“Es una cascada difícil, un emblema de Noruega, mítica. No es la más difícil, pero está ahí. Es mucho de apretar. La primera vez que fui estaba empezando. Tenía dos compañeros muy buenos escaladores, entre ellos Iñaki Cabo. Ellos la hicieron mientras yo los veía desde abajo. Ni se me pasaba por la cabeza que diez años después subiría esa cascada haciendo además todos los largos. Significó mucho para mí. Recuerdo mirarlos con admiración preguntándome cómo podían subir por ahí. Estar después allí, haciéndola de primera, fue muy emocionante. Creo que es el ejemplo de cómo con esfuerzo y dedicación podemos hacer casi cualquier cosa. A pesar de tener incomodidades, incluso miedo al principio, si insistimos podemos llegar a conseguirlo. Fue para mí un símbolo de la constancia y de la insistencia. Además, disfruté escalando. Esto es muy importante”.
Cecilia Buil evita las escaladas clásicas, primando la aventura, el descubrimiento y la soledad. Le horrorizan las colas y las masificaciones en la montaña. Empezó a escalar en hielo buscando nuevas experiencias y aprendizajes que la sacasen de su zona de confort en la montaña. Y éste se convirtió en un fin con prioridad absoluta en el momento en el que llegaba el invierno. No podía imaginarlo cuando empezó. Al inicio se sentía muy incómoda, pasaba mucho frío, miedo y penurias. En una temporada no se aprende todo lo necesario. Aguantó tres y a la cuarta se enganchó totalmente.
En el invierno de 2012, la escaladora oscense, pone rumbo a Noruega con el reto de escalar, liderando todos los largos, la famosa cascada Lipton Ice (III, 140 m., WI7) en Rjukan, Noruega. Esta cascada, con dos largos de WI6 y uno de WI7 fue en su momento considerada la más difícil del país escandinavo. Hoy en día, convertida en clásica, sigue siendo un símbolo de la dificultad en hielo.
“El hielo es efímero. Tras tu paso por allí, al llegar el verano, no queda rastro alguno. Y eso es algo que me encanta, pasar por la montaña sin dejar rastro”.