K1 – MASHERBRUM | LA REINA DE LAS MONTAÑAS. Holeček, Groh & Petreček

K1 – MASHERBRUM | LA REINA DE LAS MONTAÑAS. Holeček, Groh & Petreček

K1 – MASHERBRUM | LA REINA DE LAS MONTAÑAS. Holeček, Groh & Petreček

 

Texto por Kissthemountain

“Ha comenzado el baile en el que intentaremos animar, ablandar y conquistar a la Reina. Al mismo tiempo, pedimos indulgencia por intentar inmiscuirnos en su presencia, cuando nuestros pasos serán torpes, faltos de elegancia, ignorantes de las buenas maneras o de la ética de la corte real. Sólo tenemos un corazón lleno de pasión y determinación en buscar su favor. Cruzad los dedos. Ahí vamos…”

 

 

Las palabras que abren este artículo pertenecen al alpinista de MAMMUT, Marek Holeček, doble ganador del Piolet d’Or por sus actividades en el Gasherbrum I (2018) y en el Chamlang (2021), junto a Zdének Hák, para referirse al intento de conquista, formando cordada esta vez con Radoslaw Groh y Tomáš Petreček, del Masherburm (K1), la Reina de las Montañas, famosa por su inaccesibilidad. 

 

 

 

 

La inaccesibilidad de una montaña… ¿Cuántas veces hemos oído esta propiedad referida a las cimas más complicadas del mundo? Es algo tan frecuente que muchas veces pierde su significado, minusvalorándose. Pero en el caso del Masherbrum está más que justificado. La cima de esta bellísima montaña de 7.821 metros, situada en la cordillera del Karakórum, lleva prácticamente 40 años sin ser alcanzada. Su primera ascensión, por su cara sur, data de 1960 y fue llevada a cabo por los norteamericanos Willi Unsoeld y George Irving Bell. En la década de los 80, una expedición japonesa se hizo con la segunda ascensión, siguiendo la misma ruta. Desde entonces, alpinistas como Steve House, David Lama, Marko Prezelj o Alexander Odintsov la han intentado sin éxito. Por eso, cuando en 2022 saltaba la noticia de que los tres protagonistas de este artículo, Marek, Radoslaw y Tomáš, iban a enfrentarse a la Reina de las Montañas, en estilo alpino, por su cara oeste, hasta entonces virgen, el alpinismo mundial puso sus ojos en esta actividad. 

La película presentada por Mammut, con la dirección de Tomáš Galásek, que hoy os mostramos en este artículo, trata de recoger lo vivido por los tres alpinistas camino de una cumbre casi imposible en una de las montañas más hermosas y perfectas del mundo. Antes de visionarla, se podría pensar que el protagonismo de este film se lo llevaría la propia actividad, pero como ocurre en el cine de montaña de calidad, este es compartido por muchos otros aspectos que hacen que el alpinismo sea una de las actividades más bellas que puede realizar el ser humano.

La película comienza con la aproximación al campo base de esta montaña, dura por las condiciones de acceso ya que la propia naturaleza, en muchas ocasiones, parece querer defenderse de los intentos de los humanos por querer asediarla. Los tres alpinistas deben realizar el trayecto a pie cuando otras veces podría hacerse en coches todoterreno. La tierra muchas veces ruge para defenderse. Y esta fue una de esas ocasiones. Lejos de lamentarse por esta situación, utilizan los días de aproximación para profundizar en una amistad que ya había surgido en actividades previas. La primera parte del metraje de este documental versa sobre estas relaciones humanas que surgen en momentos de exaltación, cuando todo parece estar saliendo bien, y, sobre todo, en otros, al complicarse todo convirtiendo el entorno en un auténtico infierno del que parece difícil salir. Son los momentos en los que se recurre a ese espíritu de los alpinistas, en el que la cuerda les une como si se tratase de un cordón umbilical, necesario para mantenerse con vida, al igual que el feto lo requiere para alimentarse de su madre cuando aún se encuentra en el vientre de su madre. Esta analogía no la he establecido yo. Se puede escuchar en la película y, en mi caso, me ha hecho reflexionar mucho sobre el espíritu de cordada necesario cuando la montaña se vuelve oscura como si fuera el interior del cuerpo humano.

 

 

 

Pasada esta parte del metraje, la película se centra en las labores necesarias, y desconocidas por muchos, cuando un alpinista trata de enfrentarse a la cara inexplorada de una montaña, a un territorio desconocido, nunca antes transitado por el ser humano. Bajo la serenidad y la calma que aporta un campo base, Holeček, Groh y Petreček comparan lo previamente estudiado en mapas con la realidad que arrojan las vistas a través de mecanismos ópticos que acercan la montaña a los ojos. La realidad siempre supera la teoría. Lo que parecía obvio a la vista de mapas satelitales difiere cuando uno tiene a esa montaña de montañas justo enfrente, tan cerca que parece rugir tratando de ahuyentarles. Es momento para tratar de determinar qué pasos serán los necesarios para alcanzar la cumbre, tratando de dejar el menor espacio posible a la improvisación, ya de por sí inevitable cuando uno penetra en las cambiantes condiciones de una montaña de casi 8.000 metros.

El día tan esperado por fin llega. Los tres alpinistas arrancan desde el campo base camino de una empresa de dimensiones gigantescas. Hay ilusión en sus ojos; también temor y respeto. Cuando algo puede torcerse, allí arriba, casi siempre lo hace. Pronto surge el primer contratiempo. Uno de los tres miembros de la cordada, Tomáš Petreček, debe abandonar. Un simple y cotidiano dolor de muelas le hace renunciar a sus aspiraciones. Es algo injusto. Todo un año, por no decir una vida, preparándose para ese sueño del que repentinamente es despertado. Las reflexiones sobre esta situación acaparan entonces el protagonismo del film. Es duro aceptar esta situación. Y, además, es necesario. La vida, no sólo la propia sino también la de sus compañeros, puede ponerse en peligro ante cualquier falta de concentración derivada de este dolor. Tomáš debe darse la vuelta, resignado, para acometer un complicado descenso; Marek y Radoslaw siguen su ascenso echando de menos las extraordinarias cualidades de su compañero. Se dice que cuatro ojos ven más que dos. En este caso, seis manos o tres mentes valen más que cuatro o dos. 

 

 

Ahora sí que es el momento en el que la montaña y la propia actividad asumen el protagonismo. El Masherbrum es una obra de arte en sí misma que deja a los dos alpinistas restantes contemplarla en su máximo esplendor. Es la reina que ve cómo dos osados tratan de sacarla a bailar, de ablandarla, de conquistarla. Sus modales son toscos para la realeza. Y ella juega con ellos, de manera similar a la que una chica o un chico, al sentirse en posición de superioridad ante quien pretende engatusarla, da esperanzas y las quita mientras trata de conocerles bien, momento que llega a su culmen cuando los dos pretendientes atraviesan una espectacular arista que a ambos lados enseña una caída de unos 7.000 metros.

 

 

 

Como se decía en un programa televisivo de los años jóvenes de quien escribe, “hasta aquí puedo leer”. ¿Conquistarán Holeček y Groh a la reina? ¿Se dejará la montaña de montañas querer? Para saberlo, querido lector, tendrás que ver esta película. No te arrepentirás. En cualquier caso, ¿dónde reside el éxito en una actividad de estas dimensiones? Para alcanzarlo, ¿es necesario hollar su cumbre o basta con las experiencias inolvidables de haber querido, en un momento de sus vidas, cortejar a la más guapa del lugar?

 

 

 

 

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