“La preparación psicológica en una carrera de larga distancia es tan importante como la física, y comienza antes de la competición. En los entrenamientos para una ultra, ya voy gestionando lo que me puede pasar, haciéndome consciente de los pensamientos negativos que vendrán. La cabeza es tan importante o más que lo físico. Si corro una carrera de 20 kilómetros, y al llegar a ese punto kilométrico me dicen que quedan aún dos más para meta, ese extra se me hace eterno psicológicamente, cuando quizás la semana anterior he hecho tiradas de 40 kilómetros. Esto es porque mi cabeza está preparada para 20, no para 22. Puede parecer una tontería, pero no es así para nada. Se pueden hacer muy duros esos dos kilómetros. En una ultra, pasa lo mismo. Me preparo psicológicamente para una distancia determinada. Estimo que voy a hacerla, por ejemplo, en 15 horas. Me mentalizo para ese tiempo. Pero sabemos que en todas las ultras juegan muchos factores que pueden ralentizarlas, como el clima, una tecnicidad inesperada del terreno o problemas de estómago. Hay que estar preparado para luchar contra todos los factores externos que puedan surgir y saber cómo hacerles frente. Pienso mucho en esto y lo tengo muy presente antes de una ultra. Aunque me pongo un tiempo estimado de finalización, mi objetivo siempre es cruzar la línea de meta”.