energía, tiempo y motivación en entrenarnos para estos proyectos. Enfrentarme una vez más, ya que mis tres últimas expediciones no salieron según lo planeado, a la posibilidad de fracasar fue realmente decepcionante. Llegas a un punto en el que te preguntas por qué seguir haciendo esto con todo el sacrificio que conlleva, por algo que casi nunca funciona.

 

  

 

K: Symon, quería preguntarte algo más sobre ese difícil descenso. He leído que fue realmente complicado y que os visteis obligados a pasar una noche en la pared con fortísimos vientos. A la mañana siguiente, tal y como me dices, tenéis que tomar la difícil decisión que es la de abandonar la tienda y elegir una nueva ruta para descender rodeada de grandes incógnitas. En la charla que mantuvimos hace unos meses nos decías: “creo que el miedo es lo que me hace ser capaz de estar concentrado y fuerte en un momento dado. Al tener miedo, mi mente entra en un modo de concentración total y eso me permite utilizar el 100% de mis capacidades. Por otra parte, gracias a él, puedo tomar las decisiones adecuadas y dar marcha atrás cuando lo considero necesario. Diría que, para mí, el miedo es una fortaleza la mayor parte del tiempo. Me hace capaz de ser plenamente yo mismo”. ¿Pasasteis verdadero miedo? ¿Llegasteis a temer por vuestras vidas? ¿Notas esa tensión en el rostro de Dubouloz? Creo que esta decisión de cambiar de ruta en el descenso implicaba que no podría haber una marcha atrás. ¿Es así?

S: De hecho, creo que es lo más cerca que hemos estado de tomar una mala decisión. Me refiero a mortal. En ese collado, a unos 6.500 metros, sabíamos que sólo había una buena opción y que todas las demás no funcionarían, pero no conocíamos de antemano cuál era. Por suerte, los dos tenemos experiencia en este tipo de decisiones y estábamos 100% concentrados en lo que teníamos que hacer. Fue un momento intenso y difícil. Podíamos ver el miedo en los ojos del compañero, algo realmente extraño porque no estábamos en peligro directo por avalancha o caída de seracs. Sólo necesitábamos movernos lo más rápido posible.

 

“La exploración es la principal razón por la que vamos de expedición. Durante todo el año buscamos en mapas y en artículos fotografías de caras y montañas vírgenes. Todavía hoy, en 2024, quedan muchos terrenos por explorar. Por supuesto, la mayoría son vías duras y muy técnicas, pero la belleza permanece. Si viajamos por el mundo, es para descubrir algo que no tenemos más cerca, aquí en los Alpes, por ejemplo. El terreno virgen en zonas más cercanas casi ha desaparecido y lo buscamos en estos lugares remotos”.

 

 

 

 

 

K: ¿Por qué elegís esta montaña y no otra? Me ha parecido leer que vuestros planes iniciales eran los de enfrentaros a una cima diferente. El alpinismo de exploración supone tomar estas decisiones y ser capaz de cambiar sobre la marcha de plan. Pero ¿por qué esta montaña y no otra? ¿Es una cuestión de intuición? ¿De belleza?

S: Nuestro plan inicial era escalar el Gyachung Kang, y sigue siendo nuestro proyecto. Este pico tiene 7.952 metros y es el decimoquinto del mundo en altitud, el primero que no alcanza los 8.000 metros. La elección de ir allí fue una especie de declaración de intenciones para demostrar que tenemos 14 picos que están invadidos de gente y convertidos en atracción turística sólo por un pequeño número de metros. El Gyachung Kang se ha ascendido pocas veces, algo que también nos atraía. Hoy en día, el alpinismo en el Himalaya se ha convertido en un negocio bastante extraño, con gente sin idea de escalada que va a las montañas más altas del mundo. Es como si alguien quisiera encadenar un 9a sin saber escalar. Aquí pueden sacar las cintas exprés; allí usan oxígeno…

 

“Creo que es lo más cerca que hemos estado de tomar una mala decisión. Me refiero a mortal. En ese collado, a unos 6.500 metros, sabíamos que sólo había una buena opción y que todas las demás no funcionarían, pero no conocíamos de antemano cuál era. Por suerte, los dos tenemos experiencia en este tipo de decisiones y estábamos 100% concentrados en lo que teníamos que hacer. Fue un momento intenso y difícil. Podíamos ver el miedo en los ojos del compañero, algo realmente extraño porque no estábamos en peligro directo por avalancha o caída de seracs. Sólo necesitábamos movernos lo más rápido posible”.

 

K: ¿Qué os decís Charles y tú cuando por fin llegáis abajo? ¿Cuáles son los sentimientos a nivel individual y colectivo en ese momento? 

S: Fue un gran alivio. Al fin podíamos enviar un mensaje al campo base para informar de que estábamos a salvo. Volvíamos de otro mundo, sabíamos que el compromiso había sido enorme durante las horas anteriores y estábamos muy contentos de volver a un terreno llano y “seguro”. Además, al descender por el lado opuesto, la cara este, aún nos quedaba un largo camino hasta el campo base, de 15 a 20 kilómetros, por un terreno glaciar resbaladizo. El día no había terminado aún, pero en términos de riesgo estábamos casi salvados.

 

 

 

 

 

K: Esta montaña de más de 7.000 metros entre el Tíbet y Nepal, la Directissime en las Grandes Jorasses del año pasado… Son actividades que sin duda os están convirtiendo en referentes en este tipo de alpinismo. ¿Cómo de importante es el apoyo que recibís de una marca más que centenaria como MILLET?

S: En mi caso, llevo ocho años colaborando estrechamente con Millet, y tengo que admitir que es una gran historia. La gente que trabaja allí son ahora mis amigos. Desarrollamos muchos productos nuevos juntos. El equipo que utilizamos durante nuestra ascensión, el TAK, Trilogy Alpine Kit, es algo en lo que hemos trabajado durante los últimos tres años en equipo. Y estoy muy contento con los resultados. Es una gama de productos de última generación que sin duda nos ayudó a luchar contra estas terribles condiciones. Todavía tenemos muchas ideas y nuevos productos que desarrollar. Es algo bastante ilusionante. Cuando llegamos al aeropuerto, muchos de los que allí trabajan vinieron a felicitarnos. Fue un gran momento para nosotros comprobar que una marca se preocupa tanto de sus atletas y ver que nuestros proyectos les interesan de verdad.

 

“Nuestro plan inicial era escalar el Gyachung Kang, y sigue siendo nuestro proyecto. Este pico tiene 7.952 metros y es el decimoquinto del mundo en altitud. La elección de ir allí fue una especie de declaración de intenciones para demostrar que tenemos 14 picos que están invadidos de gente y convertidos en atracción turística sólo por un pequeño número de metros. El Gyachung Kang se ha ascendido pocas veces, algo que también nos atraía. Hoy en día, el alpinismo en el Himalaya se ha convertido en un negocio bastante extraño, con gente sin idea de escalada que va a las montañas más altas del mundo”.

 

K: Symon, termino con una pregunta fácil de hacer, pero imagino que difícil de responder. ¿Crees que esta actividad merece al menos una nominación al Piolet d’Or?

S: Al haber recibido este premio en 2021, conozco las especificidades y los criterios del jurado, y la cara oeste del Hungchi reúne muchos de ellos. No es algo en lo que pensemos ahora. Tenemos mucha curiosidad por ver lo que se va a escalar en los próximos meses en Pakistán y Nepal. En cualquier caso, nuestra vía, Le cavalier sans tête, es algo de lo que estamos realmente orgullosos. Después de tantos fracasos en el Himalaya, nos sentimos muy contentos de volver a casa con una línea tan impresionante en nuestras maletas.

 

 

 

 

 

 

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