“Mi objetivo era crear un vídeo que transportara a los espectadores a la cima del Everest. Sin música. Sin efectos de sonido. Sin cámara lenta. Ni imágenes de gran angular con cámara en el casco. Sólo el sonido crudo del entorno, el flujo de oxígeno que se inhala a través de las máscaras de los escaladores y la profunda lucha y las bocanadas de aire mientras cada persona aguanta, sufre y finalmente prevalece.
Ascender a la zona de la muerte a la altitud de crucero de un avión 747 es una empresa seria. La llaman la «zona de la muerte» porque tu cuerpo empieza literalmente a morir. Se deteriora más rápido de lo que puede recuperarse. Estás al borde del espacio y el margen de seguridad es muy estrecho. Vas a contrarreloj para descender antes de que cambie el tiempo y tienes aproximadamente un tercio de la presión atmosférica a 29.000 pies sobre el nivel del mar. En consecuencia, todo es terriblemente doloroso, difícil y lento. Para la mayoría de los escaladores, éste es el momento más exigente física y mentalmente de sus vidas”.
En bruto y sin filtrar. La ascensión final al Everest. Polémicas aparte acerca del devenir del alpinismo en la montaña más alta del planeta, este vídeo realizado por el montañero y cineasta canadiense Elia Saikaly nos lleva a experimentar lo que soportan los alpinistas en su último esfuerzo hacia la cima del mundo.
«Los últimos 10 metros acaban convirtiéndose en los 10 metros más difíciles de mi vida. Respira, respira, respira, paso. Paso. Paso. Respira. Paso. Paso. Paso. Paso. Mi corazón se acelera y mi respiración está fuera de control. Todo es mental en este punto y lo siguiente que sé es que estoy solo en la cima del mundo. Me desplomo en el punto más alto, me siento sobre las banderas de oración, saco mi cámara y empiezo a rodar».