El Annapurna presenta la mayor tasa de accidentes mortales respecto a los intentos de ascenso de los 14 ochomiles. Sin embargo, aquellos que han estado en la cima de otros gigantes de 8.000 metros se sienten especialmente atraídos por esta majestuosa montaña, cuyos imprevisibles cambios climáticos y belleza salvaje e intacta ejercen una poderosa seducción.
Su cara sur es una de las vertientes más técnicas y difíciles del alpinismo. Escalar esta imponente pared vertical salpicada de innumerables peligros por la ruta de los ingleses de 1970 en estilo alpino significa poner a prueba toda la energía, toda la habilidad, el conocimiento y el instinto en condiciones que no perdonan el más mínimo error.
Jean Troillet y su equipo se adentran en ella en 2008 con la esperanza de hollar la cima. Dos meses de expedición para intentar escalar los 3.000 m de la desafiante ruta Bonington. Cada día los miembros del equipo intentan domesticar la montaña. Observan la cara y sus cambios. Escuchan a la montaña hasta que un día se ven obligados a admitir que la cara no les quiere. Esta película no es “sobre” o “acerca” de la montaña, es “con” la montaña. Ya no es una cuestión de victoria o derrota, sino de respeto mutuo.
«No elegir las rutas fáciles formaba parte de mi vida. Si no existía ese sufrimiento para llegar a la meta que uno se había fijado y luego descendía al campo base, no era lo que yo buscaba. La cima no era lo importante. Yo, si habíamos sufrido, si habíamos tenido que luchar en la tormenta sin alcanzar la cima, era un hombre feliz».
