El Nanga Parbat, la novena montaña más alta del planeta, es un imponente macizo de roca, hielo y nieve que cuenta en su haber con algunas de las rutas más comprometidas en el Himalaya y numerosos peligros potenciales, resultado de sus inestables glaciares, frecuentes tormentas y usuales avalanchas. Antes de ser ascendida por primera vez, 31 personas murieron intentando conquistarla. No fue hasta 1953 cuando uno de los mejores alpinistas de su época, el austriaco Hermann Buhl, conocido por sus ascensiones en solo en los Alpes, y a quien de joven no le auguraban un futuro prometedor en la montaña debido a su ligera constitución, lograra alcanzar la cumbre ascendiendo los últimos 1.300 metros en solitario en una gesta cargada de épica que ha pasado a los anales del alpinismo. Su ascensión supuso la tercera coronación de un ochomil en la historia -después de los ascensos al Annapurna en 1950 y al Everest en ese mismo 1953-, la primera vez que alguien subía solo a la cumbre y la primera vez que se alcanzaba una montaña de esa altura sin utilizar oxígeno.
Buhl formaba parte de la potente expedición germano-austríaca Willy-Merkl Memorial que fue organizada por Karl Herrligkoffer, el cuñado de Willy Merkl – quien había encontrado la muerte en el Nanga años atrás, en 1937, en su cuarto intento de hacer cima-, y liderada por Peter Aschenbrenner, que había participado en los intentos de 1932 y 1934. El intento final para la cumbre fue dramático: Buhl continuó solo durante los últimos 1.300 metros después de que sus compañeros se volvieran. Bajo la influencia de drogas estimulantes, llegó a la cumbre peligrosamente tarde. En el descenso, perdió un crampón, y atrapado por la oscuridad, se vio obligado a vivaquear a 8000 metros. Tras un heroico descenso, sin piolet, apoyado en sus bastones y un solo crampón, su llegada al campo base está rodeada de una frialdad inesperada.
“¿Es que no van a hacernos de algún modo un recibimiento especial? Nos alegramos de poder llevarnos a nuestra tierra el triunfo, nuestro férreo aguante no fue, pues, vano. Ahora estamos aquí, a unos pasos de las tiendas. La recepción es fría con ganas. Únicamente los porteadores muestran de modo abierto júbilo por la victoria, ahora pueden volver orgullosos a sus mujeres. Nos cuelgan coronas de flores”.