YANNICK BOISSENOT. En casa

YANNICK BOISSENOT. En casa

 

Texto por Kissthemountain

 

Un hogar no es simplemente una casa. Un hogar es donde sentimos que necesitamos cuidar a las personas y las cosas con las que lo compartimos. Un hogar es donde seguimos esforzándonos mientras buscamos soluciones para proteger la vida y mejorar su calidad. Un hogar es el lugar donde cuidamos a nuestros seres queridos, a nuestra familia. Un hogar es donde nos preocupamos por nosotros mismos, por nuestro cuerpo y por nuestra alma, porque cuando lo hacemos, podemos cuidar mejor a los demás. Un hogar es donde nos sentimos como en casa. 

Nos sentimos como en casa en la montaña. Esto es todo lo que importa. Esto es PURE MOUNTAIN.

 

 

 

Cualquier padre conoce que solamente existe una manera de salir del cuarto de sus hijos cuando es de noche o muy temprano por la mañana: de puntillas, con mucho cuidado y sin emitir el más mínimo ruido. Suplicas que no chirríe el pomo de la puerta al salir. Y si el suelo es de madera, intentas moverte muy lentamente, como si fueras un gato que trata de ocultar su presencia.

Yannick Boissenot ha vivido muchas veces esta situación, porque es padre además de esquiador. Vive en Chamonix, bajo la atenta mirada del Mont-Blanc, por lo que no tiene que desplazarse cientos de kilómetros para encontrar la nieve de los Alpes neozelandeses o la de la isla japonesa de Hokkaido. En Chamonix, durante varios meses, de octubre a julio, tiene lo que necesita. Sólo le queda buscar el momento.

Para cualquier padre con dos hijos, el tiempo es el mayor de los problemas. La forma en la que disponemos de él nos define. 

 

 

Si eres esquiador, tienes que esquiar; y si eres padre, tienes que cuidar de tus hijos, jugar con ellos y enseñarles lo que es más importante para ti. Nuestra identidad está definida por lo que hacemos y por las personas a las que nos dedicamos.

Yannick va a la cocina, donde le espera una taza de café caliente que Lea ya le ha preparado. Mientras la bebe, escucha con cariño: “intenta no volver muy tarde“. Él asiente, come un par de tostadas con mermelada, y mientras se coloca los calcetines, responde: “no te preocupes, Lea. Volveré a casa a primera hora de la tarde. Prepararemos una tarta y arreglaremos los trineos”.

Yannick prepara su mochila y coge los esquís bajo la sonrisa de Lea, quien le sigue con la mirada hasta la puerta, le tira un beso y le observa a través de la ventana cuando se aleja con la cara rodeada de vaho por el aliento en contacto con el frio aire. No es fácil formarse una identidad propia. No es fácil comprender quién eres y lo que deseas hacer con tu vida. 

 

 

Y cuando por fin lo entiendes, no es fácil abandonar esas partes de ti mismo que con tanto esfuerzo has ido construyendo.

En ocasiones no hace falta renunciar a nada. Es suficiente con vivir en el sitio indicado: un lugar que te permite ser buen esquiador y padre, aunque haya que hacer malabarismos entre el cuarto de los hijos y el glaciar de Argentière, entre los juegos del jardín y la Aiguille du Midi. Es perfecto vivir en el sitio adecuado y estar dispuesto a dar un paso más allá para hacer todo lo necesario que te permita seguir siendo tú mismo sin tener que renunciar a lo que nos da la vida.

Porque, si lo piensas bien, la famosa nieve polvo japonesa o los Alpes neozelandeses no son fundamentales. Lo que de verdad es básico son las sensaciones que te da descender a toda velocidad y seguro por curvas perfectas y cuidar a tus seres queridos.

Yannick avanza con determinación. El sol, por el este, a lo lejos, comienza a iluminar el día.

 

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