David Sharp llegó al campo base del Everest de la mano de Asian Trekking en la primavera de 2006. Era su tercera expedición a la montaña más alta del planeta. Su intención era hacer cumbre en esta ocasión, a pesar de los escasos recursos con los que contaba, en una montaña que se había convertido en objeto de deseo y comercialización. Su tarifa le daba acceso a unos servicios básicos, sin embargo, excluía otros como oxígeno, sherpa, radio o medicamentos.
A mediados de mayo realiza el que sería su último ataque a la cima. Existen dudas acerca de si logró coronar el techo del mundo o si se quedó a escasos metros de la gesta, pero en algún momento del ascenso o descenso se vio vencido por la falta de oxígeno y la extenuación y buscó refugio en la oquedad donde yace el cadáver de Tsewang Paljor. Fue ahí donde fue visto por una cuarentena de alpinistas que pasaron por su lado sin prestarle ayuda, posiblemente obligados por un terreno extremo, un entorno falto de oxígeno y una temperatura que rondaba los 30 grados bajo cero, pero sobre todo cegados por hacer su propia cumbre individual. Tan sólo el sherpa Dawa, guía de altura de otra expedición, se detuvo, dio oxígeno a David Sharp e intentó ayudarle a moverse repetidamente durante casi una hora. Demasiado tarde.
Esta situación desató una enorme controversia en el mundo del alpinismo e hizo a muchos preguntarse en qué se había convertido el Everest. Edmund Hillary fue uno de los que más alzó la voz criticando este acto inhumano y señalando que todo lo relacionado con el Everest se ha convertido en algo horrible.
